El estudio de la teoría de la música, de la armonía, de la fuga y contrapunto, del análisis, de la orquestación e instrumentación, de la estética, de la historia de la música… Son aspectos esenciales para tratar de asimilar la obra de una serie de privilegiados que prescinden, generalmente, del uso de la palabra para expresar sus emociones. Los directores de orquesta han de dominar todas estas materias y manejarse con académica soltura en al menos dos instrumentos musicales. Pero, aunque parezca una obviedad, deben amar la música y por lo tanto han de ceder todo el protagonismo a la misma. Existen muchos directores que se limitan a ejecutar pero no a interpretar; algunos sólo se preocupan de conseguir un embriagador perfeccionismo que en absoluto tiene en cuenta el fundamento de la obra y que únicamente se justifica por su irresistible deseo figurativo y mediático a la hora de alzarse sobre el podio. Eso no es amar la música sino servirse de la misma. Todo director de orquesta que se precie ha de intentar descifrar la clave del mensaje que el compositor nos ha brindado en un papel pautado y lograr edificar esa circunstancia con arreglo a las pautas creativas. E incluso debe ir aún más allá: La dirección orquestal es un episodio fundamental de transmisión; pero ello conlleva un ideal de estética abierto a cualquier subjetiva ponderación que sirva para aumentar la belleza expresiva de lo que el compositor dejó anotado en la partitura. Grandes genios de la batuta tuvieron la complicada labor de traducir un sentido metafísico de la obra creada que va mucho más allá del compromiso inicial de su creador. Sergiu Celibidache fue, posiblemente, quien mejor comprendió esa trascendente labor.

 Sergiu Celibidache nació el 28 de junio de 1912 en Roman, una ciudad muy al este de Rumanía, aunque su infancia y su niñez la pasó en la localidad de Iaçi (Algunas biografías atribuyen erróneamente este enclave como el del nacimiento de Celibidache). Tal vez como inconfundible rasgo genético de su raza gitana, desde muy tierna edad demuestra un talento instintivo para la música y en consecuencia recibe sus primeras lecciones de piano. Completa su formación académica en Iaçi estudiando matemáticas y filosofía, materias que alterna con la propia formación musical. Comenzó trabajando como pianista en una academia de baile en Bucarest y su amor hacia la música le hizo partir rumbo a París y Berlín donde, aparte de profundizar en los estudios de composición y dirección, perfeccionó las materias de filosofía y matemáticas. Se doctoró en filosofía con un trabajo que abordaba la técnica compositiva del conocido autor medieval Josquin des Pres. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Celibidache se encuentra en Berlín y, gracias a numerosas apariciones en radio, es bien conocido en los círculos musicales berlineses. En 1946 es elegido titular de la Filarmónica de Berlín tras la repentina muerte de su predecesor, Leo Borchard, y con un contrato un tanto humillante: Sería director mientras que Furtwängler estuviera aún incapacitado para dirigir como consecuencia de la «desnazificación» que se vivía en Alemania en aquellos tiempos. Celibidache conquistó al público berlinés con su estilo efectivo y vigoroso, además de a una orquesta que admiraba sus dotes como artista. Pero al mítico Furtwängler se le levantó la sanción y bajo ningún concepto estuvo dispuesto a renunciar a la jefatura, ni mucho menos compartida, de «su» orquesta berlinesa. Celibidache se largó desilusionado y dio la espalda a muchos homenajes y condecoraciones con las que fue agasajado. No tardó en volver ese desencanto alemán: En 1954 fallece Furtwängler y el nombre de Celibidache suena como más que probable director titular. Tras tensas votaciones y reuniones en el más estricto secreto, la agrupación berlinesa se decanta finalmente por Herbert Von Karajan, aunque por una exigua diferencia de votos (Según otras versiones, a su favor sólo votó el concertino). Tres décadas más tarde se repite la historia cuando se empieza a especular con el nombre del sucesor de Karajan. A esas alturas, Celibidache ya ni se lo toma en serio…

