* Escrito en 1809 bajo unas circunstancias realmente complicadas
* Estrenado en Leipzig en mayo de 1811
* EFECTIVOS ORQUESTALES: 2 flautas, 2 óboes, 2 clarinetes, 2 fagots, 2 trompas, 2 trompetas, timbales y sección de cuerda
* Duración aproximada de la ejecución: Entre 38 y 40 minutos

Para aproximarse a la literatura concertística de Beethoven es preciso realizar un análisis previo de su técnica compositiva. A grandes rasgos, dicha técnica, pese a ser adoptada por la mayoría de los compositores románticos, no tiene en verdad auténticos seguidores. Beethoven llevó la construcción musical a un estadio absolutamente desconocido durante el clasicismo. Sus temas son absolutamente personales y en algunos casos carecen de materia melódica y suelen ser extraordinariamente cortos aunque repletos de consecuencias. Como muy acertadamente ha señalado el compositor y erudito español Tomás Marco, «si para los clásicos la concepción de la forma sonata se basaba en un juego bitemático que afectaba a dos temas distintos pero generalmente no opuestos, a partir de Beethoven lo importante es que los temas sean fuertemente contrastantes». Para Beethoven, la música no es sólo una forma constructiva, sino también una forma emocional y expresiva que salvo en raras ocasiones pretende ser descriptiva. Beethoven fue el primero que reivindicó para sí el título de poeta sonoro — Tondichter — y en muy buena medida lo fue. Tras haber dado forma en 1806 del profundamente lírico Concierto nº4 para piano, en 1809 Beethoven aborda su última composición de este género musical, otra obra maestra absoluta que contrasta con su precedente por su alto desarrollo heroico.

El Concierto para piano nº5 se escribió durante 1809 bajo unas penosas circunstancias en el corazón de Beethoven: Su comienzo coincidió con los preparativos de guerra en Austria y su elaboración se vio interrumpida por el bombardeo y la ocupación de Viena. El primer movimiento se concluyó cuando fue firmada la paz en Viena el 14 de octubre y no deja de llevar los estigmas de esta agitada época de liberación nacional. De hecho, los borradores de este primer movimiento desde 1808 hasta abril de 1809 están salpicados con expresiones como: Auf die Schlacht Jubelgesang (Canto de triunfo para la lucha), Angriff (Ataque) o Sieg (Victoria). Contra todo lo que se ha escrito al respecto, NADIE sabría explicar porqué a este concierto se le ha llamado El Emperador. Muchas opiniones convergen en la figura del compositor inglés Cramer, pero esto no está nada claro. De cualquier manera, lo que es seguro es que no fue Beethoven quien definió así el concierto. Tras su fugaz presentación en Leipzig, la obra se dio a conocer en Viena el 12 de febrero de 1812 con Czerny al piano. La partitura ya estaba publicada desde mayo de 1811 por la casa Breitkopf und Härtel bajo el número de opus 73 y con dedicatoria al archiduque Rodolfo.

El Concierto nº5 para piano de Beethoven rompió del todo con el género habitual del concierto — circunstancia ya apuntada en el concierto precedente — y la obra no se concibe única y exclusivamente para resaltar la virtuosidad del solista, sino que más bien se trata de una sinfonía con la participación de un piano. Desde las primeras notas Beethoven rompe con las normas dejando la introducción al piano que preludia largamente como si improvisara (Brahms copió literalmente esta estructuración en su Segundo Concierto). Si el Concierto nº4 de Beethoven, no menos innovador, anunciaba ya la superación del género, este Quinto Concierto lo realiza magistralmente. La parte solista exige sin duda el gran instrumento moderno de concierto que aún no reclamaban los conciertos de Mozart ni los primeros del propio Beethoven. Para muchos especialistas, esta obra, junto con la Novena, supone la cima artística de Beethoven, al menos en el terreno sinfónico.

La versión que hemos seleccionado para seguir con la audición de esta obra corresponde a la ejecutada por el inolvidable pianista canadiense Glenn Gould acompañado por la Orquesta Sinfónica de Toronto dirigida por Karel Ancerl. La versión es grandiosa y escuchar — y ver — a Gould es todo un espectáculo. Sin duda, Glenn Gould ha sido uno de los pianistas más grandes de toda la historia. Los vídeos se solapan de una manera tan extraña que intentamos mantener la pista en los tres enlaces que insertamos. Como versiones alternativas, ofrecemos también la lectura de Vladimir Horowitz acompañado de la Orquesta Sinfónica de la RCA VÍCTOR dirigida por Fritz Reiner y la de Krystian Zimerman acompañado por la Orquesta Filarmónica de Viena dirigida por Leonard Bernstein. En estos casos, para seguir la obra en su totalidad basta con pinchar los números sucesivos de las distintas series.

