Formado en la más pura tradición clásica, Yehudi Menuhin fue posiblemente el violinista más popular y célebre de todo el siglo XX. Su carrera como músico, jalonada por los más diversos premios y distinciones, no se limitó en exclusiva al mundo del violín, sino que se extendió a cualquier ámbito de la actividad musical. Se distinguió por sus numerosas iniciativas pedagógicas en el campo de la música y por sus generosas contribuciones a distintas actividades de carácter benéfico internacional. Fue un anti-divo por excelencia, un embajador que quiso llevar la música por todos los continentes como un arte portador del mensaje de la paz y un vehículo ideal para conocer y respetar todas las culturas de la tierra, para unir a todos los pueblos y para lograr un mundo mejor.

 Yehudi Menuhin nació en Nueva York el 22 de abril de 1916 en el seno de una familia judía de emigrantes de la Rusia Blanca. Su madre, luego de observar ciertos rechazos por su raza, juró bautizar al primero de sus retoños con un nombre que reafirmara el orgullo de pertenecer a la estirpe judía. Y así lo hizo: Yehudi, en hebreo, significa simple y llanamente «el judío». Dos años después, la familia se instala en San Francisco y allí suelen acudir a los conciertos de la Orquesta Sinfónica de la ciudad. Como la familia tenía unos recursos económicos más bien limitados, los padres se las arreglaban para que el pequeño Yehudi se «colase» en la sala sin pagar el preceptivo billete. El chico disfrutaba con los conciertos y desde muy pronto sintió una gran admiración por el concertino de la orquesta, Louise Persinger, de tal forma que los padres se vieron obligados a regalarle un violín de juguete que Yehudi aceptó a regañadientes y no tardó en destrozar: El quería un violín de verdad, como el que portaban los profesores de la orquesta. El sueño se hizo realidad gracias a los ahorros de su abuela materna y el niño demostró unas condiciones casi innatas para el manejo de tan complicado instrumento. Con cuatro años de edad, su madre le envía a la academia de Sigmund Anker y al año siguiente ya debuta en solitario en una gala-concurso en la que Anker mostraba los progresos de sus mejores alumnos. Tras haber visto inicialmente rechazada su solicitud de ser admitido como alumno de Louise Persinger, éste finalmente se queda prendado con los espectaculares progresos del crío y lo pone bajo su tutela. Tres años más tarde, Yehudi ya era capaz de tocar el Concierto de Mendelssohn y la Sinfonía Española de Lalo… Con apenas ocho años de edad, Yehudi se presenta en el auditorio de Oakland y posteriormente en el de San Francisco. En aquellas fechas, el famoso violinista rumano George Enescu se encontraba de gira en San Francisco y Yehudi se queda prendado de su magnética forma de tocar el violín, muy influenciada por el genio creador de la raza gitana a la que Enescu pertenecía. En 1924 Menuhin debuta oficialmente acompañado por una orquesta, la Sinfónica de San Francisco bajo la dirección de Alfred Hertz, y ofrece la Sinfonía Española de Lalo. Un año más tarde, ejecuta su primer recital completo, un mes antes de cumplir los nueve años. Afortunadamente, sus padres supieron ver los riesgos que entrañaba una carrera de exhibición por cientos de escenarios y limitaron las apariciones del chico a dos o tres conciertos por año.