 Después de 1950 Celibidache trabaja como director invitado en numerosas orquestas del mundo y sólo en 1961 acepta el puesto de titular en la Orquesta de la Radio Sueca de Estocolmo. Durante aquellos años polemiza en numerosas entrevistas poniendo en cuestión la calidad de muchas orquestas alemanas, pese a que en 1972 ingresa como fijo en la Orquesta Sinfónica de la Radio de Stuttgart. Es preciso señalar que Celibidache evitó siempre el trabajo de continuidad con las llamadas orquestas de élite aunque hay que tener en cuenta que la tenaz resistencia que siempre opuso el maestro rumano a la hora de grabar discos fue también «tomada en consideración» con los directivos de las principales agrupaciones sinfónicas en sintonía con los mandamases de la industria discográfica. Sin embargo, en 1979 se pone al frente de la Orquesta Filarmónica de Munich, sucediendo Rudolf Kempe, fallecido en 1976, y se convierte en una figura de culto por los exigentes círculos filarmónicos de la ciudad bávara. Logra eclipsar a figuras reputadas como Wolfgang Sawallisch, a la sazón director de la Ópera de Munich, y a Sir Colin Davis, titular de la otra y más prestigiosa orquesta muniquesa, la Sinfónica de la Radiodifusión Bávara. Sus conciertos, pese a lo reducido del repertorio, eran esperados con una expectación casi religiosa y logra impulsar a la Filarmónica de Munich a la altura de las mejores orquestas alemanas del momento. Celibidache no sólo consiguió «reeducar» musicalmente a los miembros de la agrupación muniquesa sino que también mejoró sus condiciones de trabajo y consiguientemente sus retribuciones económicas. Esto sirvió para que muchos de esos músicos se concentrasen exclusivamente en la orquesta y abandonasen otras actividades musicales suplementarias. Pero este sabio proceder trajo la inesperada crítica del público: Se le reprochó, torpemente, que su gestión hizo elevar los gastos de la orquesta a niveles inaceptables. Ya se sabe lo que ocurre cuando el poder político entra en escena en el mundo de las artes. También tuvo problemas legales con algún que otro profesor de la orquesta, como el famoso pleito que mantuvo contra la trombonista Abbie Conant y que, tras doce años de batalla jurídica, se saldó con el triunfo de la solista y su posterior rehabilitación. Conant se tomó posteriormente la venganza y acusó de sexista al veterano maestro rumano. Ya muy mermado de salud, Celibidache es obligado a guardar reposo en 1995 aunque retoma la batuta al año siguiente y ofrece su último concierto con la Filarmónica de Munich en junio. El 14 de agosto de 1996 fallece en las cercanías de París, concretamente en Le Neuville sur Essonne.

 Celibidache fue un excéntrico, un divo, una personalidad cautivadora, insustituible y única. La música para él era algo completamente intelectual y a la vez sensual. Enseñó regularmente en Mainz y los numerosos cursos y clases magistrales que impartió fueron de libre asistencia y con entrada gratuita. Era un perfeccionista del género y ello puede explicar porque nunca se introdujo de lleno en la ópera, un mundo ambiguo donde el director no es el único responsable. Su repertorio no fue muy extenso aunque sí muy diversificado: Mozart, Beethoven, Brahms, Berlioz, Dvorak, los sinfonistas rusos y Ravel. En su última etapa abordó a Bruckner de manera magistral y antológica. La llamada música moderna no ocupó en sus programas un lugar especialmente privilegiado. Sus últimas intervenciones en el podio, generalmente sentado, nos permiten contemplar a un director contenido, concentrado, parco en movimientos y, sobre todo, elocuente.

