EXCLUSIVO DOCUMENTO GRÁFICO: Entre el material que nos ha llegado a BLUES se encuentra esta inédita foto de Richard Wagner ataviado de chulapo madrileño. Según los investigadores consultados, este daguerrotipo fue realizado por Mathilde von Wesendonck tras una noche en la que ambos no pararon de recitarse amorosas poesías a solas.

 La noticia ha provocado la conmoción en los círculos musicales más cercanos a Bayreuth y muchos destacados wagnerianos no acaban de salir de su asombro: Richard Wagner, el inmortal autor de La Tetralogía, compuso una zarzuela durante los últimos años de su vida. El descubrimiento del manuscrito se ha producido nada menos que en Francia durante unos trabajos de mantenimiento que se vienen efectuando en la iglesia de Rennes-le-Châteaux, localidad situada en la región del Languedoc. Al parecer, los operarios desempolvaron un viejo arcón que pronto fue puesto bajo custodia de las autoridades municipales de la villa. La sorpresa fue mayúscula cuando, al abrirlo, se descubrió una gran partitura orquestal manuscrita y firmada por Richard Wagner que venía acompañada de un sobre lacrado. Enviada a Bayreuth para su análisis, los musicólogos se quedaron petrificados al comprobar la autenticidad de la misma y el insólito contenido musical: Se trata de una zarzuela titulada Die schöne Wasserträgerin von Schwabing, que podríamos traducir como La bella aguadora de Schwabing (un barrio de Munich), con texto igualmente atribuible a Wagner. Según nos informan fuentes de toda solvencia, una rápida transcripción de la partitura fue enviada a Sir Simon Rattle para su análisis y el director británico no pudo ser más tajante: –«Esto no es el Wagner que conocemos hasta ahora, con sus leyendas mitológicas y sus nibelungos. La obra presenta un rica estructuración rítmica y melódica en todas sus líneas, con una colorida orquestación muy semejante a la de las zarzuelas españolas. Sin duda, Wagner tuvo que conocer la partitura de El barberillo de Lavapiés del maestro español Asenjo Barbieri, ya que he detectado numerosas concomitancias entre las dos obras. No deja de ser curioso: En esta obra Wagner no habla para nada de Wotan, Brunhilde o Siegfried… Sino que los personajes vienen precedidos de un extraño «don» asimilable a la lengua española. Así nos encontramos con donna Elisabeth, con don Wolfgang, con don Franz Joseph, etc., como protagonistas de la trama. ¿El argumento? Toda una paradoja: Relata los escarceos amorosos de donna Elisabeth con los principales tenderos del barrio de Schwabing… Algo realmente inexplicable. ¿Y los coros? Muy humorísticos, sin duda, pero aquí no aparecen gibichungos ni cosas por el estilo. Son coros de taberneros, carniceros, costureras… No se puede poner en duda la autoría de Wagner. Su firma y su grafía son inconfundibles. Sobre el contenido del sobre lacrado no puedo opinar. Yo sólo soy director de orquesta… De momento. Estoy deseando que me releve Dudamel en la Filarmónica para dedicarme a mi gran pasión: Tocar las castañuelas…» Una cortina de silencio ha caído por Bayreuth, en donde muchos de sus gerentes intentan por todos los medios tapar este enigmático asunto que puede dar un giro diametral en lo referente a la vida y obra de Richard Wagner.

