masafumi-hori 

 Observad con atención este interesante vídeo que no tiene desperdicio (Por desgracia, el vídeo fue suprimido un año después de la publicación de esta entrada). La escena transcurrió en octubre de 2004 en la sala NHK de Tokio durante la celebración de un concierto de abono de la orquesta residente, la Sinfónica de la NHK de Tokio bajo la dirección de Vladimir Ashkenazy, cuando se hallaban interpretando la Cuarta Sinfonía de Chaikovsky. El maestro ruso, nacionalizado islandés, tuvo la mala fortuna de herirse en la mano mientras dirigía al pincharse con la batuta. (Desde luego… ¡Las cosas que le pueden pasar a un director encima de un podio!  Recuerdo a un conocido maestro español al que se le escapó la batuta sobre sus espaldas instantes previos a marcar un fortissimo. Fue memorable…). El concierto ha de seguir y no queda otra alternativa posible: En estos hipotéticos casos, debe ser el jefe de la orquesta quién se ve obligado a «dirigir» el concierto y ese compromiso recae sobre la figura del violín concertino. Tiene dos opciones: Abandonar su ubicación habitual y subirse al podio, situación que no suele darse por implicar un excesivo protagonismo que puede ir en detrimento del accidentado director, o bien simultanear la estricta dirección (Llevar el compás y marcar las entradas) con la obligada lectura de su particella. Esta opción es tremendamente complicada y requiere de un alto nivel técnico, así como de una perfecta concentración.

 Masafumi Hori, el concertino de la NHK de Tokio, ejecuta a la perfección su cometido y demuestra la extraordinaria preparación y responsabilidad que ha de poseer su relevante papel dentro de la orquesta. En el vídeo que os pongo de enlace vemos como Hori, en los momentos más conflictivos de la ejecución que pueden dar lugar a dramáticas pérdidas generales de la secuencia rítmica, marca con el arco el compás, desentendiéndose de su particular lectura en la partitura. Esto lo podemos observar al principio del vídeo, cuando los diálogos entre las distintas secciones orquestales que preceden a la coda de la sinfonía, con un tempi que paulatinamente se va acelerando, requieren de una guía que reconduzca toda la motriz alteración. Es todo un espectáculo contemplar, más adelante, como Masafumi Hori marca el compás en los breves instantes en que no se ve obligado a seguir con su obligada lectura de la partitura. En los acordes finales se aprecia como Hori levanta levemente el arco para indicar la conclusión. Obviamente, la orquesta recuerda las indicaciones que le fueron dadas durante los ensayos por Ashkenazy pero también demuestra un rigor y profesionalidad dignos de todo elogio. La accidentada versión concluye de manera eficaz y salvando todas las dificultades.

 El público japonés es muy frío, por regla general, y simplemente aplaude la brillante labor de un concertino y una orquesta que han sabido resolver una complicada incidencia en el transcurso del concierto. Si esta situación llega a ocurrir en un escenario europeo o americano a Hori le hubiesen sacado a hombros… Sirva este humilde homenaje a quién ha demostrado ser un excelente y comprometido profesional, Masafumi Hori.