 Para Celibidache la música no presenta una naturaleza estática, sino que se encuentra en evolución aun sin alcanzar una forma definitiva de existencia. El acto de dirigir una orquesta no consiste en crear música; más bien consiste en determinar las condiciones para que el oyente pueda trascender el sonido. La música es todo lo contrario a un pretendido lenguaje: No tiene lógica y por ello resulta enteramente verdadera. Con excepción de Mozart, músico al que Celibidache califica de «inexplicable», los compositores no tienen la capacidad de comprender la verdadera amplitud del fin creativo. El acto de crear música es similar al acto de pensar — concepto muy influido por la filosofía oriental — y por ello no tiene una naturaleza material. La belleza de la música no radica en su estética, sino en su condición de verdadera. Celibidache fue seguidor de Sai Baba y con ello negaba la posibilidad — aspecto inconfundiblemente gnóstico — de acceder a la realidad a través del lenguaje hablado o escrito. Sus clases en la Universidad de Maguncia, en donde ejercía como catedrático de fenomenología de la música, fueron la única referencia que dejó de sus teorías conceptuales acerca de la música.

 Los tempi empleados por Celibidache, muy criticados por excesivamente lentos en la última fase de su vida artística, desentrañan una gran arquitectura interior de equilibradas proporciones, chispeante y sólida. El maestro rumano no dudaba en calificar de idiotas a quienes trataban de enclaustrar la medida del tiempo en un odiado aparato llamado metrónomo, «el artilugio más inútil que se ha creado jamás». El tiempo tomado como objeto no existe. El tempo es un agente indispensable para extraer la multiplicidad de los fenómenos que encierra la música. A mayor multiplicidad, más lento ha de ser un tempo entendido desde su dimensión física. Empero, el tempo no puede ser ni lento ni rápido ya que no es una magnitud físicamente mensurable. Para Celibidache, incluso los más influyentes críticos musicales confunden estúpidamente tempo con velocidad al tratar de determinar el primero mediante una medida física. Se cuenta que en una ocasión preguntó a Furtwängler: –«Maestro, ¿Cuál es el tempo ideal para ese pasaje?» — a lo que el inmortal director alemán respondió: –«Depende de cómo suene más bello. Sólo así te indicará qué tempo emplear. Yo no puedo mostrar toda la belleza que encierran los adagios sinfónicos de Beethoven si empleo una velocidad mayor… ¡Y aún me gustaría ejecutarlos tres veces más lentos! La gente no se daría ni cuenta ante tal demostración de torrente expresivo»– Celibidache tomó buena nota de Furtwängler.

 Celibidache nunca tuvo inconveniente para hacer ostentación de su talento, ni mucho menos, y ello le convirtió en enemigo «de facto» de muchas celebridades de su época. Nunca tuvo reparos para descalificar gravemente a Karajan, Sawallisch o al mítico Knappertsbusch con total naturalidad. De Arturo Toscanini se refería como «un idiota que gobernó por sesenta años». Al bueno de Karl Böhm le hizo tal menosprecio que el director de Graz declaró que «no dirigiría nunca a la orquesta muniquesa, al menos en un previsible futuro». Los críticos musicales tampoco escaparon de sus diatribas: Uno de los más afamados críticos alemanes, Joachim Kaiser, fue blanco permanente de sus más mordaces ataques. De esta forma, no sorprendió en absoluto que en 1984, durante una enfermedad y posterior convalecencia que le obligó a renunciar a muchos de sus conciertos, muy pocos directores se «atrevieran» a ocupar el atril temporalmente vacante. Pero Celibidache tampoco ocultó sus simpatías: Leonard Bernstein fue su director más admirado. Y dicen que también Lorin Maazel. Pese a la antaño controversia burocrática con Furtwängler, el maestro rumano estuvo siempre enmarcado en esa línea de romántica libertad interpretativa en la que el mítico director alemán era el referente. Frente a ellos, la otra escuela clásica de fidelidad absoluta, representada por Toscanini, y seguida por Scherchen y Leibowitz (También magistrales directores, por supuesto) suponía el contrapunto.

