Una de las más célebres leyendas populares españolas, aunque cuenta con abundante documentación histórica, es aquella que alude a una isla que aparece y desaparece en el archipiélago de las Islas Canarias y que se conoce como la Isla de San Borondón, deformación fonética que hace referencia a la vida y milagros de Brandan de Clonfert, famoso monje irlandés cuyo relato sobre un viaje que hubo de emprender — Navigatio Sancti Brandani — se extendió durante siglos por toda Europa. Según el mencionado libro, Brandán acometió el viaje un 22 de marzo de 516 de nuestra era, acompañado de otros 17 monjes, para tratar de dar con el punto exacto en donde se encontraba el bíblico Paraíso Terrenal. Tras una larga travesía, Brandán afirmó que la expedición llegó a un mar repleto de islas que, posteriormente, se ha querido identificar con las costas canadienses de Terranova (Aunque también con las Antillas caribeñas o con las Islas Canarias). El caso fue que la comitiva decidió concelebrar una misa de acción de gracias sobre una extraña isla que a la postre resultó ser una ballena… De ahí surgió una leyenda que afirma que existe una isla sobre el Océano Atlántico que aparece y desaparece caprichosamente. San Brandán llegó a ser el santo patrón de los marinos según la hagiografía católica y su festividad se celebra el 16 de mayo. Posteriormente, su figura fue eliminada del santoral bajo el pontificado del papa Pablo VI. En realidad, los estudios más recientes parecen confirmar que Brandán fue un monje misionero que viajó efectivamente hasta zonas próximas a Islandia e incluso Groenlandia. Gran parte del relato presenta una clara figuración de tipo fantástico muy propia de la literatura de aquellas épocas. Brandán falleció en Irlanda en una fecha aproximada al año 578.

 Pero el relato del monje irlandés sirvió de base para explicar un curioso fenómeno que se daba — y parece seguir dándose — en la zona del archipiélago canario. A lo largo de la historia, muchos testigos afirmaron haber visto una isla que aparecía y desaparecía en el extremo occidental del archipiélago canario, concretamente entre las islas de La Palma, La Gomera y El Hierro. A tal hipotética isla se la bautizó con el nombre de Isla de San Borondón en homenaje al autor del referido relato de viajes. La cuestión es sumamente intrigante ya que desde el siglo XV, centuria en donde las islas fueron conquistadas para la Corona de Castilla, se escucharon numerosos relatos de navegantes acerca de una «octava isla canaria» que circunstancialmente aparecía como envuelta entre brumas para posteriormente desaparecer. Incluso algún navegante de la época juró haber desembarcado en la misma y haberla explorado antes de que volviera a «hundirse». Lo más impactante es que en algunos documentos oficiales del Reino de Castilla de aquella época se hace referencia a las Islas Canarias como «Las islas descubiertas y las que aún quedan por descubrir…». Durante los siglos XVI, XVII y XVIII se organizaron distintas expediciones de exploración para descubrirla e incluso Leonardo Torriani, a la sazón ingeniero encargado por el rey Felipe II para fortificar las Islas Canarias, describe las dimensiones de la fantasmagórica isla y llega a aportar documentos de marineros que arribaron a la misma como prueba de su existencia. Lo realmente curioso es que, siglos antes, numerosos mapas cartográficos medievales hacían referencia a dicha isla. Así, en el Planisferio Ebstorf de 1234 se menciona «una isla perdida que San Brandán descubrió pero que hasta ahora nadie ha vuelto a encontrar». Otros mapas medievales — Pizzigano (1367), Weimar (1424), Beccari (1435) y Toscanelli (1467) — hacen también referencia a dicha isla. El propio Cristóbal Colón, en su diario de a bordo, afirma que la tripulación divisó una isla que posteriormente desapareció y que no volvieron a localizar. La anotación de coordenadas del almirante genovés coincide exactamente con los mayoritarios testimonios de localización de la isla. Uno de los testimonios más célebres es el narrado por el navegante luso Pedro Vello en 1570. Según Vello, dos hombres y él mismo consiguieron desembarcar en la isla huyendo de una formidable tempestad. Describe la isla como repleta de limpios y cristalinos arroyos en donde pastaban cabras, ovejas y vacas. Incluso logra observar una cruz cristiana incrustada en un árbol. Vello prosigue su relato detallando que volvió a reembarcarse — sin sus dos compañeros — y que, despejadas las inclemencias meteorológicas, le resultó del todo imposible volver a divisar la misteriosa isla.

