Kunsthistoriches Museum de Viena

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Una ciudad antaño imperial no podía dejar de contar con un magnífico y extraordinario museo y así, la inolvidable Viena, se precia de acoger a uno de las mejores pinacotecas de Europa, el Kunsthistoriches Museum, sede no ya de una extraordinaria colección de pintura, sino además de una extensa colección de escultura y numismática.

 

Kunsthistoriches Museum

Kunsthistoriches Museum

Con esta selección, que empezamos con el objetivo de salvaguardar los mejores cuadros ante una pronosticada catástrofe cósmica — un puro camelo — tenemos ya en nuestro poder 100 cuadros. Mi trabajo me ha costado, no os vayáis a creer, pero el esfuerzo ha merecido la pena… Y aquí no acaba nuestra labor; ya me están llamando de otros museos para que elija sus diez mejores obras y parece que a Amalia, la madrina de este bar virtual de copas, este esfuerzo mío le parece de obligado cumplimiento.

Seguiremos pues con esta difícil tarea que nos ha llevado a seleccionar las mejores obras de  El Prado, El Louvre, La Galería de los Uffizi, La National Gallery londinense, El Rijksmuseum de Amsterdam, El Orsay parisino, el Metropolitan de Nueva York, la Alte Pinakothek de Munich y el Museo Thyssen-Bornemisza. Ya no sé dónde poder guardar estos cien cuadros y lo terrible es que he dejar hueco para al menos otros cien más… Pero bueno, asumiremos el reto. La selección que he hecho de las mejores pinturas del Kunsthistorisches vienés es la que os dejo a continuación. Espero que os guste. ¿Próxima parada?  La Gran Madre Rusia… L´Ermitage.

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1- LA CAÍDA DEL HOMBRE de Hugo Van der Goes

Increíble la minuciosidad del irrepetible pintor flamenco, una demostración de técnica que tan sólo es posible de contemplar al natural. Insinuante la posición de Eva, quien ya está con su mano izquierda agarrando otra manzana del Árbol Prohibido por si la primera tentación no fuese del todo suficiente.

Destaca la absoluta perfección con la que Van der Goes cubre el vello púbico de Eva, más un ejercicio de técnica pictórica que un simple elemento ambiental y estrictamente funcional. La figura del Diablo es excesivamente real, bastante desagradable, con una más que probable referencia al mundo onírico. Tabla de pequeñas dimensiones, es una de las joyas del Kunsthistoriches Museum.

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2- RETRATO DE MAXIMILIANO I de Alberto Durero

Para muchos especialistas, nos encontramos ante el mejor retrato jamás realizado por Durero. El cuadro está realizado merced a unos apuntes que el artista alemán tomó del emperador durante la Dieta de Augsburgo, en 1518, ya que en el instante de la ejecución de la obra, en 1521, el emperador ya había fallecido.

La sobriedad y dignidad con la que el artista retrata al emperador son del todo encomiables, aspecto que le valió la confianza de María de Hungría, su hija y futura protectora. Los ropajes son de una exuberante exquisitez, perfectamente plasmados mediante sutiles gamas de color rojo.

El emperador sostiene en su mano izquierda una granada, símbolo del poder mundial por su forma, aunque denotando la humildad en su aspecto exterior. El modelo de retrato sirvió a futuras generaciones de pintores. Obra maestra sin posible discusión del Kunsthistoriches Museum.

JÚPITER E IO de Corregio

3- JÚPITER E IO de Corregio

Con sinceridad, el cromatismo de esta bellísima pintura es motivo suficiente como para ser seleccionada en esta relación de obras pictóricas. Lo más genial de esta escena mitológica es el genial contraste entre el paño blanco donde se asienta Io y la gama de grises que encierra la nebulosa jupiterina, adoptando una forma casi humana para besar a la princesa. Las proporciones de la retratada son prodigiosas, con la inestimable habilidad del potente foco de luz que envuelve a toda la figura.

Desde cualquier punto de vista compositivo — forma, disposición, luz, etc… — el cuadro es arriesgadísimo y demuestra las buenas maneras de un pintor legendario. Con vuestro permiso, este óleo me lo llevo directamente a mi casa.

TORRE DE BABEL de Pieter Bruegel el Viejo

4- TORRE DE BABEL de Pieter Bruegel el Viejo

Es una de las pinturas más famosas del museo, ya que ha sido objeto de ilustración en numerosas y famosas narraciones bíblicas. Existe una clarísima influencia de Patinir en lo relativo al paisaje del fondo, de lograda y conseguida gradación cromática celeste.

El colorido de la obra es majestuoso y, en vivo, se puede apreciar el detallismo del pintor a la hora de plasmar las distintas actividades que se dan en los sucesivos pisos de la torre. Sin lugar a dudas, el cuadro es una inconfundible alegoría de la vanidad — vanitas vanitatum et omnia vanitas, Ecles 1, 1 — pero el autor, lejos de utilizar la imagen como un mero símbolo de esa aludida vanidad, eleva la condición artística humana hasta extremos casi censurables.

La ligerísima inclinación de la torre hacia el plano derecho, según la mirada del espectador, parece pronosticar su metafórico derrumbe. Gran óleo del Kunsthistoriches Museum.

SUSANA EN EL BAÑO de Tintoretto

5- SUSANA EN EL BAÑO de Tintoretto

Obra de claras connotaciones didácticas acerca de la acusación falsaria que caracteriza a buena parte de la sociedad a lo largo de los tiempos.