 El 10 de octubre de 1991 Celibidache ofreció una conferencia en la Residencia de Estudiantes de Madrid. No dejó títere con cabeza y pareció congratularse con las distintas preguntas que le hicieron para que diera su opinión sobre otros colegas e intérpretes. Calificó a Anne-Sophie Mutter como de «gallina que toca el violín». Sobre Itzhak Perlman dijo: –«Yo aposté por él antaño. Pero hace dos años volví a actuar con él y fue un verdadero desastre. La diferencia es que cuando empezó no tenía ni para comprarse un par de pantalones y la última vez que actué junto a él ya disponía de una abultada cuenta corriente»— Siguió con Toscanini: –«Ha sido el peor músico de todos los tiempos. Confundió la dicción con el valor de la idea. Y sin embargo consiguió ser el mayor protagonista… ¡Él, que era un completo ignorante! ¿Pero para quién diablos fue protagonista?»– Le llegó el turno a Karajan: –«Tuvo un talento fuera de lo común… Pero no le sirvió de nada a la música. Tuvo poco de músico y mucho de ministro de Exteriores ¿Alguien concibe que en su contrato para actuar en Japón solicitase, aparte de una visita al emperador, doce motocicletas escoltando al coche que le transportaba? Para vomitar»– Su «admirador» Barenboim tampoco se libró: –«No logra extraer como director las sonoridades que consigue como pianista. Pero además tiene un grave problema personal: No sabe decir NO»–  Llegó también su opinión sobre los compositores: –«Bruckner ha sido el más grande sinfonista de todos los tiempos. Mahler, el más ignorante…»– No faltaron piropos para el flamante Auditorio Nacional de Música de Madrid: –«La acústica de esta sala es cursi, poco cruda, gritada en voz alta, sin contenido»– opinión con la que no puedo estar más de acuerdo. Celibidache finalizó su discurso haciendo referencia a su aversión por los registros discográficos: –«Las grabaciones nos han sumido en un gran vacío. La música no es sonido, sino que éste, en condiciones especiales, se puede volver música. El disco sólo representa la posibilidad de cantar lo incantable. Toda la perfección de los medios técnicos no ha bastado para hacer comprender lo que se puede y no se puede hacer»– Al despedirse nos regaló un inédito detalle: –«Espero que mis amigos Bernaola, Rubio y García Asensio me lleven a comer angulas…»

 Sergiu Celibidache fue un caso paradigmático de director contrario a realizar grabaciones discográficas. Dos años después de su muerte, su viuda y su hijo decidieron dar luz verde a la publicación de ciertas grabaciones de concierto — y también a sus pingües beneficios económicos — que se sumaron al material pirata que ya por entonces circulaba de mano en mano. Estas grabaciones no siempre representan lo que Celibidache estaba tratando de realizar pero aún así resultan del todo interesantes. Algunas son realmente magníficas. Podemos citar — y somos conscientes de que así traicionamos en buena medida el espíritu de Celibidache — las siguientes (Los distintos enlaces que vienen a continuación no tienen porqué corresponderse necesariamente con la versión citada pero sí con la obra mencionada): Sinfonía nº5 de Beethoven, dirigiendo la Filarmónica de Munich (EMI 56521); Sinfonía nº9 de Beethoven, dirigiendo la Filarmónica de Munich (EMI 56842 – Ensayo de la obra en este enlace); Concierto para violín de Beethoven, acompañando a