Hoy os presentamos una de las maravillas de la humanidad, El Coliseo Romano, situado en el centro de Roma, en el extremo oriental del Foro y casi pegado al Arco de Constantino, se ha constituido desde su inauguración en una de las principales atracciones de la Ciudad Eterna. Contra lo que se pueda imaginar, no fue el escenario de cruentos martirios cristianos — no hay datos históricos que así lo confirmen — y las escenas estereotipadas de leones devorando a devotos cristianos en el Coliseo obedecen más a la narración novelada de autores como Bernard Shaw ó Henryk Sienkiewicz (Las ejecuciones de cristianos tenían lugar en el llamado Circo Máximo y su punto de máxima actividad tuvo lugar en tiempos de Diocleciano). Lo que sí parece cierto y está bien documentado es que Benvenuto Cellini invocó allí a los espíritus en el siglo XVI y se llevó un susto de campeonato.

Foto de Johannes D

 El anfiteatro fue una creación romana consistente en una pista elíptica rodeada de filas de asientos en donde los espectadores podían contemplar los distintos y sangrientos espectáculos, en especial, combates entre gladiadores y fieras salvajes en cualquier combinación posible entre ambos. En Roma ya había anfiteatros antes del Coliseo, pero todos ellos resultaron destruidos tras el incendio del año 64. Cinco años después, Vespasiano ordenó que se erigiera un enorme edificio que llevaría el nombre de su familia y que sería el mayor de todos cuántos habían sido construidos hasta la fecha. De hecho, se inauguró con una ceremonia en la que se exhibieron unos 5.000 animales salvajes atendiendo a las crónicas de la época.

Fotografía de Foeke Noppert

 Conocido como Anfiteatro Flavio, el edificio fue construido en el lecho de un lago que había pertenecido a la Casa de Oro de Nerón. La elección del lugar fue del todo acertada desde el punto de vista estructural, ya que era el único sitio de Roma en donde se podía levantar una edificación de semejantes dimensiones. El término de Coliseo se deriva de la estatua colosal de Nerón que se erguía cerca de allí y a la que Vespasiano ordenó que le trasplantaran la cabeza para dedicarla al dios Apolo. De casi medio kilómetro de circunferencia y unos 55 metros de altura, el Coliseo se construyó con piedra travetina, toba y ladrillo. Fue inaugurado en el año 80 por Tito, el hijo y sucesor de Vespasiano, aunque el edificio aún no estuvo del todo terminado. La última grada se colocó bajo el mandato del siguiente emperador, Domiciano.

  El Coliseo presenta una extraordinaria complejidad y adoptó geniales soluciones para dar cómoda cabida a las más de 50.000 personas que daba de sí su aforo. Cada espectador sabía por qué puerta del estadio debía acceder gracias a un número grabado en la entrada. Además, un estudiado sistema de escaleras y corredores permitía el acceso a los asientos y la salida de los mismos sin mayores complicaciones. Sobre la cubierta superior existían unos mástiles desde los que se podía extender un gigantesco toldo que cubría todo el anfiteatro y que era accionado por unos marineros especialmente contratados para dicha tarea. Por el plano inferior, el conjunto presentaba una compleja red de pasadizos y elevadores por donde se transportaba a las fieras hacia la pista. Su método de construcción fue sorprendentemente moderno para la época y muchas plazas de toros del mundo mediterráneo se han inspirado veinte siglos después en los mismos fundamentos arquitectónicos.

Fotografía de Aaron Logan

Fotografía de Marten253

 La fascinación de los romanos por los animales exóticos se remonta a los tiempos de Aníbal y los elefantes cartagineses que hicieron acto de presencia en la ciudad. Otros estudios afirman que los combates entre gladiadores derivaban de una tradición ceremonial funeraria etrusca. Por lo que respecta a la simulación de batallas navales — naumaquias — sólo están documentadas dos acontecidas en los años 85 y 89. Finalizada esta última, se construyó una nueva red subterránea de habitaciones que impidió posteriores inundaciones del recinto para este tipo de espectáculos. Hasta el siglo XIX el Coliseo se encontraba cubierto de enredaderas y un estado mucho más ruinoso que el actual. Durante los siglos fue utilizado como fortaleza e incluso como cantera y sólo a partir de 1774, cuando fue consagrado por la Iglesia Católica a la memoria de los mártires, se logró frenar el expolio y mantener su conservación.