 En 1927 Menuhin acude a París y, por mediación de Persinger, acude a tomar clases del gran violinista belga Eugène Ysaÿe. Tras una sola clase, Menuhin se siente a disgusto con los métodos empleados por Ysaÿe y renuncia a seguir bajo dicha docencia y, como contrapartida, toma algunos valiosos consejos administrados por George Enescu. De pronto sus padres reciben un telegrama en el que les proponen que Menuhin toque en el Carnegie Hall de Nueva York, con la Filarmónica y Fritz Busch, un concierto de Mozart. Aquello suponía un enorme salto de calidad para las futuras perspectivas profesionales del chico. Sin embargo, el joven Yehudi se mantiene testarudo y dice que sólo acudirá a Nueva York si le dejan tocar el Concierto de Beethoven en lugar del previsto de Mozart. Busch se niega en redondo pero en último instante acepta escuchar al muchacho con dicha obra en una audición privada que se celebró en la casa del director alemán y con él mismo al piano. Transcurridos unos pocos compases en donde Busch puso a prueba a Menuhin, el director exclamó sorprendido: –«Puedes tocar lo que tú quieras; no me importa la obra que elijas…»– El concierto resultó un clamor y los propios instrumentistas de la orquesta se levantaron para aplaudir y felicitar a aquel nuevo prodigio llamado Yehudi Menuhin. Pese a ello, sus padres siguieron limitando el número de actuaciones aunque en 1929 aceptaron viajar por Alemania para tocar junto a Bruno Walter y la Filarmónica de Berlín los conciertos de Brahms, Beethoven y Mendelssohn (La leyenda cuenta que Albert Einstein bajó hasta el camerino finalizado uno de aquellos conciertos y abrazó al joven con entusiasmo al tiempo que proclamaba: –«Viéndole tocar a usted, ahora sé que existe Dios en el cielo…»–). Aquella experiencia se repitió días después en Dresde con Fritz Busch y luego en París con Philippe Gaubert. Un año antes, Menuhin había empezado a registrar sus primeras grabaciones discográficas con el sello EMI dentro de una exitosa colaboración artística que se prolongó durante casi 70 años. Ese mismo año de 1929 — recordamos que entonces Menuhin «sólo» tenía 13 primaveras cumplidas — Menuhin se encuentra con las grata sorpresa de que el archimillonario y aficionado melómano Henry Goldman (El propio apellido sugiere riqueza…) le regala el Príncipe Khevenhüller, un modelo de Stradivarius construido en 1733 y por el que Goldman había pagado una suma cercana a los 60.000 dólares unas semanas antes del crack bursátil de Wall Street.

 En 1932 Menuhin graba el Concierto para violín de Elgar con el propio autor dirigiendo la obra. La presentación no fue muy bien recibida por el público francés pero Menuhin, convencido de la calidad de la misma, logra imponerla paulatinamente por todos los círculos musicales de Europa y América (Para muchos especialistas, no existe aún un registro sonoro de esta obra que supere en brillantez a la ya histórica versión ofrecida por Menuhin). Por esta misma época, la familia Menuhin solía pasar sus vacaciones en los alrededores de París y fue allí donde Enescu sugirió la posibilidad de que Yehudi y su hermana Hephzibah — una destacada pianista — tocaran juntos. Obviamente, la relación entre los hermanos Menuhin era muy estrecha y ya habían tocado juntos en más de una ocasión, aunque con un carácter netamente familiar y privado. Debutaron juntos en París en enero de 1934 y fruto de aquella colaboración fueron unas excelentes grabaciones de música de cámara de Mozart, Beethoven, Schubert, Schumann y Brahms, entre otros autores, que destacaron por su chispeante frescura y naturalidad. En 1935 Menuhin ofrece la primera gira internacional de gran envergadura que le lleva por 63 ciudades diferentes en donde ofrece unos 110 conciertos. Aquella agotadora gira le provocó la difícil decisión de retirarse temporalmente durante un par de años para dedicarse al estudio y al replanteamiento de su futuro artístico en su residencia de California. En cierto modo, Menuhin era un autodidacta que sintió la necesidad de analizar desde un punto de vista mucho más técnico todo su repertorio. En 1937 regresó a los escenarios con el mismo éxito de antaño y poco después contrae matrimonio con Nola Nicholas, la hija de un acaudalado empresario australiano, en una rocambolesca historia que provocó un doble matrimonio: El de Yehudi con Nola y el de su hermana Hephzibah con su cuñado Lindsay, el hermano de Nola… Pero un par de años más tarde su carrera se ve de nuevo interrumpida por el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Durante el transcurso de la misma, Menuhin desplegó una incesante y comprometida actividad en el frente aliado. Tocó para enfermos en hospitales y para los soldados en el frente. Aquella comprometida actitud le valió la condecoración con la Cruz de Caballero de la Legión de Honor Francesa. Especialmente emotivo fue un recital ofrecido junto con Benjamin Britten en 1945 para los presos recién liberados del campo de exterminio de Bergen-Belsen. Pero aún resultó más admirable la enconada defensa que Menuhin mostró en relación con Wilhelm Furtwängler, acusado de colaboracionismo con el régimen nazi. Menuhin contribuyó decisivamente a su rehabilitación demostrando que otros directores que sí que habían colaborado estrechamente con los nazis habían sido fácilmente aceptados mientras que Furtwängler parecía pagar por todos debido a su altísima popularidad. La colaboración entre el mítico director germano y Menuhin fue muy estrecha y por fortuna han quedado registradas memorables grabaciones discográficas que son de absoluta referencia por su altísima calidad artística. Sobra decir que esta noble actitud de Menuhin con respecto a Furtwängler fue del todo censurada por el grueso de la comunidad judía.