 Puestos en contacto con algunos musicólogos de la Universidad de Heidelberg, éstos nos han manifestado — con la premisa de mantenerse en el anonimato — que este asombroso y enigmático descubrimiento puede tener su origen en las conversaciones privadas que mantenían Liszt y Wagner a cada momento. Al parecer, Franz Liszt visitó España en 1845 y se quedó prendado de su cultura y sus gentes. Siempre se refería a ello en sus tertulias y la pasión por España llegó hasta el extremo de contratar a una cocinera española en Weimar — quien había servido ya en la mansión de Rossini — para que le pudiese preparar suculentas paellas mixtas y apetitosas tortillas de patata con cebolla. Se dice que Liszt le solía comentar a Wagner: –«España… ¡Oh, caro amigo! Gente molto religiosa, buona comida y… ¡I tori bravi! ¿Sabes que yo vi torear al gran Paquiro en Ronda… ¡Con qué gracia desplegaba el capote, amigo Richard!»– Un destacado psicoanalista vienés — quien, por otra parte, también desea permanecer en el anonimato — se ha referido a la doble y tortuosa personalidad de Wagner: –«Puede que Wagner escribiera una gran epopeya de arte total que dignificó para siempre el nombre de Alemania… Sin duda. Pero, los frecuentes comentarios pro-hispánicos de Liszt unidos a las delicias de la gastronomía española que solían cocinarse en Weimar y de las que Wagner daba buena cuenta, crearon un contradictorio sentimiento en el compositor alemán. Desde su subconsciente, él sentía la necesidad de conocer España y sus gentes. Algunas fuentes señalan que, de hecho, intentó llevarse consigo a Mathilde von Wesendonck a Ibiza con la excusa de conocer el balneario en donde Chopin estuvo alojado años atrás con George Sand. Suerte que el pobre Wagner nunca pisó España, ya que hubiera quedado como un mentiroso ante su amante: Chopin estuvo en Palma, no en Ibiza.»–  Vía telefónica, el conocido y reputado crítico musical apodado como ELGATOSIERRA nos informa que «de confirmarse este inmarcesible descubrimiento estaríamos asistiendo a la mayor noticia musical de décadas… Me cuentan que en Madrid ya hay tortas entre Jesús López-Cobos y Ros-Marbá por ofrecer la primera audición en el Real. Al parecer, ya se han realizado gestiones con Plácido Domingo y Ainhoa Arteta para los principales papeles de esta inédita ópe… Perdón, de esta zarzuela de Wagner. Ya se sabe que, en estos casos, la condición humana es terrible»  BLUES ha querido recabar más opiniones al respecto: «¡Inaudito! Espero que también se descubra alguna nueva sonata para arpeggione de Schubert» (ÁNGEL GUIRAO); «Habrá que cotejar bien toda la información, che… (THENIGGER, ahora con dos gés); «Debe ser una zarzuela preciosa… ¡Y de Wagner!» (AMALIA); «España y Alemania unidas en lo artístico» (QUINOFF); «Sabés, Leiter, que una de las primeras representaciones de El Barberillo tuvo lugar en el Colón…» (HUGO); «¡Caro amigo! ¡Qué noticia tan maravillosa! Parece que vuelven a germinar las semillas del mito órfico…» (OTTO CÁZARES); «Me dirás, Leiter: ¿Cómo es posible que en Weimar pudieran reunir los ingredientes de una paella española?» (FRANK AR); «Ojalá que esa zarzuela o lo que sea me hipnotice tanto como Sviatoslav Richter tocando el Segundo de Brahms» (ZARZA); por contra, nos ha sido imposible recabar opinión alguna del conocido wagneriano Iván Paixao al encontrarse en paradero desconocido. El asunto es ciertamente espinoso, pero una cuestión subyace en el fondo: ¿Qué contiene la carta envuelta en el sobre lacrado?

 El equipo de investigación de BLUES ha realizado denostados esfuerzos para tomar declaración a un par de testigos franceses que afirman conocer el misterioso contenido de la misiva hallada junto a la partitura zarzuelera de Wagner. Luego de múltiples gestiones y de innumerables peripecias, nos vimos acosados en Rennes le-Châteaux por un enigmático personaje que no paraba de hacer preguntas a cuantos merodeábamos por el enclave del descubrimiento. Empuñando un bastón rematado en puño de plata, impecablemente vestido con un oscuro y elegante jersey de cuello alto, tocado con un sombrero de ala ancha y con un melódico acento colombiano en su expresión, dicho personaje — quien sólo quiso identificarse mediante las iniciales de I.P. — se nos ofreció repetidamente como intérprete de alemán «y de lo que fuese menester» para tratar de averiguar el Gran Secreto. Visto el afán, BLUES decidió incorporarlo a su equipo de investigación. Sin embargo, al día siguiente de concretar el acuerdo, perdimos para siempre el rastro tanto del par de testigos franceses como del enigmático personaje que respondía a las iniciales de I.P. No nos quedó más remedio que volvernos a España ante la repentina desaparición de nuestras fuentes y de nuestro improvisado colaborador. Nuestras investigaciones parecían haber llegado a un misterioso punto sin retorno.

