No entiendo muy bien, mi adorada Bibí, como te pueden haber montado todo ese follón por una expresión lingüística que pareció más un desliz que algo real y conscientemente planificado. Cuando observo tu carita de resonancias marineras, dulce brisa que mece los juncos de la ribera gaditana, imagino el blanco inmaculado de los pueblos del sur y el color aterciopelado de la mar en los atardeceres. Porque, mi dulce Bibí, no sé lo que otros podrán pensar pero para mí eres la ministra más guapa que se haya sentado nunca en un Consejo de Ministros de este bendito y peculiar país. Y, digo yo, que de algo tenemos que presumir… De veras que cuando veo alguna de tus imágenes a través del televisor, mi estancia se ilumina por el sol que irradia tu hermoso rostro gaditano y puedo oler el seco aroma de los vinos jerezanos, al son de de los mejores tanguillos que uno sea capaz de componer. Tu expresión es como un cante flamenco bajo los plateados hilos de una luna celosa por competir en belleza contigo. Sueño con poder verte bailar descalza sobre las arenas de La Caleta, con tu cabello suelto a la libertad de los vientos de Andalucía. Sueño contigo, Bibí… Me desarmas, me enamoras… Qué Dios te bendiga, preciosa.