Cuadro complicadísimo en su ejecución, al mostrar a la bañista Susana en un extremo de la composición y metafóricamente bañada por una luz un tanto artificiosa que resalta los distintos utensilios empleados por la joven para el acto de lavarse. El dibujo es primoroso, muy ayudado por la original toma de luz. La posición de los libidinosos ancianos, escondidos en un trabajado escorzo en la zona inferior izquierda del cuadro, nos hacen sentirnos un tanto cómplices a la hora de contemplar la escena.

El estudio del color y de la luz es un claro ejemplo de las preocupaciones estilísticas de los pintores venecianos del siglo XVI. La difuminación del paisaje del fondo, genialmente resuelta en esta obra, es una de las principales aportaciones de los pintores de la Escuela Veneciana al Barroco.

EL BAUTISMO DE CRISTO de Guido Reni

6- EL BAUTISMO DE CRISTO de Guido Reni

Quizás, a primera vista, este magistral lienzo no nos llame a la atención, pero una contemplación más detallada del mismo hace que enseguida nos enamoremos del arte del pintor boloñés Guido Reni, discípulo de Domenichino.

La composición, simple a primera vista, se estructura en tres planos: Uno, con Cristo y el Bautista; otro, con los ángeles como espectadores; y finalmente, el fondo paisajístico sobre cuyas nubes desciende la paloma en forma de Espíritu Santo. Pero lo más sensacional de la obra, a mi juicio, es la perfecta armonización cromática de los colores primarios de la paleta. Pocos artistas son tan valientes como para intercalar un manto rojizo entre las figuras de los dos principales protagonistas del cuadro. Obra primorosa.

ANGÉLICA Y EL EREMITA de Peter Paul Rubens

7- ANGÉLICA Y EL EREMITA de Peter Paul Rubens

Hay que ser un verdadero maestro para pintar una alegoría de las tentaciones lujuriosas y otorgar el mayor protagonismo, precisamente, al objeto de dicha lujuria. La expresión del viejo al retirar la tela que cubre la desnudez de Angélica es verdaderamente alucinante, de lo mejor de todo el arte barroco del siglo XVII. La presumible «gordura» de la retratada obedece a los cánones de belleza que ya Rubens adoptó en otros cuadros de desnudos femeninos.

La influencia de la Escuela Veneciana — particularmente de Tiziano — es ineludible a la hora de aplicar una pincelada rápida sobre una masa aparatosamente iluminada que contrasta con las oscuras tonalidades del fondo. La composición, en diagonal, es una buena muestra del hacer de los pintores del barroco más tardío. La cara del Demonio, contemplando con rostro desencajado la escena, imprime un conseguido valor psicológico a toda la escena. Grandioso Rubens.

 EL REY BEBE de Jacob Jordaens

8- EL REY BEBE de Jacob Jordaens

Obra que cuenta con otras conocidas réplicas en diferentes museos. Si bien Jordaens es un auténtico discípulo de Rubens a la hora de tratar el color, en este hermoso lienzo vemos como el colorido es un tanto «pasteloso», característica muy peculiar del artista de Amberes.

A Jordaens le encantaba plasmar escenas concurridas, como la del cuadro en cuestión, con esa notable influencia ya señalada de Rubens. Pero Jordaens imprime su propio sello a la hora de abordar una decoración peligrosamente recargada con unos contrastes marcadísimos y unas formas muy voluptuosas en los personajes. La escena se enmarca en un realismo auténticamente descarnado, ejemplificado en la inquietante figura de un hombre que vomita alcohol a la izquierda del lienzo. Es un cuadro que merece ser contemplado con mucho detenimiento para evitar caer en una mareante recarga escénica.

LA INFANTA MARGARITA de Diego Velázquez

9- LA INFANTA MARGARITA de Diego Velázquez

Bueno, pongámonos de rodillas ante uno de los más geniales retratos del mejor pintor de todos los tiempos. El cuadro es un verdadero precedente del Impresionismo en la forma en como el maestro sevillano aborda la pincelada, imprecisa, rápida y creando una serie de increíbles efectos que ponen en un pedestal la teoría de la perspectiva aérea, fundamental icono y aportación de Velázquez al desarrollo de la pintura.

¿Se pueden mezclar mejor los tonos grises y platas? ¿Se puede plasmar mejor la mano derecha de la Infanta — tiene todos los colores de la paleta? ¿Se puede pintar más perfectamente un fondo y, sin embargo, frenar su protagonismo ante la visión de la verdadera protagonista del retrato? ¿Se puede reflejar mejor la expresión de angustia de una infanta condenada a casarse con un tipo al que aborrecía, Leopoldo de Austria? ¿Se puede pintar mejor? Otro cuadro que me llevo a casa. Este lo pondré en el Sancta-Sanctorum… ¡Qué prodigio!

ALEGORÍA DE LA PINTURA de Jan Vermeer van Delft

10- ALEGORÍA DE LA PINTURA de Jan Vermeer van Delft

Ya que estábamos de rodillas analizando el anterior cuadro… ¡Sigamos, pues!  Nos encontramos ante uno de los más grandiosos cuadros de uno de mis pintores más queridos, Vermeer. La melancolía que se desprende de su factura es inimitable, con un juego de luces y sombras verdaderamente asombroso. La perfección técnica del artista — lámpara, cortinaje, tapiz de fondo… — no empaña en absoluto la delicadeza y espíritu de la obra en general. Es difícil, por no decir imposible, que se establezca un diálogo tan sonoro entre la expresión de la retratada y el retratante, de espaldas al espectador.

El cuadro es una cámara fotográfica, una sublime instantánea. El cuadro es puro panteísmo. Todas las cosas son Dios… Al menos, así Vermeer trató de plasmarlo. Observad de qué color es el libro que sostiene la retratada al fondo…¡Valiente y inimitable Vermeer, el Brahms de la pintura!

Grandes pinturas del Kunsthistoriches Museum

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