Siempre se ha dicho que las mujeres de derechas son más guapas que las de izquierdas. La verdad, doña Lola, nunca me he mostrado del todo partidario de esta recurrente aseveración pero, en lo que a usted respecta, la norma se cumple y ¡ Vaya que si se cumple !. Ni los más viejos del lugar — y mire que abundan en su formación política — recuerdan a una secretaria general tan deliciosa y femeninamente bella. Yo creo que lo han hecho con cierta malicia: ¿Quién se va a negar a seguir sus directrices ante ese derroche de aterciopelado encanto que exhibe su rostro?. Porque, para ser sinceros, ver reflejarse la luz de un sol de atardecer en sus ojos debe ser algo así como una evocadora y poética experiencia mística. Yo no sé si su nombramiento obedecerá a esa nueva línea que han decidido marcar en su partido pero, desde luego, no han podido acertar mejor que con usted, doña Lola, con esa mirada de ensueño que cautiva incluso a las mentes más revolucionarias. Ya sabemos que las comparaciones son odiosas, pero ¡Qué diferencia entre su angelical espíritu y la horrenda y macabra sonrisa de su predecesor!. Cuídese y consérvese, doña Lola, porque pocas veces se ha visto mayor despliegue de embriagadora sensualidad en un cargo tan relevante dentro de su propio partido. ¡ Guapa, guapa, más que guapa !