Rembrandt Mujer bañándose

* Óleo sobre tabla
* 61 x 46 Cms
* Realizado en 1654
* Ubicado en la National Gallery de Londres

 Los fundamentos de Rembrandt se encuentran en la ciudad de Leyden, lugar de su nacimiento, un enclave que desplegó un importante proceso cultural merced a su importante Universidad, en donde se desarrollaron aspectos literarios y científicos que incidieron especialmente en la creación de un talante filosófico y humanista. Por ello, no es arriesgado considerar que el profundo y reflexivo espíritu pictórico de Rembrandt hubiera de nacer en el ambiente intelectual de Leyden, toda vez que llegó a estar matriculado como alumno de Humanidades en 1620, estudios que abandonó al año siguiente para dedicarse de pleno a la pintura. Mas ese contacto fue del todo suficiente para que Rembrandt adquiriese una clara conciencia de la superioridad de los valores espirituales sobre los materiales, sobre la fugacidad del tiempo y la vanidad de las riquezas, sobre el análisis humanístico que insta a vivir en paz.

 En todas las obras de Rembrandt existe siempre una profunda meditación sobre el tema a desarrollar en el lienzo, lo cual le permite obtener sentimientos y líricas emociones que frecuentemente se tiñen de melancolía. De esta manera, sólo un hombre como Rembrandt, acostumbrado a dialogar consigo mismo, pudo llegar a realizar tantos autorretratos — en ocasiones, más de uno por año — aunque no con un deseo de vanagloria o de autocomplacencia, sino más bien como terapia a través de la cual descargaba sus tensiones emocionales. Rembrandt se convirtió en el retratista de moda en Amsterdam, ciudad en la que incipiente burguesía llegaría a ser su principal clientela. Pero sus retratados no tendrán una actitud ostentosa como inicialmente cabría esperar, sino una presencia meditativa y contenida, situando a sus personajes en una densa penumbra de la cual emergen intensamente iluminados. Por lo que respecta a retratos de grupos, la capacidad y penetración psicológica de Rembrandt no va a disminuir por dispersar su atención entre varios personajes. Al contrario, Rembrandt va a captar el instante preciso de las actitudes más naturales, con independencia de la temática, mostrando por regla general una coordinación excepcional de gestos y expresiones psicológicas de los distintos integrantes.

 Por su forma de entender la pintura y de reflexionar ante ella, Rembrandt es uno de los pocos artistas de la historia que puede ser señalado como depositario del espíritu de la genialidad. Por ello sus obras causan una admiración intemporal como consecuencia de la emotiva profundidad de su contenido, amén de por la impecable factura técnica con que están ejecutadas. Rembrandt siempre utilizó una pasta pictórica espesa, densa, rugosa y rica en texturas, que provoca que el lienzo vibre intensamente en su superficie y que refuerza el impacto de sus temas. Para intensificar sus efectos dramáticos, utilizó siempre el claroscuro de una manera muy particular, haciendo emerger intensamente iluminados de la penumbra ambiental que inunda sus composiciones a los distintos personajes que las protagonizan. Es por ello que Rembrandt, por su espíritu y técnica, es uno de esos pintores que saben otorgar a sus obras un fuerte sentido emocional que irremediablemente se proyecta en el ánimo del espectador que las contempla.

 La elaboración de Mujer bañándose se corresponde con una época en que la situación económica de Rembrandt era cada vez más angustiosamente precaria. El artista se había casado en segundas nupcias con Hendrickje Stoffels y ello determinó que fuese privado de la herencia de su primera esposa, Saskia, fallecida siete años antes, en favor de Titus, el hijo de ambos. Además, los encargos comenzaron a disminuir considerablemente y el pintor tuvo que colocarse como un simple empleado en una tienda de arte. En Mujer bañándose se da una paradoja tremenda: Dentro de la aparente monocromía de la obra, una contemplación pormenorizada y atenta nos hace descubrir tal riqueza cromática que hace palidecer trabajos anteriores. El cuadro, ejecutado con una pincelada ancha y suelta, nos hace recordar un tanto a Tiziano aunque, si bien los desnudos del veneciano demuestran un mayor dominio técnico en lo pictórico, los de Rembrandt los superan por la atmósfera en que se hallan inmersos. Aunque Rembrandt destacó en su faceta como pintor de temas bíblicos — especialmente del Antiguo Testamento — el título de esta obra no remite a una figura concreta, como pudiera ser Susana o Betsabé. Es más, la calidez e intimidad sugieren que Hendrickje fue realmente la modelo. En Mujer bañándose la figura está absorta por completo en la sensación del agua fría que baña sus pies y piernas, no concediendo ninguna atención al espectador. Para realizar el claroscuro, Rembrandt se sirve de una aparentemente limitada paleta que trabaja sobre un fondo marrón oscuro para dar la sensación de que la figura sale de la oscuridad de la luz. Como ya hemos señalado, las pinceladas, del todo visibles, son increíblemente rápidas y libres, sobre todo en el tejido arrugado del ropaje que logra un magnífico contraste con la textura mucho más suave de la piel. Por lo que respecta a la iluminación, ésta es del todo teatral, bañando la figura desde la parte superior izquierda y en donde apenas destacan el traje color rojo abandonado en la orilla. Una de las mayores virtudes de este excepcional óleo es que, por extraño que pueda parecer, el espectador no se siente en ningún momento alejado de la figura, siendo esta característica uno de los grandes misterios de la pintura de Rembrandt. Desgraciadamente, la obra de Rembrandt fue perdiendo interés entre la clientela al estar «pasada de moda» y, dos años después de pintar este cuadro, el inmortal artista holandés se arruinó y vivió en la pobreza hasta el día de su muerte.