Seguimos en América y hoy ofrecemos la decimosexta entrega de esta peculiar serie que tanto éxito está teniendo a tenor del número de visitas recibidas. Hoy vamos a seleccionar diez de las mejores pinturas de uno de los más grandes museos norteamericanos, el Museo de Bellas Artes de Boston (Museum of Fine Arts). El edificio, diseñado en 1870, no sólo alberga una extraordinaria colección de pintura de todas las épocas, sino que también contiene antigüedades egipcias y una fabulosa colección de cerámica japonesa. Asimismo, en sus instalaciones cuenta con un bellísimo jardín japonés. El museo se inauguró en 1876 con gran parte de la colección procedente de la galería de arte del Ateneo de Boston. Viajar a Boston y no visitar este museo es del todo imperdonable (También lo es no asistir a algún concierto de la Boston Symphony). Con esta entrada ya atesoramos 160 obras de los mejores museos del mundo… Y las que nos quedan. Así, hasta ahora, hemos visitado El Prado, El Louvre, La Galería de los Uffizi, La National Gallery londinense, El Rijksmuseum de Amsterdam, El Orsay parisino, el Metropolitan de Nueva York, la Alte Pinakothek de Munich , el Museo Thyssen-Bornemisza, el Kunsthistorisches de Viena , el Hermitage de San Petersburgo , el Reina Sofía, la Pinacoteca di Brera en Milán, el MOMA neoyorquino y el Chicago Art Institute. Como siempre, esta selección de obras pictóricas está dedicada a la madrina de este blog, Amalia, de quien recibimos en su día la bendición para dar paso a esta aventura. A ver qué os parece mi selección. Espero que sea de vuestro agrado.

1- VIRGEN CON EL NIÑO de Antonio Veneziano: Como su nombre indica, natural de Venecia y destacado pintor de la segunda mitad del siglo XIV. Como podemos apreciar en esta bella tabla, los convencionalismos pictóricos de la escuela de Siena, herederos de la tradición bizantina, son evidentes en lo relativo a la decoración en oro del fondo. Sin embargo, la comunicación visual entre la Virgen y el Niño, ayudada por las enormes manos de la mujer, nos indica ya una cierta influencia de los nuevos bríos impuestos por Giotto en Florencia. La cara y la expresión de la Virgen resultan particularmente logradas, creando una sensación de calma y paciente protección maternal. Gran obra de un artista, por desgracia, poco conocido.

2- APOLO Y LAS MUSAS EN EL MONTE HELION de Claudio de Lorena: ¿Cómo íbamos a dejar fuera de esta selección una obra de uno de mis pintores predilectos? Lorena acaparó tanta fama como pintor paisajístico que las falsificaciones de sus obras fueron el pan nuestro de cada día. El pintor se vio obligado por ello a componer una carpeta con dibujos de todas sus obras, el famoso Liber veritatis, que no fue publicado hasta 1777. El cuadro seleccionado pertenece a la última etapa del pintor, caracterizada por el trato ideal de paisajes mitológicos en los que la figura humana queda del todo empequeñecida ante la expresividad del paisaje que la rodea. La influencia de este sensacional óleo será decisiva en la nueva generación de paisajistas surgidos en pleno siglo XVIII.

3- LA PERSPECTIVA de Antoine Watteau: ¿Observáis como era cierto lo que comentábamos del anterior cuadro? Si a Lorena le interesaba mayormente el efecto solar, principalmente de atardeceres, en sus paisajes, a Watteau lo que realmente le apasiona es captar los amplios y selectos jardines aristocráticos de su época. El cuadro es una gran demostración del uso de la perspectiva atmosférica mediante las distintas gradaciones de color, con lo que el artista consigue una formidable profundidad espacial. Como en casi toda su obra, los vestidos y peinados de los figurantes están muy elaborados, incluso con una pincelada general abierta y casi espontánea. El cuadro es elegante a más no poder.

4- ARIADNA DE NAXOS ABANDONADA POR TESEO de Angelica Kauffmann: Cuando se creó la Royal Academy of London en 1768 sólo había dos mujeres entre sus 36 miembros: Una de ellas fue Angelica Kauffmann, mujer de extraordinaria formación artística. Dentro de la historia narrada por Ovidio, la artista recoge el momento en que la hija del rey cretense Minos ha sido abandonada en la isla de Naxos después de ayudar a Teseo a matar el Minotauro. La figura sobrelleva su angustia con cierta calma y contención, adecuando la narración a la sensibilidad artística de la pintora. Hemos de recordar que estas escenas mitológicas tan presentes en la pintura de Kauffmann coincidieron con la excavación de los frescos de Pompeya, ciudad descubierta años atrás, concretamente en 1748. La sencillez de este poético cuadro hace que me lo lleve directamente a mi casa. Magistral óleo.

