[Noticia de NOTICIAS DE ÁLAVA.COM]

 Una cortés manera de devolver el cumplido consistente en aceptar una invitación gastronómica, mayormente si la misma se realiza en casa del anfitrión, obliga al comensal homenajeado a realizar todo un engalanado discurso acerca de las excelencias servidas en el ágape que ponga de manifiesto las virtudes culinarias del encargado de manipular los alimentos en la cocina. Tampoco está de más resaltar las cualidades del menaje utilizado para este fin y la cristalina limpieza del mismo. Aún en el caso de que el menú no fuese de nuestro agrado habríamos de procurar ingerirlo en su totalidad, ya que cualquier desprecio cuantitativo del mismo podría ser tomado como una ofensa por parte del benefactor. Por eso mismo, estoy seguro que todos nosotros, en alguna ocasión, nos hemos visto obligados a realizar un sobrehumano esfuerzo al dar cuenta de una horrible paella cuyas optimistas expectativas previamente declaradas por el convidante han resultado completamente frustradas atendiendo a nuestro particular gusto. Esta piadosa cortesía puede verse rebajada en caso de que nos encontremos en un restaurante público, ya que en este caso la responsabilidad de lo cocinado en los fogones no recae directamente sobre la persona que ha tenido a bien el invitarnos. Sin embargo, que nunca se nos ocurra dejar comida sin ingerir en el restaurante australiano de la chef japonesa Yukako Ichikawa, so pena de que nuestro hipotético anfitrión tenga que correr no ya sólo con los gastos de la minuta, sino además con un avergonzante suplemento en forma de multa. Esta noticia nos ha parecido tan peculiar que no hemos dudado en seleccionarla como la NOTICIA CURIOSA del mes en esta sección.

 Resulta que Yukako Ichikawa, dueña del restaurante conocido como Wafu y situado en un suburbio de Sidney, ha decidido multar a todos aquellos clientes que dejen restos de comida en sus platos. La buena señora, cansada de observar como sus comensales desperdician algunos de los ingredientes de sus elaboradas creaciones, ha obligado a su clientela a dejar los platos más limpios que la patena bajo la amenaza de una multa económica que habrá de abonarse a la hora de solicitar la cuenta. Al parecer, la señora Ichikawa ha rebajado su inicial e implacable pretensión hasta el punto de que ciertos ingredientes — wasabi, jengibre y rodajas limoneras — no están actualmente sujetos a dicho interdicto. Pero no se confíen: En caso de que nos resulte del todo imposible acabar con todo la comanda solicitada, no habremos sólo de hacer efectiva la consiguiente multa sino que además la propia señora Ichikawa nos avergonzará en público y nos prohibirá de por vida la entrada a su restaurante. La medida adoptada por esta señora ha provocado opiniones del todo controvertidas al respecto. Algunos aplauden su decisión y califican la misma como un claro compromiso de prevención del gasto. Otros, por el contrario, critican la medida adoptada como de muy autoritaria y severa. Por lo que a mí respecta, no creo que de visitar el antípoda país australiano se me ocurriera comer en un restaurante de cocina japonesa. Pero, llegado el caso, aceptaría el reto propuesto por la señora Ichikawa. Eso sí, como alguna tempura adoleciese de exceso de fritura o algún sushi no estuviese en su punto, llamaría a esta señora para decirle: –«Esto, guapa, te lo vas a comer tú ahora delante de mí ¡Y enterito, eh! Y si no, ya sabes: A pagar la multa como todo hijo de cristiano…»– ¿Habrá pensado la señora Ichikawa que el hecho de que los clientes se dejen llamativos restos de comida en sus platos puede obedecer a otros factores muy directamente relacionados con la calidad de su cocina? Pobrecita como caiga un españolito por su restaurante…