Las enseñanzas de un escultor tan trascendente como Fidias fueron transmitiéndose a través de una famosa dinastía de escultores que encabeza el llamado «viejo Praxiteles», compañero de Fidias y con quien trabajó como fundidor en la Acrópolis. Su hijo, Cefisodoto, muestra ya un cierto estilo de transición en el que se advierte una especial ternura expresiva. Pero la verdadera revolución que habría de llegar a la vieja escuela de Atenas vendrá de la mano de Praxiteles, el hijo de Cefisodoto que lleva el mismo nombre de su abuelo. Muy poco sabemos de la vida de Praxiteles aunque parece ser que fue un artista protegido por la cortesana Friné. Lo que sí podemos afirmar con total seguridad es que Praxiteles nos introdujo en el mundo de la belleza sensitiva y del ocio placentero. Si bien su arte siguió al servicio de la fe, las divinidades del Olimpo poco tienen que ver ya con los dioses tonantes e hinchados de majestad del período más clásico. Praxiteles ve a los mismos como hermosos y tranquilos jóvenes que adoptan una mirada perdida en el ensueño, una vaga sonrisa de labios que parece complacerse en un juego pueril. Praxiteles sumará a este juego de inocencia una posición de piernas cruzadas en casi todas sus obras que servirá para resaltar la mágica plasticidad sensual de las mismas.

 En esta obra que hoy comentamos, el conocido como Apolo Sauróctono, Praxiteles representa al joven Apolo en acto de matar un lagarto o saurio que se encarama por el tronco de un árbol. Apolo, el más bello y gracioso de los inmortales, en los días más felices de su adolescencia juega ya a matar al animal que vive en las rendijas de las rocas, en una clara alusión a las tinieblas del reino subterráneo. La obra presenta una novedad plástica del todo impresionante: El torso se va desequilibrando hasta no poder sostenerse por sí solo y la ondulación del mismo se deshace en una bellísima y continua curva — curva de Praxiteles — que el árbol ha de soportar y al que añade una dimensión nueva, el lagarto. El personaje representado se aparta por completo de cualquier relación con los hombres y se muestra absorto en su distraído juego. Jamás la felicidad divina había sido plasmada de forma tan directa y espontánea aunque el modelo, ciertamente y en comparación con lo ortodoxamente clásico, parezca imbuirse en un amaneramiento un tanto decadente. La copia romana que sirve de ilustración a esta entrada está realizada en mármol — el original era de bronce — y fue descubierta en Italia pese a que actualmente se encuentra en el Museo del Louvre. Como curiosidad, hemos de comentar que en el año 2004 el Museo de Cleveland adquirió de un coleccionista alemán una figura en bronce que representa el mismo tema aunque le faltan los brazos y el árbol. Para algunos especialistas, este bronce podría ser el original de Praxiteles.