5- EL MATRIMONIO IZARD de John Singleton Copley: Hacia 1750, un par de décadas antes de la Declaración de Independencia de los EEUU, quien no tenía un retrato en su casa de Copley era porque no era rico. Copley supo como nadie plasmar en sus retratos la riqueza y el pretendido buen gusto de sus modelos. Pero, además, fue un excelente psicólogo, como así se demuestra en este lienzo. Ralph Izard sufragó barcos durante la guerra y posteriormente fue senador por Carolina del Sur. La ideología y convicciones políticas de Izard, así como su interés coleccionista, se expresan simbólicamente en el decorado que rodea el cuadro, una obra que representa un puente entre el estilo colonial de la primera etapa de Copley y sus ampulosos cuadros de madurez. Exquisito y elegantísimo retrato.

6- EL SEMBRADOR de Jean-François Millet: Este óleo fue uno de los cuadros más influyentes de Millet, con ese particularísimo enfoque que otorgó el artista a las escenas campesinas. Hasta entonces, dichas escenas solían ser pequeñas y pintorescas, ofreciendo una idealizada visión rural para una clientela fundamentalmente urbana. En contraste, los campesinos de Millet son corpulentos, reales y llegaron a escandalizar a la crítica por su escala heroica, reservada a divinidades clásicas o personajes históricos. La escena no puede ser más sencilla, con la instantánea de un sembrador en pleno acto de esparcir las semillas. La poderosa fuerza visual del retratado contrasta magistralmente con la abierta luz del fondo. La disposición cromática es muy arriesgada, aunque perfectamente ensamblada. Obra maestra sin posible discusión.

7- CANTANTE CALLEJERA de Édouard Manet: La retratada no es otra que la modelo Victoria Meurent, quien también posó para el artista en otros cuadros. Manet pudo dedicarse sin ningún problema a la pintura por su desahogada situación económica, pese a que sus inicios como pintor fueron dubitativos y llenos de fracasos. La idea de este cuadro le vino a Manet al contemplar a una cantante que salía de un cabaret comiendo cerezas. El extraordinario gusto de Manet en esta deliciosa obra está fuera de toda duda, con una pincelada fuerte y enérgica que describe tanto formas como movimiento. Los tonos empleados, especialmente grises y dorados, se resuelven de manera magistral, delatando la fácil y asombrosa técnica del artista. Otro cuadro que, con vuestro permiso, me llevo directamente a casa.

8- ALMIAR POR LA MAÑANA de Claude Monet: Si hay un elemento que destaque de la obra de Monet sobre sus contemporáneos quizás sea la meticulosa exploración del comportamiento de la luz natural a diversas horas del día. La serie sobre los almiares de Monet, que estaban detrás de su casa de Giverny, fue pintada entre 1890 y 1891. En este cuadro en particular, el gran montón de heno ocupa el plano izquierdo del primer plano y su cima coincide con la línea del horizonte, lo que eleva un mero ejemplo de descripción naturalista a la condición de obra mucho más abstracta. El almiar se encuentra en la penumbra y su silueta mantiene la continuidad espacial gracias a la generosa aplicación del color blanco. Monet logra arrancar de un tema aparentemente mundano una sensación de maravilloso sobrecogimiento.

9- L´ESTAQUE de Pierre-Auguste Renoir: L´Estaque era una estancia en donde Renoir pasaba largas temporadas, generalmente acompañado por su colega Cézanne. Allí realizó diversos paisajes, como el que contemplamos en este portentoso óleo. Como buen impresionista, Renoir trabaja directamente del natural, interesándose por la luz en un momento determinado. El artista emplea una pincelada rápida y empastada a base de pequeñas comas, reduciéndose el dibujo a su más mínima expresión. Las sombras coloreadas y los colores complementarios adquieren un enorme protagonismo en un paisaje donde las figuras se integran de modo espectacular. Esta peculiar concepción conducirá finalmente a la pérdida de la forma y del volumen.

10- MUJER COSIENDO de Édouard Vuillard: Este pequeñísimo óleo sobre papel y lienzo es una de las obras maestras de Vuillard, un pintor que a menudo ha sido etiquetado como de intimista. El cuadro representa a su madre absorta en la costura y ajena a la actividad pictórica de su hijo. Vuillard nos invita a pasear por los detalles como si el cuadro se tratase de un mosaico, con discretas zonas de colores neutros y un breve juego lumínico sobre la escena que ayudan a crear una atmósfera de gran calma. La pauta que proporciona la luz del sol sobre los postigos enrejados incrementa la sensación de vida que proyecta la figura inclinada de la mujer que está cosiendo. Obra maestra que me llevo a mi casa.