Para los aficionados españoles, el nombre de Carl Schuricht va indefectiblemente asociado a la figura del malogrado Ataúlfo Argenta. Pero Carl Schuricht no fue nunca una estrella de la dirección orquestal en la medida en que hoy podemos calibrar este concepto. Un tanto a la sombra de Furtwängler, la emergente industria fonográfica de aquellos años no hizo justicia con un director visceral que sólo trataba de encontrar la verdad de la música. Como tantos y tantos maestros de su generación, Schuricht padeció las vicisitudes de un conflicto bélico que tal vez pudo cercenar su trayectoria artística en los años posteriores a la finalización de la guerra. Controvertido en su relación con el poder nazi, Schuricht fue incluido en la famosa Lista de Gottbegnadeten como uno de los artistas alemanes exentos de movilización. Pero al mismo tiempo, Schuricht se mostró como uno de los mayores defensores de la música del denostado Mahler y casi al final de la guerra se vio obligado a huir a Suiza. Dicen que Furtwängler, tras escuchar a Schuricht dirigir una sinfonía de Beethoven, declaró que aquella obra no se podía interpretar mejor. Y Furtwängler nunca se destacó, precisamente, por la bondad de sus comentarios hacia otros colegas.

 Carl Adolph Schuricht nació el 3 de julio de 1880 en Danzig, antigua ciudad prusiana y hoy bajo administración polaca con el nombre de Gdansk, en el seno de una familia en donde el padre era fabricante de órganos mientras que la madre era una conocida cantante de oratorios polacos. Huérfano de padre a las tres semanas, el pequeño Carl inició su formación musical a los seis años estudiando piano y violín. Más tarde, en el Colegio Real de Wiesbaden, el joven había ya esbozado dos libretos de ópera con música incluida y a los quince años dirigió por primera vez una pequeña orquesta. En 1901 obtiene su primer empleo como co-repetidor en el Teatro de Mainz y un año más tarde gana una beca que le permite ingresar en la Hochschule de Berlín bajo la tutela de los profesores Ernst Rudorff y Van Eyken para posteriormente estudiar composición en Leipzig con Max Reger. Publica sus primeras composiciones musicales ese mismo año aunque, debido a una enfermedad, Schuricht ha de interrumpir todas sus actividades entre 1904 y 1906. Ya recuperado, en 1907 ingresa como Kapellmeister en el Teatro de Zwickau y dirige coros en Goslar. Dos años más tarde, Schuricht fue nombrado director en el Rühlscher-Gesangverein de Frankfurt, cargo desde el que introdujo la obra de Delius en Alemania. Con una gran experiencia a sus espaldas, Schuricht se hizo cargo en 1912 de la dirección musical de la Orquesta Sinfónica del Estado de Wiesbaden, ciudad en donde un año más tarde ofrece la audición de la Sinfonía nº8 de Mahler, presentada tres años antes en Munich. Aquello supuso el comienzo de una fecunda relación entre Schuricht y la música del compositor de Kaliste. En 1914, Schuricht dirige por primera vez en Londres y debuta también en La Scala, con lo que su trayectoria artística gana muchos enteros y se le reconoce como una de las mayores promesas de la dirección orquestal en Alemania. Por desgracia, el estallido de la Primera Guerra Mundial supone un freno en la vertiginosa carrera artística de Schuricht.

 En 1921 Schuricht dirigió por primera vez a la Orquesta Filarmónica de Berlín con un programa basado en la Sinfonía nº6 de Mahler. Ese mismo año recibe la visita de Furtwängler en Wiesbaden y ambos directores alternan el podio de la orquesta para ofrecer la obra sinfónica de Brahms en cuatro sesiones. Furtwängler destacó entonces su admiración por el vivificante estilo directorial de Schuricht, a quien, por otra parte, se le confirmó en su cargo de director musical de Wiesbaden. En 1923 se celebró allí el primer Festival Alemán de Mahler y Schuricht dirigió casi la totalidad de las obras de dicho compositor, con lo que se convirtió en uno de sus más celebrados y conocidos intérpretes. Durante los años siguientes, Schuricht alternó su actividad en Wiesbaden con algún esporádico viaje a los EEUU e impartiendo clases de dirección orquestal en el castillo de Charlottenburg. En 1933 fue nominado para dirigir el Coro Filarmónico de Berlín y un año más tarde dirigió a la Filarmónica de Viena por primera vez. Fue en esa década de los años treinta cuando el relieve de Schuricht alcanza sus más altas cotas de prestigio. Así, en 1937 fue nombrado director invitado de la Orquesta Sinfónica de la Radio de Frankfurt y un año después recibe la condecoración de la Orden de Nassau por la reina Guillermina de Holanda en atención a sus repetidas lecturas de la obra sinfónica de Mahler con la Orquesta del Concertgebouw de Amsterdam. Pero, como ya ocurrió antaño con la Primera Guerra Mundial, la progresión de Schuricht vuelve a cortarse ante los nuevos episodios bélicos acaecidos en Alemania. Schuricht consigue ser nombrado principal director invitado de la Filarmónica de Dresde en 1943, mas su reiterada sintonía con la música de Mahler le acaba de colocar finalmente en el punto de mira de las autoridades nazis. En noviembre de 1944 Schuricht decide abandonar definitivamente Alemania para instalarse en la neutral Suiza, país en donde empieza a dirigir con regularidad a la Orquesta de la Suisse Romande. Ese mismo año ofrece una serie de magistrales conciertos en Madrid dirigiendo la integral sinfónica de Brahms a la Orquesta Nacional de España.