DESARROLLO DE LA OBRA

PRIMER MOVIMIENTO – Allegro (Lamentablemente, el vídeo se corta en los acordes finales y prosigue en el siguiente): El concierto comienza con una resplandeciente cadencia del instrumento solista sobre un acorde de la orquesta que parece una improvisación libre. Esta introducción se encadena con un tutti que afirma inmediatamente la amplitud sinfónica de la obra y sus dimensiones (Cerca de 600 compases sólo en este movimiento). La propia tonalidad, Mi bemol mayor, era la preferida de Beethoven para los temas heroicos (Fue también adoptada en el primer movimiento de la Heroica). Un sentimiento de intenso júbilo impregna el tema principal que casi se ve acoplado a un segundo de matiz pianissimo con un lejano aire a marcha fúnebre, al principio en modo menor y luego reafirmado en el mayor por la madera. El movimiento está enteramente concebido en la forma sonata pero considerablemente ampliado en sus desarrollos, formados por distintas variaciones entre el piano y la orquesta que van recorriendo un enorme ciclo armónico. Los temas se van convergiendo y oponiendo en una especie de dialéctica de la fuerza y del sentimiento. Dentro de la escritura pianística, hay que resaltar la gran extensión del teclado así como la importancia de los trinos, susceptibles de asumir una frase melódica completa (Impresionante el sentido de la musicalidad de Beethoven). Después de la reexposición, una breve cadenza dialogante entre piano y orquesta nos conduce hacia la conclusión. No podemos sino considerar este movimiento como de musicalmente perfecto.

SEGUNDO MOVIMIENTO – Adagio un poco mosso (A partir del minuto 0.19): ¿Qué podemos comentar acerca de esta admirable meditación en la tonalidad de Si mayor? La cuerda dibuja un tema de religiosa gravedad, al modo de coral, caracterizado por su absoluta sencillez melódica. Sobreviene luego un amplio canto del piano en este mismo clima, con trinos en ascenso cromático, que planea por encima de la orquesta y parece interrogarla para después responderla. Una discreta intervención de las trompas preludia el encadenamiento, por modulación en armónica, con el final en donde el piano sugiere el motivo principal del tercer movimiento. Todo este movimiento parece un compromiso musical que linda con la más absoluta espiritualidad. Contra lo que se pueda imaginar, los apuntes manuscritos de este movimiento demuestran el elaborado trabajo que Beethoven dispuso para dejarlo en su forma actual.

TERCER MOVIMIENTO – Allegro ma non troppo (A partir del minuto 7. 53 del anterior vídeo y continúa en este): Este rondó final presenta un irresistible arranque fundado en la oposición rítmica binaria (Mano derecha del piano) con la ternaria (Mano izquierda) que enseguida toma un aire de danza popular. A lo largo del movimiento, la parte solista y muchos de los tutti de la orquesta muestran un brío realmente enloquecedor. Un largo trino del piano, sobre si bemol, preludia la repetición. Es por ello que la estructura musical adquiere ciertos tintes de improvisación. Al final, un redoble de timbales en medio de un gran silencio sirve de preámbulo a los últimos acordes que dan toda su profundidad al triunfo definitivo de la expresión misma. Jamás se podría creer, escuchando la unidad de este concierto, que su composición se viera interrumpida durante meses por los desastres de la guerra. Obra maestra del género sin posible discusión.

VERSIONES RECOMENDADAS

Arturo Benedetti-Michelangeli acompañado de la Orquesta de la Radio de Estocolmo dirigida por Sergiu Celibidache. FONO (Majestuosa versión de dos genios, cada uno en su puesto. Impresionante Benedetti, grandioso)
Alexis Weissenberg acompañado por la Filarmónica de Berlín dirigida por Herbert von Karajan. EMI (Monumental lectura de dos especialistas en Beethoven. De referencia)
Edwin Fischer acompañado por la Philharmonia Orchestra dirigida por Wilhelm Furtwängler. EMI (Histórica versión que en absoluto ha perdido frescura. Descomunal el acompañamiento orquestal de Furtwängler)
Alfred Brendel acompañado de la Filarmónica de Viena dirigida por Sir Simon Rattle. PHILIPS (Gran acoplamiento de solista y orquesta. Curiosa combinación de instrumentos originales y de época)
Daniel Barenboim acompañado de la Philharmonia Orchestra dirigida por Otto Klemperer. EMI (Versión elegante y compacta a más no poder)
Krystian Zimerman acompañado de la Filarmónica de Viena dirigida por Leonard Bernstein. DG (Portentoso talento el del pianista polaco. Embriagador Bernstein)
Claudio Arrau acompañado por la Staatskapelle Dresden dirigida por Sir Colin Davis. PHILIPS (Uno de los testamentos musicales del gran Arrau. Sublime. Incluso Davis se contagia de tanto arte)

Por contra, no terminan por satisfacerme del todo las versiones debidas a Emil Gilels acompañado de la Orquesta de Cleveland dirigida por Georg Szell. EMI (Grandísima dirección orquestal y excelente lectura pianística, pero da la sensación de que cada uno va por su lado) y la de Maurizio Pollini acompañado de la Filarmónica de Berlín dirigida por Claudio Abbado. DG (Al contrario, el pianista está muy por encima de una dirección un tanto nerviosa). Por supuesto, estas no son sino meras apreciaciones subjetivas sin ninguna pretensión vinculante.