mozart

Este retrato de Mozart fue pintado en 1782 y se cree que es la imagen más fiel del autor

En este fragmento de apenas cuatro minutos, el Ave Verum Corpus, K. 618 de Wolfang Amadeus Mozart, se encuentra resumido todo el legado musical del inolvidable compositor salzburgués, que es lo mismo que decir que del mejor compositor, y con diferencia, de toda la historia de la música. En 1791 a Mozart sólo le quedan unos meses de vida que serán consagrados a la composición de obras únicas, obras en las que su genio nunca ha parecido tan grande: La Flauta Mágica, el Concierto para clarinete, el Concierto para piano Nº27, el Quinteto para clarinete y cuerda, el Réquiem y este Ave Verum. Mozart murió en esa fecha, en la más completa miseria, a la edad de treinta y seis años…

 Habían transcurrido unos ocho años desde que Mozart compusiera su última obra religiosa, la Misa en do menor, K. 427, y en este momento retorna con el más perfecto y expresivo de sus motetes, el Ave Verum, pequeña y magistral composición que no podemos determinar si fue concebida bien para su amigo Stoll, bien para optar a un puesto de relevancia en la vienesa Catedral de San Esteban. Mozart nunca escribió música religiosa obedeciendo a una irresistible necesidad espiritual sino, más bien, por encargo o porque se le han cerrado en esos momentos otras vías alternativas de expresión. Pese al carácter pretendidamente masónico del compositor en esta última fase de su vida y que viene reflejado en muchas de sus obras (La Flauta Mágica, la Sinfonía Nº39… ) es indudable el sentimiento de piedad, súplica y arrepentimiento que se desprende de esa breve e inigualable pieza, quizás un grito desesperado del autor ante la inminencia de su próximo e inevitable fin. El posterior Réquiem será una nueva confirmación a todo ese complejo mundo de comprensibles angustias. (Contra cualquier convencionalismo, la siguiente frase está reflejada en una de las últimas cartas de Mozart: –¿No te había dicho antes que estoy componiendo este Réquiem especialmente para mí?– )

 El texto del Ave Verum Corpus reflexiona sobre la crucifixión de Jesucristo e inspira en Mozart una ambientación conmovedora que explotará por completo en La Flauta Mágica, una auténtica reconciliación entre lo Personal y lo Universal. Esta pequeña pieza, de tan solo 46 compases, tiene como única indicación expresiva en la partitura un solitario «sotto voce». Contra lo que se pueda suponer, la simplicidad de la melodía es muy engañosa y oculta una enorme dificultad para los intérpretes por sus continuas y magistrales modulaciones de tonalidad. Parece increíble que TODO MOZART se pueda hallar en esta prodigiosa y breve pieza, una de las cimas musicales de todos los tiempos. La versión que os dejo en el enlace del vídeo corresponde a una sensacional interpretación de Leonard Bernstein (Gran mozartiano) acompañado de la Orquesta y Coro de la Radiodifusión Bávara en concierto celebrado en la iglesia alemana de Waldsassen en abril de 1990. El gran director norteamericano fallecería seis meses después…

Os cuento un secreto: He escuchado esta obra cientos y cientos de veces a lo largo de mi vida. Este verano pasado, durante uno de mis paseos de alborada por el madrileño parque de El Retiro a bordo de mi bicicleta, sonó en mis auriculares esta obra. Estaba sintonizando Radio 2 Clásica y la versión ofrecida fue de Rafael Kubelik dirigiendo a la misma Orquesta de la Radiodifusión Bávara. Frente al Estanque de dicho parque tuve que apearme de la bici y disimular, gracias a mis graduadas gafas de sol, las lágrimas que, contra mi voluntad, caían por mis mejillas. Simplemente fue la belleza de la MÚSICA y la grandeza del mejor músico de la historia: Wolfgang Amadeus Mozart. Cerrad los ojos y disfrutad de esta pieza. Es mi mejor regalo navideño para todos vosotros.