Dirigir una orquesta es un acto, bien intelectual, bien emotivo o una mezcla de ambos aspectos. Existen directores que otorgan más acentuación al sentido dramático subyacente en determinadas partituras en aras a un logro expresivo que, en ocasiones, no se corresponde con la intención del compositor a tenor con lo materializado en el papel pautado. La cuestión del subjetivismo interpretativo ha planteado no pocas discusiones desde que la dirección orquestal se profesionalizó como una actividad musical del todo independiente durante los últimos años del siglo XIX. Por otro lado, y frente a la corriente romántica de la dirección, surge el objetivismo como reacción cuanto menos lógica que, empero, suele desembocar en unas lecturas a veces lineales y planas en consonancia con las ineludibles carencias de la notación musical (sobre todo en la música anterior al siglo XIX). Este radicalismo lógico no siempre es bien aceptado por un público que por regla general suele ignorar los aspectos más intelectuales y técnicos de la música, concentrándose más bien en su poder de sugestión. Lo realmente complicado a la hora de versionar una música es encontrar el punto exacto de equilibrio entre el pathos y la razón. Y, en contadas ocasiones, una perfección técnica absoluta hace del todo superflua cualquier tipo de añadida retórica. Es la música por la música, sin más aditivos. Bernard Haitink es uno de esos privilegiados capaces de reproducir una sonoridad tan pulida y refinada que no deja lugar para vacilaciones casuísticas. Los artistas de los Países Bajos siempre se han destacado por su elaborada minuciosidad y precisión. Y Haitink es un digno heredero de una tradición tan ancestral como significativa.

Bernard Johann Hermann Haitink nació el 4 de marzo de 1929 en Amsterdam, Países Bajos, en el seno de una familia aficionada a la música. Cuando apenas contaba con nueve años de edad, sus padres le llevaron a ver un concierto de Mengelberg en el Concertgebouw y desde ese mismo momento el pequeño Bernard quiso estudiar música. No tardó mucho en materializar dicha proposición: Al día siguiente se hizo con un violín y empezó a tocar por su cuenta hasta que fue admitido en el Conservatorio de Amsterdam como alumno de Felix Hupka, quien le introdujo en los secretos de la dirección orquestal. Graduándose de sus estudios en 1955, Haitink ingresó como violinista en la Orquesta Filarmónica de los Países Bajos al tiempo que tomó parte de los cursos de dirección orquestal impartidos por Ferdinand Leitner en la Radio-Unie holandesa. Haitink destacó tanto en aquellos cursos que ese mismo año fue nombrado segundo director de la Orquesta de la Unión de la Radio Holandesa para dos años más tarde hacerse con la titularidad. Con todo, ya en 1956 Haitink tuvo a oportunidad de debutar al frente de la Orquesta del Concertgebouw durante un concierto en el que se vio obligado a sustituir a un griposo Giulini. El éxito de la cita fue tal que Haitink fue requerido con insistencia para dirigir a dicha formación durante los años siguientes, llegando a realizar una gira al frente de la misma por Inglaterra en 1959. Ese mismo año, falleció de forma imprevista Eduard van Beinum, el entonces director titular del Concertgebouw, y se abrió la sucesión para el puesto. Tras un breve período de transición, Haitink fue nombrado en 1961 director titular de la orquesta junto a Eugen Jochum. Luego de alternar la titularidad de la formación durante tres años con el veterano maestro alemán — toda la crítica coincide en que aquello fue una jugada tan maestra como prudente. Jochum era treinta años mayor que Haitink y supo ejercer a la perfección como consejero del aún muy joven director holandés — en 1964 Haitink fue designado único director titular y artístico de la formación.

Haitink tuvo la enorme virtud de resumir lo más positivo de sus antecesores (Kes, Mengelberg y Van Beinum) uniéndolo a una personalidad musical que supo mantener y perfeccionar los valores sonoros del conjunto. La fama de Haitink al frente del Concertgebouw sirvió para que en 1967 aceptara la proposición de convertirse también en el director titular de la Orquesta Filarmónica de Londres hasta 1979 y en director musical permanente del Festival de Glyndebourne de 1978 a 1988. Los primeros problemas de Haitink con la Orquesta del Concertgebouw surgieron a partir de los primeros años de la década de los ochenta cuando, debido a un recorte salarial que provocó la salida de una veintena de instrumentistas, Haitink amenazó con dimitir. Finalmente, se llegó a un acuerdo con el gobierno holandés y la tensa situación pudo ser solucionada. Pero la larga y brillante etapa de Haitink al frente de la formación holandesa tuvo un final ciertamente doloroso. En 1986, el Covent Garden consiguió el compromiso de Haitink para empezar en 1988, cuestión que planteaba el problema de la compatibilidad en ambos cargos. Al parecer, Haitink no dimitió del Concertgebouw sino que más bien expuso el problema a los miembros de la orquesta y esperó una respuesta de la misma. Su intención era la de que fuese designado director honorario para seguir manteniendo una vinculación con la orquesta. Pero la actitud de los miembros no fue la esperada por Haitink y al final éste se vio obligado a presentar la dimisión (se rumoreó que Haitink había solicitado una suma de dinero innegociable). La reacción de la orquesta fue la de contratar a Riccardo Chailly como titular a partir de 1988, con lo que se daba una situación cuanto menos polémica: La formación estaría sin titular durante dos años y Haitink se perdería el concierto del centenario a celebrar precisamente en 1988. La noticia causó un enorme estupor en los círculos musicales internacionales y sólo al final se llegó a un acuerdo por el que Haitink prolongaría su mandato hasta 1988. Finalmente, el 11 de abril de ese mismo año, Haitink dirigió el concierto del Centenario con una solemne y espectacular versión de la Octava Sinfonía de Mahler. La aparición de Haitink por la famosa escalinata del Concertgebouw, en lo que sería su último concierto como titular, fue recibida con un entusiasmo indescriptible por el público hasta el punto de que un hombre tan rígido como Haitink llegó a emocionarse por momentos.

