Cuentan que es usted toda una referencia dentro del panorama jurídico español, profesor Alzaga, y que aquellos alumnos que tienen la suerte de poder contar con su excelso magisterio aprenden, y de qué manera, hasta el último resquicio del derecho político español, por muy enrevesado que sea. Por eso, aún no se explica muy bien como el desolado panorama parlamentario que hoy en día hemos de sufrir no tiene entre sus filas a figuras de su contrastada relevancia y categoría jurídica, requisitos tan necesarios para el buen funcionamiento institucional. Y, además, usted ha dado sobradas pruebas de firmeza y actitud política, no dejándose engatusar por nadie, ni por el mismísimo Fraga. Como en 1986, en las elecciones legislativas, cuando su formación, el PDP, en coalición con AP y el PL, obtuvo unos brillantes aunque insuficientes resultados. Algo no funcionó, profesor, ya que al poco usted dinamitó la Coalición Popular y con el puñado de escaños que legítimamente eran suyos ingresó en el Grupo Mixto. Muchos cronistas no entendieron bien aquella jugada, profesor Alzaga, y no tardaron en lloverle las críticas acusándole de oportunista y de querer derribar aquella Coalición Popular donde tenían cabida todo tipo de especímenes políticos. Algunos comentaron que su partido, el PDP, no se habría comido un sazi de haberse presentado en solitario a las elecciones y que resultaba particularmente egoísta que usted decidiera apoderarse de los escaños que obtuvo mediante la pantalla de AP… ¡Ingratos!  Tanto escándalo no merecía la pena. Así que, con toda la caballerosidad del mundo, decidió usted renunciar a su acta de diputado y que fueran otros los que dirimieran la pelea. Yo creo, profesor, que a usted le tenían envidia y prueba de ello es que, dos años después de aquellos polémicos hechos, ya retirado usted de la actividad política, los restos de su formación pasaron a formar parte del refundado PP… ¡Cuánto desagradecido hay todavía por el mundo, profesor Alzaga!