Durante los muchos años en los que mi vida se circunscribió a colaborar con las tareas ejecutivas en el bar de mi padre, fui testigo de las más insólitas peticiones por parte de una clientela que, si bien en términos generales se adaptaba a los usos y costumbres más frecuentes de la filosofía tabernaria, en determinadas ocasiones escapaban hacia el ámbito de lo anecdótico, por no decir que de lo estrambótico. Ciertas consumiciones, combinaciones, acompañamientos o actitudes ante el solicitado refrigerio provocaban reacciones sorpresivas en una dependencia no muy acostumbrada a las vanguardias estilísticas. Intentaré componer un resumen con algunas de estas imposibles combinaciones que, contraviniendo a las más elementales reglas de la ortodoxia, me vi obligado a servir. Ya se sabe: El cliente siempre tiene la razón.

– MARY BRIZARD CON COCA-COLA: Para mayor Inri, lo serví por la mañana a un cliente de los denominados vampiros. Por más que meneaba tan compacta emulsión con la cucharilla, no hubo forma de precipitar la mezcla. Me tapaba los ojos cada vez que el intrépido cliente le atizaba un trago.

– LATA DE FABADA ACOMPAÑADA DE AGUA MINERAL CON GAS: Imperdonable. Quién lo solicitó tenía pintas de ejecutivo. Me imagino que la consiguiente digestión hubo de ser muy sonora. El colmo fue que, con el posterior café, se tomó dos generosos copazos de whisky segoviano. ¿Alguien lo entiende?

– PESCADILLA REBOZADA ACOMPAÑADA DE KETCHUP Y MOSTAZA: Este confundió la pescadilla con una salchicha. Las expresiones del resto de la clientela al contemplar el desaguisado fueron de antología.

– CAFÉ CON LECHE. ¿Para mojar? UN BOCADILLO DE CARNE ASADA EN SU JUGO: Indescriptible el aspecto del tazón de café al mojar el pringoso bocata a modo de croissant.

– LATA DE BERBERECHOS ALIÑADA CON LIMÓN. ¿Para beber? UN CAFÉ BIEN CALENTITO: Lo más grotesco fue que el cliente era colega de oficio. Para acabar de arreglarlo, a continuación solicitó unos espárragos con mahonesa. «Y otro café, bien calentito, eh».

– CERVEZA SIN ALCOHOL CON CERVEZA NORMAL: Me explico: El cliente solicitaba un botellín de cerveza sin alcohol y, acto seguido, tras derramar el contenido en una copa al uso, me pedía que le diese un toque con el grifo de la cerveza normal y alcohólica de toda la vida. «Para que le dé un poco de gusto». Estupenda idea.

– WHISKY CON Ó SIN COCA-COLA: Típico de Pepe, el antiguo cocinero de una taberna cercana. Venía ya tostado por la mañana. Me pedía el referido whisky con coca-cola. Al servirle, colocaba el vaso de tubo con hielo y, antes de que me diera tiempo a descorchar la coca-cola, Pepe se llevaba el whisky con el hielo hasta la máquina tragaperras. «¡Pepe, la coca-cola» — . — «Da igual»- Me contestaba -«Tómatela tú, que te invito».

– BOCADILLO DE CROQUETAS DE JAMÓN: Fue una mujer de etnia gitana. Me pidió media ración de croquetas y me hizo meterlas en un pan, a modo de bocadillo. Y tan contenta la señora con su heterodoxo bocata.

– TORTILLA FRANCESA DE CALLOS CON CHORIZO: El tío me pidió una ración de picantes callos con chorizo, plato muy típico de Madrid. Le caliento la ración y el individuo me dice: –» Me los echa usted a la plancha y me los mete en una tortillita de dos huevos» –. Dicho y hecho. Mientras preparaba tan curiosa tortilla, de espaldas a la barra, no pude controlar el ataque de risa, aumentado por las cómplices sonrisas de otros clientes.

– DOBLE DE CERVEZA CON LATA DE MEJILLONES: Era un cliente habitual de la casa. Pedía un doble de cerveza y una lata de mejillones en conserva. A continuación, ante las atónitas miradas de la concurrencia, introducía los mejillones en el interior de la copa de cerveza, los removía con una servilleta y los dejaba macerar unos minutos. Después, los ensartaba de uno en uno con un palillo y ¡Adentro!. Y no desperdiciaba la cerveza, claro está. Ni Ferrá Adriá lo hubiera imaginado de esta forma.

… Y, la joya de la corona

-BOCADILLO DE BOQUERONES EN VINAGRE (AL MICROONDAS) CON AVELLANAS: Delirante. El tipo me hizo ¡¡calentar!! los boquerones en vinagre en el micro. (Las explosiones fueron terroríficas) y, para acabar de decorarlo, me hizo servirle un platillo con avellanas. El muy cachondo, abrió el pan e introdujo las avellanas junto a los chamuscados boquerones. Eso sí, a la hora de pagar, me dijo que no me olvidara de cobrarle el suplemento por las avellanas… ¡Surrealista!