 En 1721, aparecen continuamente por las playas de El Hierro y La Palma una serie de restos vegetales y hortofrutícolas desconocidos hasta entonces. Paralelamente, los testimonios sobre nuevos avistamientos oculares desde las playas de las referidas islas se multiplican hasta el punto de que el Capitán General de Canarias, don Juan Mur y Aguirre, organiza una expedición en busca de la traviesa isla de San Borondón. Al frente de la misma se hallaban el capitán Gaspar Domínguez y los frailes Francisco de Cristo y Pedro Conde. Sin embargo, la expedición resulta del todo infructuosa. Luego de nuevas expediciones realizadas en 1802 y 1865, en 1936 sucede un acontecimiento realmente extraordinario: Tres individuos de edades comprendidas entre los 31 y los 48 años — Aristán, Demetrio y Bastiano — salen a la mar en una pequeña y modesta embarcación con el objetivo de recorrer La Palma, La Gomera y El Hierro, tres islas aún desconocidas para ellos. Durante una tremenda tormenta nocturna que se cobra la vida de Bastiano al precipitarse en el mar — al parecer iba borracho — la embarcación es violentamente desplazada por una corriente marina hasta que, finalmente, reposa a la misma en aguas del todo tranquilas. Allí contemplaron una isla repleta de pequeñas parcelas y de misteriosas sombras que no se correspondían con nada hasta entonces conocido. De forma insólita, escucharon un anónimo y atronador mensaje que parecía proceder del mismo cielo: –«Bienvenidos a Aprósitus»–  Este episodio, que alberga serias dudas sobre su veracidad, fue relatado por don Pedro González Vega en 1989 en su libro El mensaje de San Borondón. Al parecer, el autor acompañó de niño a los otros personajes en un nuevo viaje a la isla. En dicho libro, el profesor González Vega declara además, con absoluta convincencia, que esa isla «es una base móvil en donde residen los descendientes de la mítica Atlántida». Los posteriores relatos sobre las condiciones de vida de esos «seres» resultan tan imaginariamente exóticos como la propia y fantasmagórica isla en cuestión. Un famoso y colectivo avistamiento OVNI ocurrido en las Islas Canarias una década antes — ciertamente, los intentos oficiales de atribuir dicho avistamiento a unas supuestas maniobras militares con misiles del ejército norteamericano resultaron del todo bochornosas — fue relacionado, en alguna medida, con la hipotética conexión extraterrestre que se mantenía en la isla de San Borondón (Por cierto, quien fue primero cliente y luego amigo íntimo de quien escribe esta entrada, un curioso personaje que pululaba por el bar de mi padre y cuyo trabajo en el antiguo Centro de Estudios para la Información de Defensa (CESID) fue por mí conocido de una forma totalmente increíble — no me preguntéis cómo que no lo voy a revelar — me garantizó que aquello del Ovni de Canarias… Fue algo más que un OVNI y que trajo en jaque a las autoridades militares españolas. Y no precisamente por el origen «americano o soviético» de aquello…)

 En 1958, el diario ABC publica una foto que muestra la supuesta isla de San Borondón. La instantánea, poco nítida, fue tomada por el fotógrafo Manuel Rodríguez Quintero desde los Llanos de Aridane. Ya en 1983, la cantante Julia León afirma haber visto una isla durante dos horas desde un enclave de La Palma en un lugar donde anteriormente sólo se contemplaba el relajante e infinito horizonte del mar… Pero, sin lugar a dudas, un enigmático episodio ocurrido a principios de la década de los años noventa del pasado siglo volvió a alimentar las sospechas sobre la tan cacareada y misteriosa isla. En marzo de 1992, una embarcación tipo Jet-Foil de la compañía Transmediterránea que hacía un trayecto regular entre las islas de El Hierro y La Palma choca en pleno mar, y en las coordenadas aproximadas en donde según todos los testimonios se encuentra la misteriosa isla, contra algo «tan indeterminado como invisible». Se habló de que una ballena se había interpuesto en la trayectoria de la veloz embarcación de colchón de aire pero lo cierto fue que no se halló rastro alguno de sangre u otro tipo de resto orgánico ni en la zona dañada del barco ni en las proximidades en donde tuvo lugar un accidente que causó 19 heridos leves. Las especulaciones sobre la extraña isla volvieron a adquirir gran notoriedad. Actualmente, circula algún que otro vídeo en la red en donde parece vislumbrarse la isla. Además, en el año 2000 se hizo público un archivo fotográfico de Edward Harvey durante una expedición efectuada en la isla en 1865 y que culminó con la llegada a las costas de la misma. Las instantáneas tomadas del interior de la isla han de ser observadas con la mayor de las cautelas. Sea lo que fuere, la isla de San Borondón constituye un enigmático caso del que aún no se han despejado todas las dudas. Juzgad vosotros/as mismos/as.