Wolfgang Schneiderhan y dirigiendo la Sinfónica de la Radio Italiana de Roma (ARCHIPEL 421); Sinfonía Fantástica de Berlioz, dirigiendo la Sinfónica de la Radio Italiana de Turín (OPUS ARTE 977); la integral sinfónica de Brahms, dirigiendo la Sinfónica de la Radio de Stuttgart (DG 459635); Concierto para piano nº2 de Brahms, acompañando a Barenboim y dirigiendo la Filarmónica de Munich (Edición en vídeo); Sinfonías nº4, 5, 6, 7, (otro vídeo con la Filarmónica de Berlín8 y 9 (y ensayo) de Bruckner, dirigiendo la Sinfónica de Radio Stuttgart (DG 345002); Misa nº3 en fa menor de Bruckner, acompañando a Soffel, Price, Hölle y Straka, y dirigiendo la Filarmónica de Munich (EMI 56702 – y ensayo); Te Deum de Bruckner, acompañando a Price, Helm, Borchers, Hakan y Soffel, y dirigiendo la Filarmónica de Munich (EMI 556688); Sinfonía nº5 de Chaikovski, dirigiendo la Filarmónica de Munich (EMI 56522); Sinfonía nº6 de Chaikovski, dirigiendo la Filarmónica de Munich (EMI 56523); Concierto para piano nº1 de Chaikovski, acompañando a Barenboim y dirigiendo la Filarmónica de Munich (EMI 57417); Nocturnos de Debussy, dirigiendo la Filarmónica de Berlín (TAHRA 376); Images nº2: Iberia de Debussy, dirigiendo la Filarmónica de Munich (EMI 757419); Sinfonía nº9 de Dvorak, dirigiendo la Filarmónica de Munich (Edición en vídeo); Danza eslava nº8 de Dvorak, dirigiendo la Sinfónica de Londres (Edición en vídeo); Concierto para violoncelo de Dvorak, acompañando a Pierre Fournier y dirigiendo la Filarmónica de Londres (URANIA 108); Rapsodia rumana nº1 de Enescu, dirigiendo la Filarmónica de Bucarest (Edición en vídeo); Requiem de Fauré, acompañando a Price y Titus, y dirigiendo la Filarmónica de Munich (EMI 57851 – y ensayo); Metamorfosis sobre un tema de Von Weber de Hindemith, dirigiendo la Sinfónica de la Radio de Colonia (ORFEO D´OR 725085); Obertura de El sueño de una noche de verano de Mendelssohn, dirigiendo la Sinfónica de Radio Colonia (ORFEO D´OR 725085); Sinfonía nº39 de Mozart, dirigiendo la Sinfónica de la Radio Italiana de Turín (OPUS ARTE 978); Requiem de Mozart, dirigiendo la Filarmónica de Munich (Vídeo con ensayos y posterior interpretación. Grabación disponible en EMI con número de referencia desconocido); Obertura de Don Giovanni de Mozart, dirigiendo la Filarmónica de Munich (EMI, número de referencia desconocido); Cuadros de una exposición de Mussorgski-Ravel, dirigiendo la Filarmónica de Munich (EMI 56516); Sinfonía Clásica de Prokofiev, dirigiendo la Filarmónica de Munich (EMI 57854 — imprescindible la serie de vídeos sobre el ensayo); Suite nº2 de Romeo y Julieta de Prokofiev, dirigiendo la Filarmónica de Berlín (MUSIC & ARTS 1079); Bolero de Ravel, dirigiendo la Filarmónica de Munich (EMI 757419); Sheherezade de Rimski-Korsakov, dirigiendo la Sinfónica de la Radio de Stuttgart (EUROARTS 2060368); Concierto para piano de Schumann, acompañando a Barenboim y dirigiendo la Filarmónica de Munich (EMI 57417); Till Eulenspiegel de Richard Strauss, dirigiendo la Filarmónica de Berlín (DG 469073 y ensayo); Muerte y Transfiguración de Richard Strauss, dirigiendo la Sinfónica de la Radio de Stuttgart (DG 453191); y finalmente, Obertura de La forza del destino de Verdi, dirigiendo la Filarmónica de Munich (Edición en vídeo). Nuestro humilde homenaje al mejor director de siempre, Sergiu Celibidache.