el-horror

 Una vez más nos vemos obligados a contemplar estas patéticas imágenes que se quedarán por siempre grabadas en nuestras retinas. De las 25 personas que perdieron la vida al naufragar esa patera junto a las costas canarias, 20 correspondían a menores de edad, como el joven que ilustra esta espeluznante foto. Tan reiterados llegan a ser estos episodios que parecen no provocar sino un silencio en las privilegiadas personas que hemos tenido la suerte de nacer en un país tan cercano y a la vez tan distante. En la medida en que formo parte de esta sociedad, presuntamente del bienestar, asumo mi porción de culpa cada vez que un suceso de estos tiene lugar. Me repugna pensar que mis cotidianos problemas son una completa gilipollez comparados con las carencias más básicas y elementales que sufren millones de personas en este globalizado mundo, millones de seres cuyo único delito es haber nacido en un lugar y bajo unas circunstancias del todo desfavorables, millones de seres que por el hecho de nacer de su padre y de su madre han de tener las mismos derechos y oportunidades que cualquier otra persona y que, sin embargo, no son sino unos desgraciados con la única pretensión de poder sobrevivir día a día en un mundo que se presenta ciego y sordo a sus súplicas.

 Estos seres que se han ahogado a tan solo a veinte metros de la costa, como si de una cruel y terrorífica maldición se tratase, partieron desde Tánger. La bella e inolvidable ciudad norteafricana ya fue testigo en su tiempo del éxodo obligado de tantos y tantos tangerinos que partieron rumbo a España, Francia, América, Israel u otras partes del mundo y que dejaron tras de sí el recuerdo de su tierra, vecinos e infancia en la búsqueda de un desarrollo personal que Tánger ya no estaba en condiciones de ofrecer. Ahora, muchos años después, Tánger contempla con desolación como parten las ignominiosas embarcaciones rumbo a la muerte, rumbo a un destino que jamás habrá de llegar y que sepultará el océano bajo su inmenso manto de frialdad.

 Mientras que una sola persona tenga la necesidad de abandonar su tierra de origen por algo tan simple como el hecho de poder subsistir, este mundo no podrá considerarse como justo. Mientras que la vida sea una especie de lotería donde el mero hecho de nacer en un lugar u otro condicione el posterior desarrollo de cada persona, este mundo estará mal planteado. Mientras que el cadáver de un niño sea rescatado de las aguas, a semejanza del que ilustra la imagen, en su desesperado intento de alcanzar una tierra donde poder labrarse un porvenir sin pasar calamidades, este mundo será un puro camelo.