La tradición interpretativa romántica de los directores de orquesta alemanes se inició a finales del siglo XIX bajo la sombra de Wagner y abarcó una primera generación de directores formada por personalidades como Hans von Bülow, Hans Richter y Arthur Nikisch que fue inmediatamente seguida por Wilhelm Furtwängler, Hans Knappertsbusch y un todavía muy joven Bruno Walter. El relevo de estos directores fue tomado por una tercera generación abanderada por Wolfgang Sawallisch y Christoph von Dohnányi, tal vez iniciando el ocaso de una larga lista de grandes directores alemanes que coincidió con el auge de figuras austríacas en plena madurez como Herbert von Karajan o el doctor Böhm, también garantes de la más pura tradición germánica. Ciertamente, cada nueva generación acusó una serie de modificaciones que habían ido arraigando en la concepción global de las funciones del director de orquesta, cada vez más obligado a ocupar cargos de intendencia y con la determinación de una industria discográfica del todo abrumadora que, lamentablemente, puso en circulación una buena cantidad de mediocridades. No obstante, la tradición alemana de la dirección orquestal siempre entendió este arte como un ejercicio de auténtica disciplina. Si hubo un director que encarnó en todo su conjunto la típica cultura sólida del intérprete puramente alemán ese no fue otro que Eugen Jochum. Y fue precisamente ese factor lo que le convirtió en una atractiva figura musical, casi al borde de la relicaria veneración en sus últimos años, a escala internacional.

 Eugen Jochum nació el 1 de noviembre de 1902 en Babenhausen, Baviera, en el seno de una familia de gran tradición musical. A los cuatro años de edad el pequeño Jochum recibió sus primeras nociones musicales de parte de su padre y a los siete ya tocaba el órgano en la iglesia de su localidad natal. Poco más tarde Jochum ingresó en el Conservatorio de Ausgburg para completar su formación pianística y más adelante en la Academia de Música de Munich para perfeccionar sus conocimientos en composición y dirección bajo la tutela de los profesores Hermann Waltershausen y Siegmund von Hausseger. Al tiempo que cursaba sus estudios, Jochum empezó a trabajar en el Teatro de Munich y en el de Moenchenglabdach, especializándose en la dirección coral. En 1926 debutó como director en Munich con tal éxito que enseguida le fue ofrecido el puesto de director musical de la Ópera de Kiel, centro en donde permaneció hasta 1929 y en el que adquirió una enorme experiencia. De 1930 a 1932 Jochum fue Generalmusikdirektor en Duisburg al tiempo que iniciaba su colaboración con la Filarmónica de Berlín. Dos años más tarde fue nombrado sucesor de Karl Muck y del doctor Böhm en la Ópera y la Filarmónica de Hamburgo, una de las agrupaciones operísticas más importantes de Alemania. Su estancia allí coincidió con el advenimiento del nazismo, régimen con el que Jochum se identificó del todo pese a que obras de autores proscritos como Hindemith o Bartok siguieron formando parte de su repertorio (por contra, Jochum apenas frecuentó a los judíos Mendelssohn y Mahler). En 1943 la Ópera de Hamburgo resultó destruida y Jochum tuvo que trasladarse al Teatro Talía, mucho más modesto. Finalizada la guerra, Jochum salió absuelto de toda acusación de colaboracionismo y regresó a Baviera para fundar en 1949 la Orquesta Sinfónica de la Radiodifusión Bávara, formación a la que en pocos años convirtió en una de las mejores de toda Alemania.

 Por aquellos años Jochum empezó a realizar grabaciones discográficas y a centrar su repertorio en dos de los autores que más estrechamente estuvieron unidos a su nombre, Bruckner y Wagner. De esta manera, Jochum debutó en Bayreuth en 1953 con una aclamada representación de Tristán e Isolda que volvería a repetir al año siguiente. En 1961 Jochum se hizo cargo, junto a Bernard Haitink, de la Orquesta del Concertgebouw de Amsterdam, formación con la que ya había trabajado durante los años de guerra y con la que realizó una exitosa gira por los EEUU. De forma paralela a su actividad en Holanda, Jochum se dejó mucho ver con la Orquesta Sinfónica de Bamberg y también animó la escena londinense de conciertos. Ya en la década de los años setenta, Jochum colaboró con la mejor orquesta de la otra Alemania, la Staatskapelle Dresden, con la que registraría su segunda versión de la integral sinfónica de Bruckner. Los últimos años de Jochum estuvieron marcados por las grabaciones y giras de conciertos, especialmente con la Orquesta del Concertgebouw. Infatigable hasta sus últimos días, Jochum ofreció su último concierto con la Orquesta Filarmónica de Munich a principios de 1987 para fallecer un par de meses después, el 26 de marzo de 1987, en la misma capital bávara. Su muerte, precedida unos años antes por la del doctor Böhm y seguida un par de años después por la de Karajan, significó el cierre de una generación de directores depositarios de la gran tradición romántica de la dirección orquestal.

 Admirador incondicional de Furtwängler, Jochum fue un director cuyo estilo de dirección, en absoluto ambicioso, fue más bien instintivo y eficaz. Su gran vitalidad le permitió dirigir hasta pocas semanas antes de su fallecimiento, siendo testigo a lo largo de su dilatada trayectoria de un mundo en continua convulsión política, social y cultural. La musicalidad de Jochum estuvo marcada por el enraizamiento en el catolicismo barroco del sur de Alemania y la influencia del teólogo Romano Guardini, con quien compartió una gran amistad. Su repertorio no fue muy extenso, incluyendo a un Bach que puede resultar un tanto pesado a nuestros oídos actuales, a un Beethoven caracterizado por un compulso énfasis en el tratamiento contrapuntístico y en el que se echa de menos una mayor calidez y a un Brahms cuyo acentuado lirismo chocó un tanto con la tradición a la que Jochum pertenecía. En sus últimos años inició un nuevo acercamiento a Haydn y Mozart con ciertas dosis de aligeración que tuvieron mucho que ver con el instrumento utilizado para dichas lecturas y que no fue otro que el grupo de orquestas londinenses. La Segunda Escuela de Viena y sus posteriores derivaciones atonales, dodecafónicas y seriales le fueron del todo ajenas, en consonancia con un espíritu tan apegado al tardío romanticismo. En cambio supo apreciar los resquicios tonales de compositores como Orff, con quien siempre le unió una gran vinculación, Egk, Sutermeister y Fortner.

