Hosni Mubarak

 No acabo de entender, admirado Rais, como usted lidera un partido político que se autodefine como nacional y democrático; lo de «nacional» es del todo comprensible, claro está; pero eso de «democrático» me da a mí que no está muy claro. Y digo esto, venerado Rais, porque lleva usted ocupando el sillón presidencial de Egipto nada menos que desde 1981, cuando aquel espeluznante atentado que acabó con la vida de Sadat y del que usted, sentado a su izquierda, se salvó gracias a la divina intervención de Alá. Cierto es que usted es un gobernante prudente y sabio, un hombre de estado que se ha caracterizado por intentar apaciguar cualquier conflicto y que se ha ganado el respeto de un socio tan importante como EEUU. Además, nadie puede negar que haya recuperado para Egipto el privilegiado status que tradicionalmente le corresponde dentro del mundo árabe. Ahora bien, eso de que a la hora de convocar elecciones no se permitan candidatos alternativos, al menos hasta 2005, no parece que sea un ejemplo de democracia, tal y como así se define su partido. Porque, vamos a ver, si de 444 escaños en juego su formación acapara 317 — sin contar con los 113 de independientes que «curiosamente» se adscriben a su formación una vez celebrados los comicios — no parece que eso sea muy legítimo, ¿No cree usted? Mucho se habla ahora de que usted está buscando un sucesor, dada su edad avanzada. Yo creo, estimado Rais, que si usted permite que sea el soberano pueblo de Egipto quien decida quién ha de ser su sucesor, habrá usted hecho mucho por su país, por el mundo árabe y por la Democracia. Yo, al menos, así lo veo. Que la barak le ilumine, querido Rais, y que siga gozando de tan robusta salud. Por lo que veo en las fotos, está usted hecho un roble de sano. Que así siga. Pero no olvide mi humilde consejo, por favor.