* Compuesto a petición de la famosa bailarina Ida Rubinstein.
* Estrenado el 22 de noviembre de 1928 en la Ópera Garnier de París, con la orquesta dirigida por Walter Straram y la coreografía de Bronislava Nijinska.
* EFECTIVOS ORQUESTALES: Dos flautas, flautín, dos óboes (uno de ellos toca también el óboe de amore), un corno inglés, dos clarinetes, un pequeño clarinete en mi bemol, un clarinete bajo en si bemol, dos fagots, contrafagot, cuatro trompas, tres trompetas, una pequeña trompeta en do, tres trombones, tuba, saxo sopranino en fa, saxo soprano en si bemol, saxo tenor en si bemol, tres timbales, dos tambores (cajas orquestales), bombo, címbalos, tam-tam, celesta, arpa y cuerdas.
* Duración aproximada de la ejecución: Entre 15 y 17 minutos.

 El BOLERO de Maurice Ravel es una composición que aglutina tras de sí muchas y variadas características: Es, probablemente, la obra musical más conocida de la llamada Música Clásica (Prácticamente, cualquiera puede tararear de memoria o silbar sus dos temas y tamborilear con los dedos su ostinato ritmo); es, asimismo, una de las piezas más ejecutadas en las salas de conciertos (A veces, incluso, como propina, fuera de programa); pero, en términos estrictamente musicales, el Bolero de Ravel, con su crescendo piramidal y su progresiva dinámica sonora, es la mayor lección de orquestación que jamás un músico haya escrito. Ravel fue uno de los más grandes orquestadores que haya dado la historia de la música, creador y experimentador de inéditas combinaciones tímbricas. Nunca, tras la muerte del compositor, su legado instrumental fue superado o renovado sino más bien se ha atomizado dentro de la llamada tonalidad. Posteriormente, las vanguardias musicales derivaron hacia un nuevo lenguaje armónico que llega incluso a prescindir tanto de la tonalidad como de la barra del compás. Pero la maestría artesanal de Ravel supuso un cierre de página en la historia instrumental. Toda la música tonal compuesta hoy en día se basa en el sello orquestal que Ravel nos legó como su lección más hermosa.

 Cuentan que en el estreno de la obra en París, una mujer gritó: — «¡Al loco, Al loco!» — y Ravel, sonriendo, declaró que esa mujer había comprendido perfectamente la obra. En efecto, hay que estar muy «loco» para escribir una obra de esas características, para lograr que en ningún momento la reiterada repetición temática nos aburra, más bien todo lo contrario, y para tener tanta fe en un triunfo creativo. El tema del Bolero se hizo célebre en todo el mundo. Un día, se encontraba el maestro en casa de una amiga cuando escucharon como por la calle un obrero silbaba una de las dos melodías. Ravel se emocionó y declaró:  — «Vaya, parece que me estoy convirtiendo en una celebridad…» –.  Como vínculo para su audición, he enlazado a un vídeo con la magistral interpretación en directo de Christoph Eschenbach y la Orquesta de París. A mi humilde juicio, este director es hoy en día uno de los más grandes maestros de la batuta. La interpretación viene solapada en dos vídeos.

