* Escrito durante el invierno de 1894-1895
* Estrenado el 19 de marzo de 1896 en Londres por Leo Stern bajo la dirección del autor
* EFECTIVOS ORQUESTALES: 2 flautas, 2 óboes, 2 clarinetes, 2 fagots, 4 trompas, 2 trompetas, 3 trombones, tuba, timbales y sección de cuerda. Violoncelo solista.
* Duración aproximada de la ejecución: Entre 40 y 42 minutos.

 — «¿Por qué no supe que se podía escribir un concierto como este? Si lo hubiera sabido hace tiempo que hubiera escrito uno…»– dicen que comentó Johannes Brahms nada más conocer la partitura que hoy nos ocupa. Si el Concierto para violín de Dvorak no puede considerarse una obra maestra desde el punto de vista estructural pese a su riqueza y frescura de invención, el Concierto para violoncelo presenta todas las virtudes de su antecesor junto a un magistral diseño formal. No hay duda de que ambas obras comparten la misma musicalidad y concentración de sentimientos, mientras que el material temático del Concierto para violoncelo presenta todo el potencial dramático que necesita.

 Esta inmortal obra de Dvorak, verdadera pieza referencial del género, fue compuesta durante el período de 1894-1895 y supuso la última «obra americana» del compositor siendo, junto con la Sinfonía del Nuevo Mundo y las Danzas eslavas, su obra más popular. Ya de vuelta en Checoslovaquia, Dvorak procedió a varias modificaciones de la partitura, destacando entre las mismas la introducción al final del concierto de una melodía de los Cuatro Cantos, Op. 82, que servía de recuerdo y homenaje a su cuñada Josefina Kounikova, fallecida poco tiempo antes y por la que el músico sentía un gran afecto. El violoncelista elegido por Dvorak para el estreno del concierto era Hanus Wihan, uno de los mejores solistas checos de la época, pero hubo un gran desacuerdo entre él y Dvorak, mayormente por el absoluto rechazo del compositor a incorporar la cadenza que Wihan había compuesto para el final. Pese a ello, Wihan se destacó como un fenomenal intérprete de esta obra y contribuyó decisivamente a su divulgación internacional aunque no fue finalmente elegido para estrenar la obra.

 El Concierto para violoncelo de Dvorak, pese a ser escrito durante el período norteamericano del autor, no presenta ninguna señal de influencia americana como, por ejemplo, la célebre Sinfonía del Nuevo Mundo. Por el contrario, este concierto bebe del sentimiento de nostalgia que Dvorak sentía tras permanecer alejado más de tres años de su patria y de la energía emanada de sus inconfundibles raíces nacionales. Pocos saben que este concierto es el segundo del autor, ya que en 1865 y en plena juventud había escrito un primero en la tonalidad de La mayor destinado a un compañero de la Orquesta del Teatro Provisional de Praga y que finalmente quedó convertido en una partitura para piano.

 La versión que os dejo en los distintos enlaces se corresponde con una magistral lectura debida a Mstislav Rostropovich acompañado por la Orquesta Filarmónica de Londres dirigida por Carlo Maria Giulini. Todos los movimientos se encuentran solapados en dos vídeos y basta con pinchar el número siguiente al que se hace enlace para continuar con la audición de la obra. Como versiones alternativas, os dejo la interpretación de Yo-Yo Ma acompañado de la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico dirigida por Giancarlo Guerrero y esta otra a cargo de Jiang Wang acompañado de la Joven Orquesta Sinfónica Simón Bolívar dirigida por Gustavo Dudamel.

DESARROLLO DE LA OBRA

PRIMER MOVIMIENTO: Allegro: La introducción es bitemática y el primer tema es expuesto por el clarinete, el cual presenta una notable afinidad con el tema del segundo movimiento de la Cuarta Sinfonía de Brahms. Este tema adquiere toda su dimensión cuando es repetido por toda la orquesta. El siguiente tema, declamado en pianissimo por la trompa, presenta un matiz un tanto misterioso. Entra entonces el solista con el primer tema, en modo mayor, seguido de largos acordes arpegiados. A lo largo de todo el movimiento, el solista será alternativamente cantante o virtuoso, sirviendo en este último caso de acompañante de la orquesta con fórmulas de arpegios y de trinos. En medio de una atmósfera en donde se mezclan el ardor, el brillo, la intimidad y la elegía, la instrumentación dispone de combinaciones de timbres aislados de la orquesta con el violoncelo, sobre todo en la segunda parte del movimiento. Los diálogos con la flauta presentan una gran belleza y todo el movimiento deja translucir una evidente influencia por los modos orquestales de Chaikovski. El movimiento concluye en modo mayor con el heroico subrayado de las trompetas.

