NOTA: No confundir a Kurt Herbert Adler con su homónimo Kurt Adler (1907-1977), director de coro y pianista checo

 Fundada en 1923 por el italiano Gaetano Merola, la Ópera de San Francisco pasa por ser en la actualidad la segunda compañía lírica más importante de los EEUU, al menos, por su tamaño. En sus orígenes, la institución sirvió como marco de representaciones operísticas italianas dentro de una proyección mayormente regional y en la que se contaba con las jóvenes promesas del mundo de la lírica, muchas de las cuales llegarían a ser figuras internacionales poco tiempo después. Ubicada desde 1932 en el San Francisco War Memorial Opera House, la institución alcanzó una nueva dimensión a partir de la década de los años cincuenta del siglo pasado. Una concienzuda y renovada política de programación, una ampliación de la temporada y la presencia de los mejores cantantes del momento sirvieron para que la Ópera de San Francisco adquiriese un enorme prestigio internacional que aún se mantiene en nuestros días. Y el responsable de todo aquello no fue otro que el sucesor de Merola, el director austríaco Kurt Herbert Adler. Sus cerca de veintiocho años al frente de la Ópera de San Francisco representan uno de los períodos más brillantes de la historia operística de los EEUU.

 Kurt Herbert Adler nació el 2 de abril de 1905 en Viena, Austria, en el seno de una familia judía. Ya desde muy joven, Adler recibió una completísima formación tanto humanística como estrictamente musical en la Universidad de Viena, la Academia de Música y el Conservatorio, logrando unirse en 1925 al equipo musical del Teatro Max Reinhardt de Viena en calidad de repetidor para debutar allí mismo como director en 1930 y posteriormente en el Volkstheater. A partir de entonces, Adler inició la típica carrera de Kapellmeister que le llevó por numerosos teatros provinciales hasta que en 1936 fue elegido por Arturo Toscanini para ser su asistente en el Festival de Salzburgo. Sin embargo, los acontecimientos políticos que se estaban dando en Austria y Alemania condicionaron que Adler renunciara a su puesto en 1938, luego de haber actuado en Italia en más de una ocasión, para emigrar a los EEUU. Allí Adler sirvió como director de coro de la Ópera de Chicago hasta 1943, fecha en la que pasó con idéntico cargo a la Ópera de San Francisco. Tras pasar una serie de años a la sombra de Gaetano Merola, el entonces fundador y director de la institución, en 1953 Adler pasó a ocupar el cargo de director artístico una vez que Merola hubo fallecido. Cuatro años después, Adler fue ascendido a la dirección general de dicho teatro. Bajo su liderazgo, la Ópera de San Francisco se convirtió en una de las más prestigiosas instituciones operísticas de los EEUU merced al talento de Adler para atraerse a las emergentes figuras del momento, como Elisabeth Schwarzkopf, Birgit Nilsson, Boris Christoff o Georg Solti.

 Adler permaneció en dicho cargo hasta 1981, cuando tras su retirada activa de la Ópera de San Francisco fue designado director emérito de la institución. Nacionalizado estadounidense, Adler acometió una serie de reformas en el teatro que sirvieron para que adquiriese relevantes cotas internacionales. Así, añadió nuevos programas para atraer a un público más amplio, como el programa Brown Bag o las sesiones de primavera y verano. Además, duplicó la extensión de cada temporada gracias a una notable ampliación de los presupuestos. Si bien dirigía ópera con asiduidad, las tareas de Adler fueron centrándose cada vez más en el terreno administrativo. No tuvo ningún reparo a la hora de ofrecer un nuevo y variado repertorio, llegándose a estrenar bajo su mandato dos presentaciones mundiales y dieciocho primeras representaciones en los EEUU. Tras su retirada en 1981, Adler siguió vinculado a la música hasta su muerte, acontecida el 9 de febrero de 1988 en Ross, California. Tras su muerte, se instauró un programa de becas en la Ópera de San Francisco para jóvenes promesas que ha dado considerables frutos al panorama lírico mundial.

 Persona de carácter muy difícil, Kurt Herbert Adler se consagró tanto por ser un elegante y fino director operístico como por sus excepcionales cualidades para gestionar una institución que pasó de ser un humilde teatro provincial a convertirse en uno de los coliseos operísticos de mayor proyección internacional de su tiempo. Tuvo además la virtud y el mérito de atraerse a las más prometedoras figuras líricas de su época con unos salarios que eran bastante inferiores a los que se ofrecían en Nueva York o Chicago. Director del todo innovador en tareas de programación, Adler no dudó en presentar producciones de Shostakovich (Katerina Ismailova) y Richard Strauss (La mujer sin sombra) que jamás se habían escuchado en América y, en una memorable frase, declaró que la tradición es el recurso facilón de aquellos directores que carecen de dinero, tiempo y ganas para abrirse a un concepto artístico más innovador. Adler fue un director íntegro, y a veces brutal, que estaba al tanto de todos los detalles de una representación operística. Nunca se amilanó ante los caprichos de algunas divas y divos de la interpretación lírica y evitó siempre a los aduladores. Sin embargo, tuvo un sentido de auténtica lealtad hacia sus cantantes que fue envidiado por otros colegas de su generación. Con todo, y pese a que su producción discográfica se encuentra muy fragmentada, hoy en día se considera a Kurt Herbert Adler como una de las figuras capitales del desarrollo operístico en los EEUU.

 De entre la producción discográfica debida a Kurt Herbert Adler podemos mencionar las siguientes grabaciones (advertimos que los distintos enlaces que vienen a continuación no tienen porqué corresponderse necesariamente con la versión citada pero sí con la obra mencionada): Minuit de Adams junto a Luciano Pavarotti y dirigiendo la Orquesta Sinfónica Filarmónica (DECCA 1170002); Agnus Deo de Bizet, junto a Luciano Pavarotti y dirigiendo la Orquesta Sinfónica Filarmónica (DECCA 4758383); selección de arias de Donizetti junto a Luciano Pavarotti y dirigiendo la Royal Philharmonic (DECCA 430716); selección de Andrea Chénier de Giordano junto a Tucker y Borkh, y dirigiendo la Hollywood Bowl Orchestra (ORFEO 714061); I Pagliacci de Leoncavallo, junto a Albanese, De Paolis, Valentino y Jobin, y dirigiendo la Orquesta de la Ópera de San Francisco (GUILD 2287); selección de arias de Puccini junto a Leona Mitchell y dirigiendo la Orquesta Sinfónica Filarmónica (DECCA 122702); y, finalmente, selección de arias de Verdi interpretadas por distintos cantantes y dirigiendo la Royal Philharmonic (PONTO 1050). Nuestro humilde homenaje a este gran director operístico.