DESARROLLO: Dos temas inmutables, el primero en Do mayor y el segundo en do menor, cada uno de ellos en dos partes de ocho compases con ritmo constante de 3/4 en Tempo de bolero moderato assai. El tambor, a veces tañido con dedos, en ppp marca el ritmo y la primera flauta expone el tema para recogerlo el clarinete, pasando la segunda flauta a unirse al tambor para subrayar las notas repetidas del ritmo. El tema pasa luego a fagot solo y lo recoge el pequeño clarinete en mi bemol, mientras que el ritmo se enriquece con toques de arpa. Entra a continuación el óboe de amor (¡Qué timbre más melancólicamente bello!) mientras el acompañamiento se refuerza con contrabajos y segundos violines en pizzicato. El tema pasa ahora a la flauta y a la primera trompeta, sustituyendo las trompas a los fagots en la parte rítmica, a la que se unen también los primeros violines. Entran en escena saxo tenor, recogiendo el testigo el saxo sopranino, mientras que el acompañamiento se enriquece con flauta, óboe, corno inglés, trompetas, trompa, trombones y tuba, sumándose después los fagots. A continuación, del tema se apoderan la celesta, sostenida por trompa y flauta piccolo en una atrevidísima armonía, marcando la primera flauta y la segunda trompa el ritmo con la cuerda (a excepción de los primeros violines) y con la suma de fagots, clarinete bajo y arpa. Llega ahora el primer tutti de maderas para la exposición del tema (Óboes, oboe de amor, corno inglés y clarinete) a los que se suman en el siguiente motivo el clarinete bajo, los fagots, la primera trompeta (ensordinada) mientras que el ritmo lo complementan la segunda trompeta y cuarta trompa, uniéndose a los divididos arpegios de segundos violines y violas (Magistral efecto). Sin darnos casi cuenta, hemos partido del pianissimo al mezoforte. Le llega el turno al trombón solista (Es una ejecución mucho más difícil de lo que a simple vista parece. No pocas «meteduras de gamba» he visto yo en directo… ) con unos desenfadados glissandi que ponen en vilo al director. A continuación el tema es recogido, en el segundo tutti de maderas, por flauta, óboe, clarinete, corno inglés y saxo tenor. Ya hemos pasado el ecuador. Entran ahora, con arco, los primeros violines para, a continuación, unirse divididamente los segundos. Al ritmo se suman arpa y timbales. El tema ahora lo recogen primeros y segundos violines y la primera trompeta en octavas, a los que seguidamente se unirá el trombón. No se nota que hemos llegado ya al fortissimo. (Queda aún una fff). Ahora el tema es un lleno donde destacan las agudas maderas, mientras que se suma a la fiesta el segundo tambor. El primer motivo es a continuación, dentro del lleno orquestal, recogido por flautas, saxofones trompetas, trompeta pequeña y primeros violines, uniéndose después el primer trombón. Llega la sorpresa en esta grandiosa fiesta: Se produce la modulación a Mi mayor, que se mantiene durante ocho compases para retornar de nuevo al Do mayor, en Piu fortissimo (fff) donde el protagonismo lo adquieren el bombo, los címbalos, el tam-tam (Gong) y unos guasones glissandi de trombones. Tras un acorde disonante, todo parece precipitarse en una demolición orquestal. El director y los profesores se miran, generalmente bajo el mar de aplausos de un enfervorizado público, y parecen querer decirse:  — «Jopé, la que hemos liado…» –.  Prodigiosa composición que parece desafiar al tiempo.

VERSIONES RECOMENDADAS:

Pierre Monteux con la Sinfónica de Londres. PHILIPS. (De absoluta y total referencia)
Charles Munch con la Sinfónica de Boston. RCA (Maestría sin discusión posible)
Sergiu Celibidache con la Filarmónica de Berlín (presuntamente). ARKADIA. (Colección de conciertos públicos con varias orquestas. Polémica, pero insuperablemente edificada)
Ernest Ansermet con la Orquesta Suisse Romande (Versión muy técnica)
Pierre Boulez con la Filarmónica de Berlín. DG. (Sensacional. Posiblemente, la mejor grabación moderna)
Jean Martinon con la Orquesta de París. EMI. (Equilibrada, muy bien planteada)

Desconozco si existe alguna grabación disponible de Christoph Eschenbach con la Orquesta de París, la misma que hemos vinculado anteriormente.

Por contra, no me satisfacen las grabaciones de Herbert Von Karajan con la Filármónica de Berlín (A mi gusto, algo precipitada) ni las de Seiji Ozawa con la Sinfónica de Boston (Para experimentos, ya está la propia partitura). Tengo muchas dudas con la de Claudio Abbado y la Sinfónica de Londres.