La estancia de Bernard Haitink al frente del Covent Garden se prolongó hasta 2002 en un período caracterizado por luces y sombras. Si bien se alabó su alto concepto musical, no es menos cierto que recibió críticas por su falta de implicación en determinados asuntos extra-musicales. En 2002, y tras la inesperada muerte de Giuseppe Sinopoli, Haitink fue contratado como director titular de la Staatskapelle Dresden, aunque acabó presentando su dimisión un par de años después debido a las discrepancias surgidas con el intendente Gerd Uecker. A partir de ese momento, Haitink centró su carrera como director invitado de las mejores formaciones mundiales y llegó a ser designado miembro honorario de la Orquesta Filarmónica de Berlín. Ya en 2006, Haitink rechazó la propuesta de la Orquesta Sinfónica de Chicago para convertirse en su titular; pese a ello, la formación de Illinois le nombro director principal, un cargo que hubo de inventarse y que prácticamente se correspondía con la clásica figura de principal director invitado. Libre de todo compromiso a partir de 2010, Haitink tiene en la actualidad fijada su residencia en Lucerna y ha reducido de forma drástica sus apariciones: –» Todos los directores, incluido yo mismo, tenemos fecha de caducidad…»

Bernard Haitink tuvo una enorme virtud como director: Recogió a una de las mejores orquestas de Europa en 1961, cuando apenas contaba con 32 años de edad, y elevó su nivel artístico durante su mandato de más de un cuarto de siglo a la cúspide mundial (para muchos especialistas, el Concertgebouw es la mejor orquesta del planeta en términos absolutos). Director auténticamente obsesionado por la precisión, Haitink logró establecer un inconfundible sonido orquestal que no ha tenido parangón en ninguna de las otras formaciones consideradas de primerísimo nivel (Filarmónica de Viena, Filarmónica de Berlín, Sinfónica de Chicago, Cleveland…). Haitink evita en todo momento los alardes visuales en su modo de dirección consiguiendo que sólo la música sea la protagonista en sus conciertos. Su técnica de batuta es firme y segura, nada presuntuosa, y su mirada escruta en todo momento las distintas secciones orquestales para asegurar la máxima claridad expositiva. Haitink es un director versátil y polifacético, capaz de encontrar la idoneidad de cualquier música ajustándola a su propio carácter interpretativo. Como un celebrado teórico de la instrumentación, Haitink trabaja el detalle como pocos y eso le permite verter hasta el mínimo matiz de las obras más comprometidas por su elaborada orquestación.

Hablar de Bernard Haitink es hablar de Mahler, compositor que siempre ha estado vinculado a la Orquesta del Concertgebouw desde los tiempos de Mengelberg. La relación Haitink-Mahler comenzó el mismo día de su debut al frente de la formación holandesa. Desde entonces, Haitink se ha destacado como una de las mayores autoridades en la música de Mahler, algo perfectamente conjugable si nos atenemos a que la música del antaño director de la Ópera de Viena precisa justamente de esa claridad y minuciosidad con la que Haitink desarrolla sus planteamientos. Otro autor con el que se identifica es con Bruckner, compositor cuya música sinfónica deriva en cierto modo de una técnica constructiva basada en los distintos registros del órgano. Haitink se ha servido de un instrumento como el Concertgebouw para contrastar de forma eficaz las secciones orquestales, cuestión de suma relevancia en la música de Bruckner. Por otra parte, la música de Ravel y Debussy siempre le ha venido como anillo al dedo debido al desarrollo sonoro que precisan sus minuciosas obras. Shostakovich es otra de sus grandes pasiones, siendo el primer director occidental en acometer la integral sinfónica del ruso.

