mujer-china-de-espaldas

Aún conservo en la memoria los estigmas de tu frivolidad,
soledad de oscuros soportales
bañados en luna llena;
con la ingenua expresión de tu bondad
excitas los resortes de mi pensamiento.

Coincidimos en una taberna ausente de misericordias
con restos de tertulias desgastadas;
el verano se derrite en nuestros cuerpos,
suplicantes,
añorando el desnudo como viento fresco y solidario.

Te confieso mi deseo
y te niegas con disciplina de mujer.

Me lanzo sin complejos al vacío,
te muestro sin pudor las prendas de mi antojo,
fruta madura a punto de enmohecer;
tensando las cuerdas del desenfreno
apuesto a doble o nada
en la ruta escarpada de tus placeres.

Te adentras en mi sendero con carisma que ya no oculta mi deseo,
con sonrisa adornando la derrota de tus sortilegios
y con sed compulsiva de victoria;
te animo a que reafirmes mi pasión,
manojo de ilusiones sobre esteras de intimidad,
epígono de irrealidad que trasciende a mi locura,
pasión cristalizada, pasión rescatada del olvido.

Voy forzando los esquemas de tu espíritu
recostado en la litera de los ensueños;
te embrujo con los encantos de mi doctrina
que, a sorbos, va liberando la esclavitud de tus gozos.

Ahora recibes mi beso agradecido,
un beso que disfruta con la dulzura de tu amor.