Las rupturas matrimoniales de personas mayores parece una cosa en alza en nuestra sociedad a la luz del informe de enlace. Más allá de la edad de los actores veamos también que se trata de personas con más de 30 años de unión, lo que a priori es significativo.

Lo que podría ser un hecho más de una sociedad que está cambiando abre un interrogante que vale la pena analizar desde la perspectiva de las posibles causas que a mi criterio podrían coadyuvar a su génesis y que pueden darse individual o combinadas:

– Modificación de la sociedad y pautas culturales:

Resulta evidente que en 50 años España es distinta (no valoro si mejor o peor). De una sociedad con fuerte presencia en los pueblos, hoy la población se ha concentrado en los grandes ciudades. Ello conlleva el abandono de la exposición a los vecinos, pasando los individuos a ser invisibles dentro de la urbe y por consecuencia las decisiones individuales no están tan expuestas a la valoración de su entorno. Podríamos decir que este es un fenómeno general de los países desarrollados. Obviamente, esta transferencia del pueblo a la ciudad ha modificado sensiblemente la forma en que cada uno de nosotros internaliza esos cambios, se adapta, modifica conductas, y al tratarse de dos, no siempre las adecuaciones son iguales y en un mismo sentido.

– Sociedad de conveniencia:

Históricamente el matrimonio fue considerado y legislado como “sociedad conyugal“ sin considerar lo negativo que conlleva implícito esa denominación pues generalizando implica que la misma duraría mientras exista la conveniencia de los “socios” (como cualquier tipo de sociedad comercial) por lo que esto último es lo que primaría en el mantenimiento del contrato sin considerar aspectos que tendrían que estar por delante tales como amor, proyecto común, afecto y varios etcéteras.

Parafraseando a los juristas estaríamos en presencia de una sociedad con defectos de construcción (objetivos no compartidos/diferentes/antagónicos) y ausencia de un proyecto común.

– Incursión de la mujer en el mundo laboral (rentado):

Lejos han quedado los años 60 donde las mujeres dependían de sus esposos/padres para realizar un simple trámite bancario. Que decir de los roles de madre y ama de casa, que  no eran temas de discusión en el matrimonio, pues venían dados por la tradición y la cultura, sin cuestionamiento alguno de los cónyuges y sujetos al veredicto  familiar en los casos de parejas peculiares.

Obviamente, al convertirse la mujer en fuente de ingresos a la sociedad conyugal las relaciones cambiaron. Su independencia, en muchos casos, se convirtió en fuente principal de ingresos y todo ello modificó las relaciones de poder en el seno familiar y los roles de cada uno.

– Tiempo de convivencia: Nos guste  o no, nuestra vida tiene un alto porcentaje de rutinas en lo que hace al uso del tiempo.

Si descontamos el tiempo que dedicamos al trabajo remunerado, traslados diarios y tiempo dedicado a dormir, en líneas generales estamos como mucho no más 6 horas en compañía de nuestras parejas. Cuando ello cambia por jubilación de uno o de ambos nos enfrentamos a una transformación  muy profunda en el abordaje de nuestra relación pues pasamos de horas al día a todo el tiempo y no todos están preparados para ello asumiendo nuevos roles, obligaciones y derechos.

– Vida nueva:

En general el retiro laboral implica ir construyendo en lo más intimo un proyecto personal distinto ( “lo que voy a hacer cuando me jubile”) y ello no siempre tiene en cuenta al otro (el que me jubilo soy yo) y lo considera como si fuera ajeno. Y es más me aventuro a decir que se lo ignora, interpretando que se trata de un nuevo YO y no un NOSOTROS.

– Invasión de territorios:

Tras muchos años de convivencia se generan rutinas, obligaciones y derechos, tiempos propios y compartidos. La nueva realidad hace un barajar y dar de nuevo en estos aspectos y ese cambio puede ser bienvenido o considerado como una invasión por el otro y a la recíproca, generando no pocos desencuentros que pueden profundizarse hasta convertirse en insalvables.

– Crecimientos internos

Durante toda esa vida “en común” el crecimiento de cada uno puede haber sido diferente (profundidad y cuantía), y cuando ello es así el gap generado crea distanciamientos que la convivencia hace más evidentes.

Podría seguir detallando causas, pero junto a las que se expresan en el artículo y a partir de los casos detallados tenemos un abanico amplio de factores que pueden explicar el auge de los divorcios en personas mayores.

Por suerte todavía me faltan algunos años para engrosar la casuística.

Buen fin de semana

THENIGER