Haitink es un caso cuanto menos curioso en lo que suele ser la trayectoria más común de un director de orquesta. A diferencia de lo que suele ser habitual, Haitink comenzó como director sinfónico para paulatinamente centrar su actividad en la ópera. Con todo, llegó un momento en el que Haitink pareció abrumarse un tanto del mundo operístico tras su paso por el Covent Garden y volvió a dirigir sus objetivos a la música sinfónica. Mozart, Richard Strauss y Wagner han sido sus piedras de toque en el repertorio operístico con unos resultados ciertamente desiguales. A juicio unánime de la crítica, Haitink siempre se ha sentido más a gusto sobre el podio que sobre el foso y nunca ha abordado nuevo repertorio sin tener un convencimiento pleno de sus posibilidades. De esta forma, tardó 19 años en volver a grabar la Sinfonía nº7 de Mahler — una obra que le producía muchas dudas — y se negó a grabar la Missa Solemnis de Beethoven alegando que aún no estaba preparado para ello. Su minuciosidad le llevó a realizar un viaje a Viena con el único objeto de comprobar un pasaje de la Heroica de Beethoven con el que no estaba muy convencido conforme a lo escrito en las modernas ediciones de la partitura. Sus sospechas se confirmaron del todo cuando comprobó la recensión más antigua de dicha sinfonía. Su fidelidad, por tanto, a la partitura siempre ha sido absoluta. Quien esto escribe, reconoce su frustración por no haber podido escuchar nunca a Haitink en directo con la Orquesta del Concertgebouw (aunque sí que llegué a verle en 1991 en Madrid al frente de la Staatskapelle en un concierto que resultó memorable).

De entre la producción discográfica debida a Bernard Haitink podemos mencionar las siguientes grabaciones (advertimos que los distintos enlaces que vienen a continuación no tienen por qué corresponderse necesariamente con la versión citada pero sí con la obra mencionada): El castillo de Barba Azul de Bartok, junto a Von Otter, Eles y Tomlinson, y dirigiendo la Filarmónica de Berlín (EMI 56162); la integral sinfónica de Beethoven dirigiendo la Sinfónica de Londres (LSO 598 — integral sinfónica); Fidelio de Beethoven, junto a Muff, Diener, Sacca y Gallo, y dirigiendo la Orquesta de la Ópera de Zurich (OPUS ARTE 1023); los 5 Conciertos para piano de Beethoven, junto a Vladimir Ashkenazy y dirigiendo la Filarmónica de Londres (DECCA 991509); Carmen de Bizet, junto a Holloway, McCauley, Ewin y McLaughlin, y dirigiendo la Filarmónica de Londres (KULTUR VIDEO 2843); la integral sinfónica de Brahms dirigiendo la Sinfónica de Londres (LSO 70 — integral sinfónica); los 2 Conciertos para piano de Brahms, junto a Claudio Arrau y dirigiendo la Orquesta del Concertgebouw (PHILIPS 438320 — ofrecemos un vídeo con Rubimstein al piano); Doble Concierto de Brahms, junto a Henryk Szeryng y Janos Starker, y dirigiendo la Orquesta del Concertgebouw (PHILIPS 464369); la integral sinfónica de Bruckner dirigiendo la Orquesta del Concertgebouw (PHILIPS 530902 — integral sinfónica en 9 CD´s); Pelléas et Mélisande de Debussy, junto a Von Otter, Holzmair y Naouri, y dirigiendo la Orquesta Nacional de Francia (NAIVE 4923); Sinfonías nº2, 3, 4 , 6, 7, 8 y 9 de Mahler dirigiendo la Orquesta del Concertgebouw (PHILIPS 442050 — integral sinfónica en 10 CD´s); Las bodas de Fígaro de Mozart, junto a Finley, Hagley, Fleming y Schmidt, y dirigiendo la Filarmónica de Londres (KULTUR 2039); Don Giovanni de Mozart, junto a Allen, Van Allan, Vaness y Ewing, y dirigiendo la Filarmónica de Londres (EMI 47037); La flauta mágica de Mozart, junto a Thomaschke, Lutton, Goecke y Lott, y dirigiendo la Filarmónica de Londres (ARTHHAUS MUSIK 101085); El amor de las tres naranjas de Prokofiev, junto a Brayson, Lea, White y King, y dirigiendo la Filarmónica de Londres (KULTUR 4460); selección de piezas orquestales de Ravel dirigiendo la Orquesta del Concertgebouw (PENTATONE 5186167); la integral sinfónica de Schumann dirigiendo la Orquesta del Concertgebouw (PHILIPS 442079 — integral sinfónica); la integral sinfónica de Shostakovich dirigiendo la Filarmónica de Londres (DECCA 444430 — integral sinfónica en 11 CD´s); selección de piezas orquestales de Richard Strauss dirigiendo la Orquesta del Concertgebouw (PHILIPS 442281); Escenas de ballet de Stravinski dirigiendo la Filarmónica de Berlín (PHILIPS 422415); la integral sinfónica de Vaughan Williams dirigiendo la Filarmónica de Londres (EMI 86026 — integral en 7 CD´s); Falstaff de Verdi, junto a Terfel y Frittoli, y dirigiendo la Orquesta del Covent Garden (KULTUR 823); Don Carlo de Verdi, junto a Lima, Cotrubas, Zancanaro y Lloyd, y dirigiendo la Orquesta del Covent Garden (KULTUR 2844); y, finalmente, El Anillo del Nibelungo de Wagner, junto a Morris, Marton, Jerusalem y Adam, y dirigiendo la Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera (EMI 19479 — integral en 14 CD´s). Nuestro humilde homenaje a este excepcional director de orquesta.