SEGUNDO MOVIMIENTO: Adagio ma non troppo: Oboe, clarinete y fagot cantan un tema semipopular, de tintes religiosos, que es seguidamente repetido por el violoncelo para posteriormente ejecutar unas frases ornamentales ascendentes. Pero al fervor del comienzo enseguida le suceden dolorosas quejas en forma de apoyaturas de notas conjuntas. Esta dualidad de sentimientos adquiere nueva fuerza en un episodio que sigue en la tonalidad de sol menor. Un tutti orquestal lanza un nuevo tema poderoso y dramático que es inmediatamente respondido por las cantinelas apaciguadoras del solista y de las maderas. Este episodio se repite en si menor con algunas variantes hasta que el tema del comienzo vuelve sobre las trompas sobre un fondo ritmado de pizzicatti en la cuerda. Dicho tema parece transfigurarse en el violoncelo con una bellísima y magistral ampliación. El movimiento concluye en un clima de serena piedad y todo el es un compendio de magnífica orquestación por parte del compositor. De lo más precioso escrito nunca para violoncelo y orquesta.

TERCER MOVIMIENTO: Allegro moderato: El movimiento comienza con un ritmo de marcha sordamente acentuado por la cuerda grave mientras que el tema principal es anunciado por las trompas en staccato. Cuando este mismo tema reaparece, entonado por el propio solista, su naturaleza rítmica se atempera en beneficio de los contornos melódicos. El solista va desarrollando el tema en su registro agudo, sosteniéndolo posteriormente con una sucesión de trinos que repiten las maderas. Poco a poco, se va esbozando un segundo motivo a partir de una célula de ritmos con puntillo, que se desenvuelve en una melodía amable y danzarina sobre la que el solista ejecuta ornamentaciones que se ven recortadas por fragmentos de la melodía. Mientras, un nuevo tema sencillo y apacible es dibujado por el clarinete. El virtuosismo solista se va intensificando hasta un tutti que conduce a una repetición del segundo tema del movimiento en stretta con el violoncelo, la flauta y el óboe. Después de una breve repetición del tema principal, un tercer episodio en Sol mayor parece recordar el segundo movimiento. Una posterior modulación a Si mayor marca el paso a la última parte con una intensificación de la orquestación y del dinamismo. El tema principal resuena como una fanfarria de trompas de caza sobre armonías de sexta, quinta y tercera. El comienzo de la coda, en pianissimo, deja escuchar ecos del primer movimiento con un breve canto del violín concertino y las maderas. Un rápido crescendo concluye la obra con un poderoso estallido orquestal. Obra maestra absoluta sin posible discusión y pieza referencial del género.

VERSIONES RECOMENDADAS

Mstislav Rostropovich junto a la Filarmónica Checa dirigida por Vaclav Talich. SUPRAPHON (Posiblemente, la mejor lectura de las muchas que realizó Rostropovich. Referencia absoluta)
Mstislav Rostropovich junto a la Royal Philharmonic dirigida por Sir Adrian Boult. TESTAMENT (Versión para incondicionales de Rostropovich)
Pau Casals junto a la Filarmónica Checa dirigida por Georg Szell. EMI (Una antológica rareza)
Jacqueline Du Pré junto a la Sinfónica de Chicago dirigida por Daniel Barenboim. EMI (Emotiva y desnuda, muy romántica)
Pierre Fournier junto a la Filarmónica de Berlín dirigida por Georg Szell. DG (Lírica aunque tal vez demasiado objetiva en determinados pasajes)
Mstislav Rostropovich junto a la Sinfónica de Boston dirigida por Seiji Ozawa. ERATO (Excelente toma de sonido aunque no es la mejor versión de Rostropovich)

 Por contra, y sin dejar de ser versiones de gran altura, no acaban de satisfacerme del todo las lecturas de Yo-Yo Ma junto a la Filarmónica de Nueva York dirigida por Kurt Masur. SONY (Algo aparatosa y efectista) y la de Milos Sadlo junto  la Filarmónica Checa dirigida por Vaclav Neumann. SUPRAPHON (Da la sensación de ser una versión que pretende más de lo que realmente consigue). Por descontado, éstas no son sino meras apreciaciones subjetivas sin ninguna pretensión vinculante.