De igual manera que hace unos meses y en esta misma sección comentamos unos pasajes sobre aspectos de la vida y obra de Jesús de Nazaret, nos llega el turno de hacer lo propio con algunos fragmentos del conocido como Antiguo Testamento o Biblia Judía (Aunque debo aclarar que tales conceptos no son completamente similares). Por supuesto, el único motivo o pretensión es la de intentar despejar algunas dudas que dichos pasajes pueden provocar en el lector, no siendo, bajo ningún concepto, mi intención la de poner en cuestión la fe de cada creyente. Pero la Biblia, como cualquier otra colección de libros puede y, de hecho, debe ser analizada siguiendo las pautas del procedimiento que hoy nos brinda la moderna hermenéutica, con independencia del carácter sagrado que cada cual le quiera dar. No se deja de ser menos creyente por intentar asimilar todos los condicionamientos bajo los que la Biblia, en el transcurso de casi tres mil años, fue gestándose y ha ido llegando en la actualidad hasta nuestras estanterías. Aún así, son muchas las versiones disponibles hoy en día de la Biblia, con enorme disparidad de criterios a la hora de traducir o interpretar los muchos matices que encierra su extenso contenido. Para desarrollar esta entrada he utilizado como referencia la Biblia de Nácar-Colunga, de la Biblioteca de Autores Cristianos.

– «Díjose entonces Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen y a nuestra semejanza (…) Y creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, y los creó macho y hembra.» – Gen 1, 26-27. Pero, a continuación, tenemos también otro texto similar: -«Este es el origen de los cielos y la tierra cuando fueron creados. Al tiempo de hacer Yavé Dios la tierra y los cielos, no había aún arbusto alguno en el campo, ni germinaba la tierra hierbas, por no haber todavía llovido Yavé Dios sobre la tierra, ni haber todavía hombre que la labrase, ni vapor acuoso que subiera de la tierra para regar toda la superficie cultivable. Modeló Yavé Dios al hombre de la arcilla y le inspiró en el rostro aliento de vida, y fue así el hombre ser animado.» – Gen 2, 4-8.

 En el primer relato, Dios da la existencia a los seres con una orden verbal, mientras que en el segundo se sirve de la arcilla para crearlos, a modo de escultor. Cuando, luego de la Ilustración, se comenzó a estudiar la Biblia con metodología científica y dejando de lado su carácter sagrado, se llegó a la conclusión, hoy en día unánimemente aceptada, de que los cinco libros que componen la Torá (Pentateuco) no son sino una síntesis de tres fuentes distintas y claramente diferenciadas:
– El llamado DOCUMENTO P (Sacerdotal), redactado por los doctores sacerdotales poco después de la época del Exilio (Siglo VI a.c.) y que configuró la forma definitiva de los cinco primeros libros de la Biblia. Cronológicamente es la fuente más moderna y se caracteriza por la impersonalidad y por el empeño en ofrecer datos estadísticos y genealogías. Esta fuente también se caracteriza por asentar definitivamente el monoteísmo.
– El llamado DOCUMENTO J (Yahvista), quizás redactado en el siglo IX a.c. en el reino de Judá. Corresponde al segundo relato de la creación aquí expuesto y se caracteriza por utilizar un material mucho más legendario en el tiempo y por fijar el término YAHVÉ (ó YAVÉ) para designar a Dios, frente al impersonalismo del Documento P (Que se correspondería con el primer relato de la creación arriba mencionado). Es también mucho menos formalista en el tratamiento de los temas.
– El llamado DOCUMENTO E (Elohim), el más antiguo de todos y probablemente redactado en el reino del norte (Israel). Utiliza la forma Elohim para referirse a Dios y tiene un marcado acento politeísta (Elohim es una forma plural en hebreo). Pese a que los compiladores trataron de eliminar toda referencia politeísta arcaica, algunos pasajes sobrevivieron, por ejemplo: –«Díjose Yavé Dios: He ahí al hombre hecho como uno de nosotros, conocedores del bien y del mal…» – Gen 3, 22. También son numerosos los pasajes donde Dios se muestra celoso y no excluye la existencia de otros dioses. El politeísmo es algo consustancial a todas las creencias primitivas, mientras que el monoteísmo es un concepto relativamente reciente en la fenomenología religiosa.