 Finalizada la Segunda Guerra Mundial, Schuricht es invitado a dirigir en la reapertura del Festival de Salzburgo y en 1948 es galardonado con la Medalla Bruckner en Holanda, premio similar al que también recibirá más tarde en Salzburgo. Invitado por las más prestigiosas orquestas europeas, en 1953 Schuricht fue nombrado ciudadano honorífico de Wiesbaden y recibió también la Gran Cruz del Mérito de Alemania. Sus actuaciones al frente de la Filarmónica de Viena resultaron tan extraordinarias que el comité de la formación le pidió que se hiciera cargo de la misma durante una gira por Francia y los EEUU. En América Schuricht gozó de grandes simpatías — aunque ya se le había pasado el tren de la oportunidad de haber colaborado regularmente con alguna relevante agrupación debido a la edad — y dirigió como invitado a las Sinfónicas de Chicago y Boston. De vuelta por Europa, la Filarmónica de Viena realiza una nueva gira por el Viejo Continente también con Schuricht como director principal. Este exitoso binomio Schuricht-Filarmónica de Viena culminó en 1960 cuando la orquesta vienesa decide nombrarle miembro de honor. Con una fortaleza impropia para su edad, Schuricht dirige en Londres en 1963 a la edad de 83 años y repite dos años más tarde con un programa centrado en Mahler. En 1966 dirigió por última vez a la Filarmónica de Viena en el Festival de Salzburgo y un año después, el 7 de enero de 1967, Schuricht falleció plácidamente en su residencia suiza de Corseaux-sur-Vevey. Sus restos fueron posteriormente trasladados al cementerio de Wiesbaden. Con la muerte de Schuricht desapareció uno de los últimos directores tradicionales — Klemperer le sobreviviría seis años más — y en absoluto divos de la gran generación alemana de entreguerras.

 En cierto modo, Schuricht fue un artesano de la música que se educó en la más estricta tradición alemana consistente en empezar como asistente en teatros de óperas provinciales para ir luego paulatinamente escalando hacia cargos más relevantes. Su trayectoria, sin llegar a ser tan popular como la de algunos colegas de su generación, se vio doblemente truncada por el estallido de los dos conflictos bélicos mundiales justo en el momento en el que parecía preparado para abordar un salto cualitativo en sus aspiraciones profesionales. Aunque tampoco podemos obviar que Schuricht manifestó siempre un gran apego por su tierra y por su constructiva labor en Wiesbaden, ciudad en la que sólo pudo romper su prolongada vinculación a causa de la guerra. A la manera de un viejo maestro de provincias, a Schuricht le encantaba desarrollar sus experimentos musicales en Wiesbaden para luego ofrecerlos en mayor medida durante sus habituales giras como director invitado de otras orquestas. Su vinculación con la vecina Holanda fue tan lógica como consecuente, sabedor de que allí — y en buena parte gracias a Mengelberg — la música de su adorado Mahler era motivo de una veneración religiosa que incluso hoy en día perdura.

 Carl Schuricht siguió las pautas de la tradicional interpretación romántica de los directores de orquesta germanos basada en la libertad rítmico-dinámica y en la expresiva subjetividad a la hora de abordar las partituras. Muy cercano al estilo de Furtwängler, tal vez Schuricht se destacó por dotar con un mayor impulso y vivacidad las lecturas de los compositores románticos, aspecto que, lejos de atemperarse con los años, pareció incluso acrecentarse. En franca sintonía con algunos postulados de Bruno Walter, Schuricht opinaba que el director de orquesta ha de tener una clase especial de intuición musical que le permita percibir la esencia de lo que interpreta y son las propias fuerzas que gobiernan el mundo las encargadas de guiar al director en los más pequeños detalles. En su repertorio destacaron sobremanera las tres grandes bes alemanas del Romanticismo, Beethoven, Brahms y Bruckner, aunque por encima de todos ellos reinó Mahler. No le hizo ascos al modernismo y en muchas ocasiones programó obras de Ravel, Debussy, Schönberg y Stravinski.

 De entre la producción discográfica debida a Carl Schuricht podemos destacar las siguientes grabaciones (advertimos que los enlaces que vienen a continuación pueden no corresponderse con la versión citada, aunque sí con la obra mencionada): Sinfonía nº9 de Beethoven dirigiendo la Orquesta de la Sociedad del Conservatorio de París (TESTAMENT 1409); Concierto para piano nº2 de Brahms, junto a Wilhelm Backhaus y dirigiendo la Filarmónica de Viena (DECCA 4756074); Sinfonía nº9 de Bruckner dirigiendo la Orquesta de la Ópera de Berlín (URANIA 163); Sinfonías 38 y 41 de Mozart dirigiendo la Orquesta Sinfónica de la Radio de Stuttgart (HÄNSSLER CLASSIC 93152); y la Sinfonía nº3 de Schumann dirigiendo la Orquesta de la Sociedad del Conservatorio de París (DECCA 4756074). Nuestro humilde homenaje a este gran director de orquesta.