En el enlace al vídeo que hoy os dejo podemos escuchar la Canzona Quarta correspondiente a Il secondo libro di toccate del compositor italiano Girolamo Frescobaldi. La interpretación corre a cargo del maestro Gustav Leonhardt y dicha grabación se encuentra disponible en el sello PHILIPS (Ref 432128). Publicado en 1627, Il secondo libro di toccate es uno de los trabajos para teclado más trascendentales de su autor ya que en el mismo se recogen los primeros ejemplos conocidos de una serie de danzas denominadas chacona y passaclaglia, unas formas musicales que luego serán llevadas a su máximo esplendor por autores como Johann Sebastian Bach. Con una técnica instrumental no excesivamente virtuosa, la obra para teclado de Frescobaldi destaca por un estilo muy cercano a la improvisación y por un nuevo carácter expresivo de la música con un uso amplio del cromatismo casi teatral.

 Desde comienzos del siglo XVII, en Italia se va a alcanzar un predominio en el terreno instrumental que se debe a la coincidencia de una necesidad estética con una tecnología que la va a hacer posible. De esta forma, el laúd renacentista va a ir cediendo posiciones en beneficio de los instrumentos de teclado, especialmente del órgano, y de los de cuerda merced al perfeccionamiento constructivo desarrollado por los grandes lutieres cremoneses. Con ello, se va a posibilitar hacer en la música instrumental algo parecido con lo conseguido con la ópera y el oratorio, esto es, que una voz principal se integre en un acompañamiento. Con todo, el proceso será largo y mucho más complejo que en el terreno lírico. Como instrumento, será el órgano quien inicial y paulatinamente vaya tomando el protagonismo anterior del laúd y la vihuela. Uno de los primeros autores italianos más comprometidos con la música para instrumentos de teclado será el napolitano Giovanni Trabaci (1575-1647), aunque el mayor exponente y maestro de la época es sin duda alguna Girolamo Frescobaldi.

 Girolamo Frescobaldi nació en Ferrara posiblemente el 9 de septiembre de 1583 y tuvo como principales maestros en su niñez a su propio padre y al famoso organista Luzzaschi, quien guió musicalmente al joven Girolamo hasta que éste cumplió los veinte años. Ya en 1604, Frescobaldi ingresó en la Academia de Santa Cecilia de Roma en calidad de organista y cantante para posteriormente hacerse con el cargo de organista en la iglesia de Santa María de Trastevere. En 1607, Frescobaldi partió para Bélgica aunque un año más tarde retorna a Roma para instalarse como organista de San Pedro, cargo en el que permanecerá hasta el final de su vida si exceptuamos un paréntesis que pasó en Mantua y Florencia. A partir de 1630, el prestigio de Frescobaldi como teclista alcanzó la cima de su carrera y tuvo a aventajados alumnos como Froberger, Battiferi y Grassi. Sus creaciones para teclado fueron muy difundidas en su tiempo, especialmente en Venecia, y a su muerte, acaecida en Roma el 1 de marzo de 1643, su fama fue tal que hasta dos parroquias se disputaron sus restos. Finalmente, Frescobaldi fue inhumado en la iglesia de los Santos Apóstoles como el organista más famoso de su tiempo.

 Portentoso teclista, Girolamo Frescobaldi se convirtió en el primer compositor que afrontó los retos de desarrollar una narrativa musical a base de ir abandonando las viejas armonías griegas. Increíble improvisador, Frescobaldi produjo una obra que abarcó todos los géneros para teclado de su época — en su juventud también creó madrigales — y fue el auténtico pionero en desarrollar nuevas técnicas, siendo su influencia posterior amplia y duradera. Sirva desde aquí nuestro humilde homenaje a su figura.