 Durante y después del exilio babilónico (siglo VI a.c.) la clase sacerdotal adoptó la versión conjunta JE y añadió sus propios textos (Documento P) para la elaboración definitiva del libro del Génesis. De ahí que sea frecuente, como en el caso que nos ocupa, que durante la lectura de este libro nos encontremos con repeticiones, con el mismo relato contado un par de veces, cada una correspondiendo a su misma fuente de procedencia. La moderna escuela de interpretación alemana consiguió identificar y aislar cada versión.

 – «Llegado a casa de Saúl, David se presentó a él. Tomóle cariño Saúl, haciéndole su escudero. Saúl dijo a Isaí: Pues quede, te ruego, conmigo David, a mi servicio, pues ha hallado gracia a mis ojos. Cuando el espíritu de Dios se apoderaba de Saúl, David tomaba el arpa, la tañía con su mano, y Saúl sentía alivio y bienestar, pues se retiraba de él su espíritu malo.»- 1 Sam 16, 21-23. Pero en el capítulo siguiente nos encontramos con otra versión bien distinta del modo en que David conoció a Saúl: –«Cuando Saúl hubo visto a David avanzar contra el filisteo, dijo a Abner el jefe de su ejército: ¿De quién es hijo ese joven, Abner?. Abner respondió: Por tu vida que no lo sé, ¡Oh rey!. Y el rey le dijo: Infórmate, pues, a ver de quién es hijo. De vuelta David de la muerte del filisteo. Abner le tomó y le llevó ante Saúl, teniendo todavía en la mano la cabeza del filisteo. Saúl le preguntó: ¿De quién eres hijo, mozo?. Y David le contestó: Soy hijo de tu siervo Isaí, de Belén» – 1 Sam 17, 55-58.

 Estos dos relatos acerca de la presentación de David en la corte de Saúl se contradicen claramente. En el primero, David se gana la confianza de Saúl, quién se encarga del aprendizaje del muchacho para la guerra. En el segundo, tras el famoso episodio de Goliat, resulta que Saúl no conoce aún al joven y sólo mediante la fama que adquiere como vencedor frente al terrible Goliat, consigue David entrar en la corte. El conocido relato de la lucha entre David y Goliat parece ser producto de la hábil intención de un escritor por narrar un episodio de fuerte carga emotiva. Resulta curioso observar como ambas historias son expuestas sin forzar para nada su consistencia, como si los autores quisieran exponer las distintas tradiciones que había sobre el episodio de la presentación de David a Saúl. De cualquier forma, parece mucho más sensata y verídica la primera de las versiones.

 – «Y para librarse de las aguas del diluvio entró (Noé) en el arca con sus hijos, su mujer y las mujeres de sus hijos. Y de los animales puros e impuros, de las aves y de cuanto se arrastra sobre la tierra, entraron con Noé parejas, machos y hembras, según se lo había ordenado Dios a Noé»Gen 7, 7-10

 Si, como se afirma en el relato, Noé y su familia — Parejas de animales aparte — fueron los únicos supervivientes del gran diluvio que asoló por completo a toda la humanidad, la prole del primer patriarca bíblico tuvo que ser forzosamente polícroma. Obviamente, estamos ante el supuesto de realizar una lectura literal de la Biblia, como así lo hacen muchos grupos religiosos caracterizados por su integrismo y su negación a todo proceso evolutivo en el ser humano. De seguir esta fundamentalista línea de lectura, dentro de la familia que Noé subió a bordo tendrían que encontrarse personas de raza chino-tibetana, negra, caucásica, mongoloide, amerindia, mediterránea, germánica, esquimal… ¡Y sus correspondientes parejas, claro!

