No duermas sobre un lecho de rosas amarillas,
despierta, con el alba inocente
y déjame sentir la suave brisa de la orilla
al contemplar los dos cielos de tu rostro.
No permanezcas en silencio, sonríe ya mismo
y déjame gozar con la dulzura de tus labios,
el encanto de una mirada en donde se escuchan murmullos,
murmullos de amor que hermosean las luces del alma.
No quiero enamorarme, tan solo ahogar los gemidos,
los latidos de un corazón que se acelera con sólo mirarte,
y te deseo tanto…

No llores por encontrar tan lejano el umbral de tu esperanza,
anímate, en este exilio de tu vida
y déjame sentir el mágico calor de terciopelo
al rodearte entre mis brazos con los ojos vendados.
No sufras en callada soledad, disfruta ya mismo
y déjame perderme entre los senderos de tu cuerpo,
universo de sensaciones que jamás pude imaginar,
la esencia de las flores que respiran los ecos del paraíso,
los latidos de un corazón que llora lastimero en tu ausencia.
No quiero poseerte, tan solo poder desearte,
y te deseo tanto…

 

De la colección MENSAJES DE ATARDECER (Enero-febrero 2006)