paloma_paz

 Durante estos últimos días he estado leyendo algún que otro comentario en la tangerina página de mi admirado Ricardo que versa sobre la preocupación que sienten muchos naturales de Tánger que actualmente residen en el estado de Israel ante los dramáticos episodios que se vienen sucediendo en la franja de Gaza. Algunos de estos comentaristas, habituales de SIEMPRE TÁNGER, viven en zonas directamente afectadas por los intolerables lanzamientos de cohetes Kassam, enclaves relativamente cercanos a la frontera de Gaza, como lo son Ashdod, Askelón, Ber Sheva o Sderot, una de las poblaciones más castigada por los proyectiles de Hammas. Desconozco si actualmente habita algún tangerino dentro de la franja de Gaza. Es probable, ya que los tangerinos se encuentran dispersos a lo largo y ancho de todo el mundo…

 Comprendo que resulta muy difícil tocar este lamentable episodio sin herir sensibilidades ajenas, por lo que intentaré ser lo más equilibrado y ecuánime posible a la hora de insertar esta breve reflexión. El conflicto, a mi modo de ver, tiene una explicación formal bien sencilla: Ante los numerosos lanzamientos de cohetes por parte de las facciones de Hammas desde Gaza hasta los enclaves fronterizos israelíes y que han venido provocando, a lo largo de estos últimos años, numerosos muertos y heridos, la aviación hebrea ha lanzado una ofensiva brutal y sin precedentes hacia diversos objetivos de la franja de Gaza, provocando una cifra de muertos sin determinar pero que se estima que ronda los más de 450 a los que hay que añadir cerca de dos millares de heridos, muchos de ellos civiles, y en algunos casos simples criaturas de menuda edad. Según el gobierno israelí, esto es una primera respuesta ante los actos terroristas llevados a cabo por Hammas. Nadie discute el derecho de una nación a defenderse militarmente de agresiones exteriores pero la respuesta hebrea se me antoja totalmente desproporcionada y directamente causante de muchas víctimas inocentes. Por su parte, los palestinos consideran que Israel no trata de buscar una paz consensuada, sino más bien una paz cimentada en base a su extraordinario poderío militar. Alegan también que en Gaza se celebraron elecciones democráticas en enero de 2006 en las que, pese a que Hammas salió como la principal fuerza política, ello no fue reconocido por un mundo que se vanagloria de ser democrático. Además, la situación de bloqueo que ha mantenido Israel sobre la franja de Gaza, condenando a su más de medio millón de habitantes a una vida miserable y carente de los más elementales recursos, propicia un perpetuo sentimiento de agresión por parte del estado de Israel en las mentes de muchos jóvenes que no ven expectativas a su lamentable situación personal. De ahí a ingresar en la militancia armada sólo hay un mínimo paso que, desgraciadamente, muchos ven como única solución para dar un sentido a su trayectoria existencial.

 Mas, es aquí donde debemos evitar caer en un reduccionismo analítico que nos impida ver con más claridad el origen de todo este conflicto. Por una parte, ni toda la población israelí es decididamente belicista ni todos los habitantes de Gaza son unos fanáticos terroristas. Es indudable el apoyo que Hammas tiene en Gaza, corroborado por su espectacular triunfo electoral de 2006, y que no se ciñe sólo a una causa política sino que va más lejos y abarca una complicada red de conexiones sociales. Algo similar ocurre en Líbano con Hezbollá, auténtico «estado dentro del estado» cuya labor contempla muchos más ejes que el estrictamente político y cuya actitud frente a los ataques terrestres israelíes en julio de 2006 provocó no pocas adhesiones en el conjunto de la población libanesa. Por otra parte, no debemos olvidar que fue un propio judío el que brutalmente segó la vida de Isaac Rabin, uno de los más firmes valedores del anhelado proceso de paz entre israelíes y palestinos.