 -«… Y Melquisedec, rey de Salem, sacando pan y vino, como era sacerdote del Dios Altísimo, bendijo a Abram, diciendo: Bendito Abram del Dios Altísimo, el dueño de cielos y tierra. Y bendito el Dios Altísimo que ha puesto a tus enemigos en tus manos. Y le dio Abram el diezmo de todo» – Gen 14, 18-21

 Melquisedec es uno de los personajes más enigmáticos de toda la Biblia. Su significado en hebreo es el de «Rey justiciero» y su equivalencia en acadio, «Sargón». Algunos especialistas señalan que Salem era la proto ciudad de la posteriormente conocida como Jerusalén. De ser esto cierto, se trata de la primera aparición bíblica de esta ciudad, enclave fundamental donde se desarrollará gran parte del relato bíblico posterior. Pero, ¿Cuál era la auténtica relevancia de este misterioso personaje? En el relato se nos cuenta que bendijo a Abram, en una clara muestra de hacernos dar a conocer el redactor que Abram fue bendecido por alguien excepcional, un sacerdote tan aceptado por Dios que hasta el propio Abram le rendía reverencia. Esto también sirve para demostrar que la capacidad para el sacerdocio se otorgaba al rey desde mucho antes del nacimiento de Leví; dicha dignidad sacerdotal se concedía «Según el orden de Melquisedec». Es toda una incógnita que un personaje de la supuesta relevancia de Melquisedec no tenga mayor protagonismo en el relato bíblico. Salvando este episodio, sólo hay vagas referencias al mismo en algunos salmos.

 -«El Señor mismo os dará por eso la señal: He aquí que la virgen grávida da a luz y le llama Emmanuel. Y se alimentará de leche y miel, hasta que sepa desechar lo malo y elegir lo bueno. Pues antes de que el niño sepa desechar lo malo y elegir lo bueno, la tierra por la cual temes de esos dos reyes será devastada.»Isa 7, 14-17.

 Este párrafo suele ser mencionado como una profética visión del nacimiento virginal de Jesús. Sin embargo, en el texto hebreo, se utiliza la palabra almah, que designa a cualquier muchacha, sea virgen o no. El vocablo hebreo que se emplea para definir específicamente a una virgen es bethulah, que no se utiliza en este caso. Pero, con independencia del aspecto más o menos mesiánico del versículo, no parece muy probable que el socialmente comprometido profeta Isaías ofreciese al rey Ajaz, dentro del contexto de la frase, el nacimiento de un niño que se habrá de producir unos siete siglos después. Además, conviene matizar que el libro de Isaías tiene, por lo menos, tres autores distintos: El supuesto profeta Isaías, hasta el capítulo 40; el llamado Deutero-Isaías, a partir de dicho capítulo y hasta el 55; y el Trito-Isaías, desde el capítulo 55 hasta el final del libro. (Sobre este último Isaías no existe una completa unanimidad entre los especialistas)

 -«Entonces Helcías, el sumo sacerdote, dijo a Safán, secretario: He encontrado en el templo de Yavé el libro de la Ley. Helcías dio el libro a Safán, y Safán, escriba, lo leyó.» 2 Rey 22, 8-9.

 Este episodio tiene una gran trascendencia y repercusión para el desarrollo del judaísmo, ya que supone el triunfo final de la corriente yahvista en Judá. Antiguamente el yahvismo no era sino una de las tantas sectas que rivalizaban en Israel y Judá. Ese «Libro de la Ley» que cita el texto es ni más ni menos que el libro del Deuteronomio, el más importante libro normativo y ritual de toda la Biblia hebrea. El libro fue supuestamente ocultado en el Templo durante algún período de dificultad para los yahvistas y posiblemente fue sacado a la luz cuando accedió un nuevo rey simpatizante del yahvismo. Con Josías en el trono (638 a.c.) se inicia el paradigma del judaísmo como religión oficial del pueblo judío.

 -«Mi abuelo Jesús, habiéndose dado mucho a la lección de la Ley, los Profetas y otros libros patrios, y habiendo adquirido en ellos gran competencia, se propuso escribir alguna cosa de instrucción y doctrina para quienes desearan aprenderla…» – Prólogo del traductor griego del libro del Eclesiástico.