 Pero el compositor más referencial para Eugen Jochum, acorde también con la espiritualidad de sus ideas católicas, fue Anton Bruckner. El director alemán no sólo se ocupó del sinfonismo de Bruckner, sino también de las pequeñas y grandes obras corales. Con las sinfonías se relacionó íntimamente en una época en la que dichas obras se consideraban aún especialidades de repertorio. Jochum fue el primero en registrar la totalidad de las sinfonías brucknerianas, optando siempre por la edición Nowak, en un estilo sobrio que, según algunos que se autoproclaman como especialistas, tal vez se encuentra superado a día de hoy. Con todo, esta primera integral contribuyó de manera decisiva a que los países latinos aceptaran la grandeza de un compositor muy mal conocido hasta esos momentos y con muchos prejuicios originados por parte de la crítica francesa, quien no dudaba en calificar al compositor de Ansfelden como de graníticamente aburrido. El nuevo ciclo sinfónico bruckneriano grabado en 1976 con la Staatskapelle siguió pautas interpretativas muy similares al modelo precedente, aunque se ganó mucho en lo relativo a la toma sonora. El estilo bruckneriano de Jochum se caracterizó por una alternancia de devota piedad y un ataque de efecto garantizado, acentuando más el colorido barroco que lo meramente arquitectónico. Intentó evitar aquellos aspectos de Bruckner más vinculados a Wagner en base a reforzar una espiritualidad piadosa que contrasta con el tumultuoso narcisismo de Wagner. Tal vez con acierto, Jochum tuvo muy claro que los caminos sinfónicos de Bruckner eran, aunque conectados, bien distintos de las innovaciones estructurales y armónicas empleadas por el autor de La Tetralogía.

 De entre la producción discográfica debida a Eugen Jochum podemos mencionar las siguientes grabaciones. (Advertimos que los enlaces que vienen a continuación no tienen porqué corresponderse necesariamente con la versión citada pero sí con la obra mencionada): La Pasión según san Mateo de Bach, junto a Uhde, Pears, Potzinger y Grümmer, y dirigiendo la OSRB (GALA 100661); Oratorio de Navidad de Bach, junto a Ameling, Prey, Laubenthal y Fassbaender, y dirigiendo la OSRB (PHILIPS 416402); Misa en si menor de Bach, junto a Donath, Fassbaender, Ahnsjö y Hermann, y dirigiendo la OSRB (EMI 68640); Sinfonías nºs 2, 5 y 6 de Beethoven dirigiendo la Orquesta del Concertgebouw (PHILIPS – integral – 837102); Concierto para violín de Beethoven, junto a Wolfgang Schneiderhan y dirigiendo la Filarmónica de Berlín (DG 459403); Concierto para violín de Brahms, junto a Nathan Milstein y dirigiendo la Filarmónica de Viena (DG 453142); Sinfonías nºs 1, 2,  4, 5, 6, 7 , 8 y 9 de Bruckner dirigiendo la Staatskapelle Dresden (EMI – integral – 73905); Sinfonía nº100 de Haydn dirigiendo la Filarmónica de Londres (BBC LEGENDS 4176); La Creación de Haydn, junto a Hotter, Seefried y Ludwig, y dirigiendo la OSRB (MELODRAM 40055); La Canción de la Tierra de Mahler, junto a Merriman y Haefliger, y dirigiendo la Orquesta del Concertgebouw (Dg 463628); Concierto para violín nº4 de Mozart, junto a Johanna Martzy y dirigiendo la OSRB (DG 16119); Obertura de Las bodas de Fígaro de Mozart dirigiendo a la Orquesta Nacional de la RTF Francesa (Referencia desconocida); Misa de la Coronación de Mozart, junto a Fischer-Dieskau, Gedda, Hamari y Moser, y dirigiendo la OSRB (EMI 69023); Boris Godunov de Mussorgski, junto a Hotter y Hopf, y dirigiendo la OSRB (MYTO 138); Carmina Burana de Orff dirigiendo la OSRB (DG 474131 – grabación histórica); Das dunkle Reich de Pfitzner, junto a Pitzinger, Ebers, Hotter y Ludwig, y dirigiendo la OSRB (ORFEO D´OR 273922); Concierto para piano de Schumann, junto a Monique Haas y dirigiendo la Filarmónica de Berlín (DG 689502); Paseo nocturno y puesta de sol de Sibelius dirigiendo la OSRB (DG 4803297); Tristán e Isolda de Wagner, junto a Tobin, Varnay, Adam y Vinay, y dirigiendo la Orquesta del Festival de Bayreuth (MELODRAM 10030); Los Maestros Cantores de Wagner, junto a Domingo, Laubenthal, Ludwig y Fischer-Dieskau, y dirigiendo la Orquesta de la Ópera de Berlín (DG 477559); y, finalmente, Lohengrin de Wagner, junto a Crass, Windgassen, Nilsson y Blankenheim, y dirigiendo la Orquesta del Festival de Bayreuth (ARCHIPEL 281). Nuestro humilde homenaje a este grandioso director de orquesta.