 El conocido pianista y director de orquesta, Daniel Barenboim, ha puesto sobre la mesa, con elocuente claridad y no menos objetividad, muchas de las causas y factores que han provocado este lamentable episodio. Aboga por una solución no militar a este conflicto y no puedo estar más de acuerdo con el artista. La violencia, a la larga, sólo engendrará más violencia, puesto que si los actuales líderes de Hammas son aniquilados de forma tan poco selectiva y provocando multitud de daños colaterales, no tardarán en surgir otros nuevos que habrán de recoger el estandarte del odio acumulado por millares de muertes tan inútiles como estériles. De igual manera, las agresiones contra territorio fronterizo israelí, propiciadas no sólo por Hammas, sino también por la Yihad Islámica — no olvidemos este dato — sólo sirven para exacerbar aún más los ánimos de una población hastiada que tan solo pretende vivir en paz. Además, desde mi punto de vista, esta espiral de violencia favorece, y de qué manera, a un indeseable y malnacido que ahora mismo se tiene que estar riendo en alguna zona fronteriza entre Afganistán y Pakistán y del que todos conocemos su nombre y rostro a raíz de los execrables atentados cometidos contra las Torres Gemelas de Nueva York en septiembre de 2001. Este es uno de los mayores peligros, que el odio se transforme en una ira irracional que sólo entiende de bombas y premios futuros en forma de paraísos celestes y huríes con trazas de consentida ramera.

 ¿Y qué tiene todo esto que ver con Tánger?  Mi compañera, tangerina de nacimiento y corazón, me recuerda algunas situaciones cuanto menos ideales que se dieron en aquel foco de mutua CONVIVENCIA Y RESPETO que significó Tánger: En esta ciudad, nunca nadie se sintió extraño ante la cantidad de rituales religiosos que podían contemplarse, tales como la circuncisión, las llamadas Cruces de Mayo o las distintas bodas judías, árabes o cristianas. En Tánger, los periódicos informaban puntualmente del Purim, el Yom Kippur, el Pessah, el Aid el Kebir, el Achur, la Navidad o el día de San José. Escuchar el «Allahu akbar, la illaha illala muhamadum rasullulah» desde lo alto de un minarete era algo consustancial al vivir diario de la ciudad. Es más, en una institución como la de los marianistas de Tánger, la norma era que «A este centro se viene a aprender y a estudiar. La política y la religión se han de quedar a las puertas del colegio». Este fue el auténtico milagro de la convivencia de Tánger: Tres religiones de las del llamado Libro conviviendo en pacífica armonía. ¿Es tan difícil que esto pueda volver a repetirse?

 Somos conscientes de los muchos problemas que han de estar pasando por la mente de aquellos tangerinos que actualmente se encuentran residiendo en Israel. Como dije al principio, desconozco si también hay tangerinos en Gaza. Sólo desde el mutuo respeto, la tolerancia y la educación basada en los valores de la convivencia es posible cimentar una sociedad donde todos tengan cabida. Las fronteras entre los distintos estados son simples artificios que el poder político y militar de las distintas naciones se ha encargado de perseverar a lo largo de los tiempos. Pero la tierra, cualquier territorio, es de todos y de cada uno de los seres humanos que la habitan. Convivir es simplemente respetar lo ajeno. En Tánger fue posible, no lo olvidemos, y ese recuerdo que sirve de nexo de unión entre todos los tangerinos que se encuentran dispersos por el mundo, cristianos, judíos y musulmanes, ha de servir también para hacer entender que son muchas más las cosas que nos unen a las personas que las que nos separan. Sólo es una cuestión de voluntad, de una voluntad consensuada en un deseo de paz y armonía. De eso, los tangerinos saben como pocos. Ojalá algún día podamos celebrar una paz perpetua en Oriente Próximo. No más odios, no más sangre, no más violencia gratuita, no más sin sentido. Tendamos la mano y busquemos SOLUCIONES, no culpables.