 Es el único libro de la Biblia sobre cuyo autor tenemos información fidedigna. Su nombre completo, Jesús ben Sirá, aparece en el capítulo 50, versículo 27. El Eclesiástico es una compilación de dichos sobre muchos temas que comienza con un poema de elogio a la sabiduría y termina con un poema acróstico sobre la búsqueda de la sabiduría (Eclo 51, 13-30). Aunque los judíos no lo incluyen en su canon, lo suelen citar con mucha frecuencia.

 –«Siguieron andando y hablando, y he aquí que un carro de fuego con caballos de fuego separó a uno de otro, y Elías subía al cielo en el torbellino.» – 2 Rey 2, 11-12.

 Esta cita a dado pie a numerosas especulaciones, alguna de ellas ciertamente rimbombante (Elías fue abducido por un ovni…). Elías fue un personaje audaz que no dudó en enfrentarse al rey y a una reina para defender sus posiciones yahvistas. Esta figura tuvo que causar una enorme impresión en el judaísmo posterior, por lo que es muy probable de que se alimentase la leyenda de que fue arrebatado en vida a los cielos para dignificar su persona. A su vez, esta leyenda sirvió como base para otra posterior que afirmaba sobre un posible retorno de Elías a la tierra. Junto con Elías, existe otro personaje bíblico que fue llamado por Dios sin pasar por el trance de la muerte: Enoc. Ello dio pie a que en el período posterior al Exilio se le atribuyesen a Enoc una serie de libros proféticos que, si bien no están recogidos en ningún canon, son con frecuencia citados en el Nuevo Testamento.

 -«Darále a beber el agua; y si se hubiere contaminado, siendo infiel a su marido, el agua de maldición entrará en ella con su amargura, se le hinchará el vientre, se le secarán los muslos, y será maldición en medio de su pueblo. Si, por el contrario, no se contaminó y es pura, quedará ilesa y será fecunda.» – Num 5, 27-29.

 Este es un polémico pasaje que deja entrever cierta permisividad en lo relativo al aborto. En toda la Biblia no hay condena expresa a esta práctica y quienes argumentan en contra suelen buscar pasajes a los que se les intenta dar una explicación teológica para condenar la práctica abortiva. Hemos de tener siempre en cuenta, con independencia de nuestro particular criterio en este espinoso asunto, que la Biblia es un conjunto de tradiciones escritas en un tiempo y lugar determinados, muchas de ellas absolutamente imposibles de llevar a la práctica en nuestros días, bien por su desnuda crueldad, bien por su anacronismo. La Biblia ha de leerse teniendo en cuenta la mentalidad de las gentes para la que fue escrita. Extrapolar a nuestros tiempos actuales ciertos pasajes solo induciría al error. Este es el problema de cuando se pretende realizar una lectura totalmente literal de la Biblia.

-«Existían entonces los gigantes en la tierra, y también después, cuando los hijos de Dios se unieron con las hijas de los hombres y les engendraron hijos. Estos son los héroes famosos muy de antiguo.» – Gen 6, 4-5.

Este es uno de los pasajes más enigmáticos de toda la Biblia y cuya explicación se antoja bastante complicada, por lo que también ha sido objeto de múltiples especulaciones, algunas verdaderamente osadas. Quizás, la explicación más versátil sea la de la impresión que causaba en los pueblos de la antigüedad la construcción de enormes muros (Ciclópeos-gigantes) que servían para fortificar las ciudades. Al contemplar aquellos muros, como los de la antigua civilización micénica, bien podría pensarse que en estas ciudades habitaban «gigantes», debido a la majestuosidad de dichas fortificaciones y al impacto que producían al ser contempladas por primera vez. De todas maneras, esta cita bíblica puede tener alguna que otra connotación «oculta» de marcado carácter politeísta que el rígido monoteísmo yahvista se encargó de eliminar a la hora de refundir los diversos textos en uno definitivo. Es posible que esta cita sea tan solo un resquicio que escapó del censor brazo monoteísta.