 Finalizada la guerra, Menuhin prosiguió con la labor de mejorar su técnica personal con el instrumento al tiempo que añadía la música de Bartok a su ya extenso repertorio. De hecho se encargó de editar la Sonata para violín solo del compositor húngaro para asegurar su difusión. Luego de separarse de su primera mujer en 1947, Menuhin contrajo nuevo matrimonio con la bailarina y actriz británica Diana Gould. Desde 1952 recibe la influencia del célebre maestro de yoga Bellur Krishnamachar Sundararaja Iyengar y le invita a que imparta su doctrina por Europa en lo que significó uno de los primeros contactos de la filosofía yoga con el público occidental. En 1959 Menuhin se instala en Londres y tres años más tarde funda la Yehudi Menuhin School en Surrey. Su carrera como violinista está jalonada de éxitos, tanto en recitales como conciertos, en donde destaca su especial dedicación a la música de cámara. En 1965 recibe la imposición de Caballero de la Orden del Imperio Británico y en 1968 es galardonado con el Premio Nehru de la Paz. Durante la década de los años setenta colabora asiduamente con el violinista de jazz Stephan Grapelli y logra vincular la música de Oriente a Occidente mediante un estrecho contacto con Ravi Shankar. Como consecuencia de un polémico discurso pronunciado en 1971 en Moscú en su calidad de presidente del Consejo Internacional de la Música de la UNESCO, se le veta posteriormente la entrada a la Unión Soviética hasta noviembre de 1987, fecha en la que retornó a Rusia durante tres semanas que fueron vividas con toda intensidad por el violinista. Algo parecido le sucedió en 1991 en el Parlamento de Israel, en donde leyó un polémico discurso de aceptación del Premio Wolf en el que se criticaba duramente la política de ocupación llevada a cabo por el gobierno israelí en territorio palestino. En 1997 recibe, en compañía de su amigo Rostropovich, el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia. En sus últimos años Menuhin se dedicó más a dirigir que a tocar el violín como consecuencia de una dolencia. A principios de 1999 realiza la que será su última grabación para el sello EMI antes de fallecer el 12 de marzo del mismo año en Berlín como consecuencia de una simple dolencia que por desgracia se complicó con un fatal proceso de bronquitis. Su muerte causó una honda conmoción en los círculos musicales de todo el mundo. Menos de un mes antes de su triste fallecimiento, Menuhin había registrado en la Sociedad General de Autores y Editores la Fundación Yehudi Menuhin España.