 Días después, MARIAN, la funcionaria de Correos y Musa Oficial de este bar virtual de copas, nos trae hasta la redacción de BLUES un voluminoso sobre dirigido «al maestre LEITER». En el remite venían escritas las ya conocidas iniciales de I.P. junto a un curioso y bellísimo lema: «Pronto brillará, para anunciar la mañana, el Sol sobre su órbita dorada. Pronto se desvanecerá la superstición, pronto vencerá el hombre sabio. ¡Oh, paz serena! ¡Ven aquí! ¡Vuelve al corazón de los hombres! Entonces la Tierra será un reino celestial y los mortales serán semejantes a los dioses». Anonadados por la misteriosa procedencia de este anónimo envío, procedimos a abrir el sobre para ver su contenido. En su interior se hallaba una desgastada cuartilla escrita en alemán y la foto inédita de Wagner que encabeza esta entrada. Una breve misiva, en castellano, nos advertía del explosivo contenido de la cuartilla. Tomamos el Langenscheidt y nos pusimos a traducir… el bar de BLUES ofrece en exclusiva a sus clientes la traducción de dicha cuartilla:

–«Me llamo Richard Wagner. Si ahora mismo tiene la oportunidad de tener en sus manos el contenido de esta carta, sepa usted que va a asistir a toda una declaración de principios por mi parte. Soy famoso en toda Europa por haber llevado a cabo mi proyecto de una epopeya como jamás vieron las artes alemanas. Pero, ahora, en el ocaso de mi vida y desde mi retiro en Venecia, quiero expresar lo que realmente siente mi atormentado espíritu próximo a navegar hacia la eternidad en la Góndola Lúgubre. Hans Sachs, Amfortas, Brangäne, Fricka, Lohengrin… ¡Todo leyenda! Desde que probé aquella tortilla de patatas con pimientos en Weimar, guisada por esa cocinera española que cautivó mis sentimientos sólo al confesarme que estaba unida a su sevillano y villano esposo, me enamoré de España. Traté de convencer a Mathilde para que juntos, ella y yo, viajáramos hasta Ibiza para exhibir nuestros desnudos cuerpos en esas playas tan paradisíacas. No aceptó, para mi desconsuelo, como tampoco lo hizo la cocinera ante la amenazadora afrenta que sufrí por parte de su diminuto y barrigón marido, quien osó en mostrarme el amenazante filo de una navaja albaceteña de cinco muelles ante mis bondadosos propósitos de que su mujer conociera otro mundo bajo mi protector patrocinio. Nunca pude visitar España y ahora, viejo y cansado, sufro la melancolía de aquella tierra prometida que amé aunque nunca conocí. Es por ello que he decidido centrar mis últimos esfuerzos en componer una zarzuela, conocido e incipiente género musical español, para que las futuras generaciones sepan de mi amor por España. Soy esclavo de mis ideas y me remuerde el recuerdo de haber discutido con mi amigo Nietzsche por censurar su exaltación al genio mediterráneo con la Carmen de Merimé. Yo nunca podría confesar esto en Alemania so pena de pasar a la historia como un traidor ¡Pero estoy ya tan cansado de nibelungos y semejantes tramoyas! En estos tristes y luctuosos días de mi ancianidad quiero expresar mis frustraciones que, de por sí son tales, consciente del invierno existencial que amenaza mi ya apagada llama vital. ¡Cómo me hubiera gustado visitar Madrid! Con sus chulos, sus chulapas, sus aguadores y sus chisperos. ¡Cómo me hubiera gustado atravesar, cual Aníbal con su elefantina cohorte, el mítico paso de los Despeñaperros rumbo a Al-Andalus! ¡Que daría por tomar un «kalte spanische Suppe mit verschieden pflanzlichen Zutaten»! —  (esta expresión tal vez pueda referirse a un Gazpacho) — ¡Qué daría por tomar un aromático espeto de sardinas sentado en un chiringuito frente a las soleadas playas de la Fuengirola…! ¡Qué daría por ver torear en Ronda, mano a mano, a Lagartijo y Frascuelo! ¡Qué daría por escuchar en directo un recital de esos lieder españoles cantados por El Polinario! ¡Qué daría por tomarme de madrugada un chocolate con churros en San Ginés! Es por ello que…» — Y, llegados a este preciso punto, el contenido de la cuartilla se interrumpe. Una nota al dorso, nuevamente firmada por las iniciales de I.P., nos confirma que dicha cuartilla es obra manuscrita de Richard Wagner según las pruebas realizadas y nos alerta de que próximamente recibiremos la segunda parte. El anónimo autor de este envío se despide de una manera muy lisonjera: –«Que BLUES, Casa de la Cultura y Centro de Sabiduría, custodie este manuscrito por los tiempos de los tiempos»–  Debido a la trascendencia de este hallazgo, seguimos intentando contactar con nuestro especialista en temas wagnerianos y Caballero de la Orden Teutónica de BLUES, Iván Paixao, pero hasta el momento la tarea ha resultado del todo infructuosa. Parece que se lo ha tragado la tierra…

¡Feliz Día de los Santos Inocentes!