En el enlace al vídeo que hoy os dejo podemos escuchar el Finale-Presto de la Sinfonía nº3 en Do mayor, conocida como singular del compositor sueco Franz Berwald. La versión corre a cargo de la Orquesta Sinfónica de Helsingborgs dirigida por el director finés Okko Kamu y la grabación está disponible en el sello NAXOS (Ref 8553052). Este movimiento, opuesto en do menor al Do mayor inicial, se implanta sobre un ritmo sostenido con abrupta energía. La construcción arquitectónica de la pieza es realmente extraordinaria y presenta evidentes contactos con la música de Mendelssohn e incluso de la del propio Brahms. De espíritu netamente clásico, la Sinfonía nº3 de Berwald está algo enraizada en el folklore popular, especialmente en el segundo movimiento, del que el compositor tenía un amplio conocimiento. Pese a ello, no puede catalogarse a su autor como de músico nacionalista, un error que suele repetirse en las distintas enciclopedias musicales. Escrita a comienzos de 1845, esta sinfonía no llegó a ejecutarse hasta 1905, treinta y cinco años después de la muerte de Berwald.

 Suecia conoció a lo largo del siglo XVIII una vida musical muy desarrollada en la que destacó un compositor alemán naturalizado sueco de la talla de Joseph Martin Kraus (1756-1792), aunque antes de él ya destacó Johan Helmich Roman (1694-1758). Tras el asesinato del rey Gustavo III en 1792 las artes decayeron bastante y la música no iniciará una lenta recuperación hasta después de la primera década del siglo XIX con la aparición de las sociedades musicales. El Conservatorio de Estocolmo fue reorganizado en 1866 y los compositores suecos de esa época se caracterizaron por la influencia de la escuela clásica vienesa, como fue el caso de Bernhard Henrik Crusell (1775-1838), un extraordinario clarinetista que aún hoy es recordado por sus tres conciertos para este instrumento y por la ópera La pequeña esclava, todo dentro de un estilo clásico. Pero fue la generación siguiente, en la que muchos de sus músicos estudiaron en Leipzig, la que importó el romanticismo alemán. Franz Adolf Berwald fue su exponente más notorio.

 Franz Berwald nació el 23 de julio de 1796 en Estocolmo dentro del seno de una familia musical de origen alemán. Pronto se inicia en el estudio del violín y a componer sus primeras obras, pese a ignorar los fundamentos básicos de armonía y composición. En 1829 viajó hasta Berlín, en donde alterna los estudios musicales con un negocio de ortopedia y conoce íntimamente a Mendelssohn. Pero el verdadero éxito artístico le sobreviene a Berwald en 1841 en Viena, sobre todo a raíz del estreno de su ópera Estrella de Soria. En 1849 regresa a Estocolmo y es nombrado profesor del Conservatorio. Condecorado con la Orden de la Estrella Polar en 1866, empero la vida de Berwald transcurre entre la composición de música de cámara y la dirección de una cristalería que terminó por arruinarle. Murió en la más absoluta miseria y completamente olvidado el 3 de abril de 1868. Sólo a partir del siglo XX, y en parte gracias a la Fundación Berwald (Fundada en Suecia en 1909), su música fue redescubierta y actualmente es considerado como el mejor compositor sueco de su época. Su genio hay que buscarlo — dentro de una producción más bien escasa — en su música de cámara, en sus poemas sinfónicos (Admirados por Liszt) y, especialmente, en sus cuatro sinfonías, modélicas por un disciplinado espíritu clásico que abre expresivos horizontes a un romanticismo conscientemente asumido. Nuestro humilde homenaje a este gran músico.