 Sin llegar a atesorar nunca la técnica de otros grandes violinistas de su tiempo, Yehudi Menuhin fue de largo el solista de violín más popular de todo el siglo XX y su figura sobrepasó los límites de lo estrictamente musical. En buena medida seguidor y heredero del estilo de George Enescu, el sonido producido por su violín era dulce, lleno de colorido y evidenciaba una gran pureza interpretativa. Para los criterios estéticos ahora vigentes, es posible que Menuhin abusase en ocasiones del vibrato y se sirviera con frecuencia del portamento. Pero esta característica es igualmente asumible en otros colegas de su generación y hemos de tener siempre presente que Menuhin fue un violinista hecho a sí mismo. Pasó por grandes problemas referidos a la afinación en su tránsito de la edad adolescente a la adulta y se vio por ello obligado a aprender a reutilizar sus dedos y a pulir una técnica que prácticamente nadie le había inculcado de niño. Con todo, su magistral y conmovedor sentido de la musicalidad implícita en cada partitura no se encuentra prácticamente un ningún otro violinista de las generaciones posteriores. Para él, la música no fue nunca un medio de vanidad ni de personalismo alguno, sino más bien una misión esencialmente espiritual.

 Yehudi Menuhin solía declarar en sus últimos años que «he nacido viejo y ahora estoy empezando a vivir como un niño». Con enorme guasa no exenta de admiración, decía que su madre — quien sobrevivía al violinista con 99 años mientras que éste cumplía 80 — seguía estando encima de él como si fuese el mismo niño que empezó a asombrar al mundo con apenas seis años de edad. Menuhin dedicó buena parte de su vida a obras benéficas para los colectivos sociales más marginados y llegó incluso a prestar su directa colaboración con otros músicos más necesitados. Fue el caso de Bela Bartok. El compositor húngaro estaba pasando por verdaderos apuros económicos durante su exilio en los EEUU y el dinero que le otorgaba mensualmente la Asociación de Compositores Americanos no parecía suficiente como para atender todas sus necesidades. Menuhin estaba muy interesado en que Bartok escribiera una sonata para violín solo y aprovechó dicha petición para enviarle un cheque por valor de mil dólares, sabedor de los apuros que Bartok estaba sufriendo. Sin embargo, Bartok no lo cobró hasta pasado un año y una vez que hubo terminado la obra encargada. A pesar de que Menuhin poseía la nacionalidad suiza y británica — obviamente fue también ciudadano norteamericano — espiritualmente sentía que sus orígenes estaban en Rusia. Cuando escuchó por primera vez a Oistrakh en Moscú, en 1945, sintió que el virtuoso de Odessa tenía una actitud similar ante la música, un modo parecido de interpretar basado en la característica emotividad que define el modo de ser ruso, por contra del filosófico chino o místico hindú. Algo parecido le sucedía con España, otro país tradicionalmente intenso en sus expresiones artísticas. Menuhin amó como pocos este país y se implicó sobremanera en tratar de mejorar la enseñanza musical en el mismo. Por otra parte, Menuhin llegó a ser muy cuestionado por la comunidad judía por su benevolencia con las autoridades alemanas surgidas después de la guerra. Fue el primer artista judío que tocó en Alemania tras la guerra y también el primero en tocar música alemana en Israel. Defendió a Furtwängler por encima de cualquier consideración extramusical: –«La mecánica de la guerra hace que todo se vea en blanco o negro, pero la realidad dista mucho de ser así. Furtwängler, como buen aristócrata germano, había apoyado a Hitler con la suposición de que éste habría de salvaguardar las grandes tradiciones musicales alemanas. Nunca llegó a intuir lo que iba a sobrevenir después y desde su puesto de la Filarmónica de Berlín trató de salvar las vidas de los muchos músicos judíos que a ella pertenecían. Nunca puedo asociar a Hitler con Furtwängler ni mucho menos a la Filarmónica de Berlín con el nazismo»–  Menuhin fue un defensor a ultranza de la universalidad de la música que, sin embargo, se llevó un serio disgusto tras asistir brevemente a un concierto de los Rolling Stones: –«¿Qué es lo que le depara a esta civilización? Me angustia que la música atraiga a estas multitudes… ¡Qué cerca están de convertirse en una chusma!»– No deja de ser curioso que la carrera de Menuhin se iniciase con un gesto muy típico de alguna que otra figura del Rock: Destrozó el primer violín de juguete que le regalaron sus padres estrellándolo contra una pared… Y hablando de violines, Menuhin llegó a disponer de una de las mejores colecciones de este instrumento: un Guarneri Andrea, dos impresionantes Guarneri del Gesú, dos Stradivari, un Grancino de 1695 y un valiosísimo y raro ejemplar, un Bussetto de 1680. Su autobiografía — Viaje inacabado — termina con unas emotivas palabras: –«Sé que no soy eterno. Pero, en este momento en el que escribo, soy consciente de que los compromisos en torno a los que he organizado alegremente mi vida tienen mucho camino por delante. Espero que los senderos que he abierto puedan ser continuados por muchas generaciones venideras»

 En 1994, y durante una visita a Argentina, Menuhin hizo estas declaraciones al diario argentino Página/12: –«La separación entre los que viven bien y los pobres es mayor que nunca. El arte intenta otra cosa: Borrar fronteras, razas y credos. Entre nosotros los músicos no hay barreras. Las fronteras son líneas arbitrarias trazadas en habitaciones cerradas en las que hay un montón de humo de buenos cigarros. Trazar esas líneas es la ocupación favorita de los políticos desde que terminó la Segunda Guerra Mundial. Ellos aman hacer líneas en los mapas. Nosotros, no… La música es el mejor coordinador de las facultades humanas, de los nervios, los músculos, el intelecto, el corazón y la circulación. La gente que nunca ha hecho música está desbalanceada. Shakespeare decía que había que tener cuidado con quien no tuviera música en su alma. Y ése es el hecho: Quien nunca escucha la música de los otros –descontando, claro está, las marchas militares– es alguien que vive solo» — Esclarecedor documento de una personalidad absolutamente genial. Menuhin fue, ante todo, una «buena persona» en el concepto machadiano de dicha expresión.

 De entre el legado — que podemos calificar como histórico — discográfico de Yehudi Menuhin podemos mencionar las siguientes grabaciones (Advertimos que los distintos enlaces que vienen a continuación no tienen porqué corresponderse necesariamente con las versiones citadas pero sí con las obras mencionadas. Por otra parte, sólo haremos referencia a Menuhin como SOLISTA y no como DIRECTOR, faceta en la que también destacó, por pertenecer esta última a otro ámbito del que posiblemente también hablaremos en un futuro en este blog): Partitas para violín solo BWV 1002, 1004 y 1006 de Bach (EMI 575416); Sonatas para violín solo BWV 1001, 1003 y 1005 de Bach (EMI 67197); 6 Sonatas para violín y clave de Bach, junto a Louis Kentner (EMI 67203); Concierto para violín nº1 BWV 1041 y nº2 BWV 1042 de Bach, junto a la Orquesta Sinfónica de París dirigida por George Enescu (EMI 391963); Concierto para dos violines de Bach, junto a Christian Ferras y la Orquesta del Festival de Bath dirigida por el propio Menuhin (EMI 555615); Concierto para tres violines de Bach, junto a Hu Kun y Alberto Lysy, y la Camerata Lysy dirigida por Alberto Lysy (EMI 47900); Concierto para violín nº2 de Bartok, junto a la Philharmonia Orchestra dirigida por Wilhelm Furtwängler (EMI 74799); Concierto para violín de Beethoven, junto a la Philharmonia Orchestra dirigida por Wilhelm Furtwängler (EMI 566975); integral de las Sonatas para violín y piano de Beethoven, junto a Wilhelm Kempf (DG 415874); Romanzas para violín y orquesta de Beethoven, junto a la Philharmonia Orchestra dirigida por Wilhelm Furtwängler (TESTAMENT 1109); Abodah de Bloch, junto con Hendrik Endt (EMI 65963); Concierto para violín de Bloch, junto a la Philharmonia Orchestra dirigida por Paul Kletzki (EMI 56319); Concierto para violín de Brahms, junto a la Orquesta del Festival de Lucerna dirigida por Wilhelm Furtwängler (EMI 64131); Concierto para violín de Bruch, junto a la Philharmonia Orchestra dirigida por Walter Susskind (EMI 66958); Poema para violín y orquesta de Chausson, junto a la Orquesta Sinfónica de París dirigida por George Enescu (EMI 64131); Concierto para violín de Delius, junto a la Royal Philharmonic dirigida por Meredith Davies (EMI 64725); Hora Staccato de Dinicu, junto a Hendrik Endt (EMI 65963); Concierto para violín de Dvorak, junto a la Orquesta del Conservatorio de París dirigida por George Enescu (EMI 64198); Concierto para violín de Elgar, junto a la Sinfónica de Londres dirigida por Elgar (EMI 756853 – grabación histórica); Sonata nº3 de Enescu, junto a Hephzibah Menuhin (BIDDULPH 80); Preludio y Allegro de Kreisler, junto a Marcel Gazelle (EMI 65963); Sinfonía Española de Lalo, junto a la Sinfónica de San Francisco dirigida por Pierre Monteux (MUSIC & ARTS 1053); Concierto para violín de Mendelssohn, junto a la Filarmónica de Berlín dirigida por Wilhelm Furtwängler (EMI 566975 – grabación de referencia absoluta); Sierra Morena de Jesús Monasterio, junto a Louise Persinger (BIDDULPH 031); integral de los Conciertos para violín de Mozart, junto a la Orquesta del Festival de Bath dirigida por el propio Menuhin (EMI 68530); Sinfonía concertante para violín y viola de Mozart, junto a Rudolf Barshai y la Orquesta del Festival de Bath dirigida por el propio Menuhin (EMI 68530); Concierto para violín de Nielsen, junto a la Orquesta Sinfónica Nacional Danesa dirigida por Mogens Moldike (EMI 64131); Caprichos para violín solo, Op. 1 y Op. 24 de Paganini (EMI 65959); Conciertos para violín nºs 1 y 2 de Paganini, junto a la Royal Philharmonic dirigida por Alberto Erede (EMI 47088); Moto Perpetuo de Paganini, junto a Marcel Gazelle (EMI 65959); Sonata para violín y piano de Poulenc, junto a Jacques Février (EMI 62736); Tzigane de Ravel, junto a Arthur Balsam (TESTAMENT 1003); La capricciosa de Ries, junto a Louise Persinger (TESTAMENT 1003); Canción de la novia de Rimski-Korsakov, junto con Hubert Giesen (TESTAMENT 1003); Vuelo del moscardón de Rimski-Korsakov, junto a Arthur Balsam (TESTAMENT 1003); Canción en miniatura de Saenger, junto a Louise Persinger (BIDDULPH 031); Concierto para violín nº3 de Saint-Saëns, junto a la Sinfónica de Londres dirigida por Gaston Poulet (EMI 64131); Capricho vasco de Sarasate, junto a Marcel Gazelle (EMI 65963); Malagueña de Sarasate, junto a Hendrik Endt (EMI 65963); Romanza andaluza de Sarasate, junto a Marcel Gazelle (EMI 65963); Habanera de Sarasate, junto a Marcel Gazelle (EMI 65963); Fantasía para violín y piano de Schoenberg, junto a Glenn Gould (SONY 52688); Concierto para violín de Schumann, junto a la Filarmónica de Nueva York dirigida por Sir John Barbirolli (BIDDULPH 80); Conciertos para violín nºs 4 y 5 de Vieuxtemps, junto a la Philharmonia Orchestra dirigida por Walter Susskind y Anatole Fistoulari, respectivamente (EMI 64131); las Cuatro Estaciones de Vivaldi, junto a la Orquesta de Cámara Polaca dirigida por Jerzy Maksymiuk (EMI 98225); selección de Conciertos para violín de Vivaldi, junto a la Orquesta de Cámara Polaca dirigida por Jerzy Maksymiuk (EMI 85544); y finalmente Scherzo-Tarantella de Wieniawski, junto a Adolph Baller (EMI 10189). Nuestro humilde homenaje a este sensacional MÚSICO y hombre de paz.