El pasado 11 de noviembre se cumplieron treinta años de uno de los más enigmáticos episodios ocurridos en la historia de la navegación aérea española. De lo sucedido aquella noche de domingo en el transcurso de un vuelo comercial entre el aeropuerto de Palma de Mallorca y el de Tenerife se han vertido ríos de tinta, se han escrito libros e incluso se han realizado numerosos reportajes televisivos. Como no podía ser de otra manera, las especulaciones en torno a aquel dramático incidente han sido diversas y variopintas: Desde un supuesto encuentro con una nave no identificada de origen extraterrestre hasta un posible avistamiento de un prototipo militar de alto secreto. Tampoco faltaron las alusiones a un pretendido montaje para ocultar un fallo técnico que provocó que el avión que se vio envuelto en este extraño suceso tuviese que aterrizar de emergencia en un aeropuerto alternativo. Sea lo que fuere, lo cierto es que treinta años después y tras numerosas investigaciones oficiales, incluido un expediente del Ejército del Aire Español, nadie sabe con certeza que ocurrió aquella noche de otoño sobre los cielos de la costa mediterránea. Aquí, simplemente, vamos a exponer el relato de los hechos y que cada cual saque sus propias consecuencias.

 La noche del domingo 11 de noviembre de 1979, a las 22.47 hora local, despega un avión comercial de la compañía TAE desde el Aeropuerto de Palma de Mallorca con destino a Tenerife. El vuelo, cuyo código es JK-297, se realiza en un avión tipo Super Caravelle matriculado EC-CUM a cuyo mando está el comandante Javier Lerdo de Tejada, de 34 años de edad y con 8.000 horas de vuelo acumuladas, y el copiloto Ramón Zuazo, de 28 años de edad, y con 3.000 horas de vuelo en su haber. El parte meteorológico anuncia cielo despejado, plena visibilidad y fase lunar menguante. El avión transporta 109 pasajeros, en su mayoría jubilados de nacionalidad alemana y austríaca que acudían de vacaciones a las Islas Afortunadas. El vuelo procedía de Salzburgo y acumulaba un retraso de cuatro horas. A las 23.04 horas, y sobrevolando la vertical de Ibiza, el Centro de Control de Barcelona solicita a la aeronave que pase a frecuencia internacional de emergencia, 121.5 Mhz, ya que se ha captado una señal S.O.S a unas 40 millas náuticas al Noreste de Valencia. La tripulación del reactor no advierte nada anómalo pero, a las 23.08, avista la presencia de un objeto a la izquierda del avión. El Centro de Control de Barcelona niega tener constancia alguna de tráfico en la zona del avistamiento. El objeto, que presenta dos potentes luces rojas en los extremos, se aproxima a unos 200 metros del avión. Ante esta peligrosa presencia y el consiguiente riesgo de colisión, la tripulación decide cambiar el rumbo y a las 23.16 horas solicita autorización a la torre de control del Aeropuerto de Manises, Valencia, para proceder en descenso hasta sus instalaciones y efectuar un aterrizaje de emergencia. La tripulación advierte que el misterioso objeto sigue persiguiendo al avión, con frecuentes e imprevistos cambios de altitud. A las 23.50 horas, y a unas 30 millas náuticas de Manises, el objeto desaparece de la vista de la tripulación aunque, curiosamente, desde ese momento es interceptado por los radares militares. Control de Barcelona pregunta a la tripulación si desea que un caza militar intercepte al objeto que presuntamente está violando el espacio aéreo. La respuesta de la tripulación es del todo afirmativa. Una vez que el reactor de TAE ha completado dos giros sobre la vertical de un VOR de aproximación con el objeto de quemar combustible, la tripulación consigue aterrizar en Manises sin ninguna incidencia a las 23.59 horas. Es la primera vez en toda la historia aeronáutica española que un avión comercial ha de forzar un aterrizaje de emergencia al ser perseguido por otra aeronave de origen desconocido.

 Al día siguiente, el entonces director del aeropuerto valenciano, Miguel Morlán, en conferencia de prensa junto con el ministro de Transportes, Sánchez Terán, afirma «haber avistado unos extraños objetos luminosos sobre la vertical del aeropuerto». La conferencia de prensa no tenía en principio nada que ver con el incidente aéreo de la noche anterior. La noticia del mismo se hace pública ese mismo mediodía a través de distintas cadenas radiofónicas. Muchos periódicos de la jornada siguiente abrirán su portada con el relato de este inexplicable suceso. El lunes 12 de noviembre, por la mañana, el reactor despega rumbo a Tenerife y el vuelo transcurre sin mayores incidencias, aunque una serie de pasajeros decidieron permanecer en tierra en Valencia.

 El 14 de noviembre, la prensa publica numerosas quejas procedentes del pasaje del avión envuelto en el incidente en donde no dan crédito alguno a la versión suministrada por el operador del vuelo y en donde sospechan que todo ha sido un burdo montaje para justificar una avería técnica del aparato. Sin embargo, algunos pasajeros confirman que sí que llegaron a divisar dos extrañas luces rojas desde las ventanillas de la cabina del reactor. El jueves 15 de noviembre, el gabinete de prensa del entonces Ministerio de Transportes hace público un comunicado en el que se asegura que «el avión se vio obligado a aterrizar en Valencia ante la presencia de dos objetos voladores no identificados — se evita la palabra OVNI — y que la tripulación siguió los procedimientos habituales ante cualquier situación anómala». En unas declaraciones efectuadas a Radio Nacional de España en Valencia, el comandante y el copiloto confirman que «vieron unas luces rojas que se aproximaban, subiendo y bajando de manera no convencional. A unas 30 millas de Valencia desaparecieron del campo visual. Aquello era un objeto volador no identificado»

 En fechas no muy posteriores, el Estado Mayor del Ejército inicia una investigación que es considerada como reservada. En ningún momento desmiente o confirma que un caza Mirage F-1 procedente de la base aérea de Los Llanos, Albacete, hubiera salido para interceptar el misterioso objeto volador, como así parecen demostrar muchas investigaciones periodísticas y testimonios del suceso. Poco después, las mismas fuentes periodísticas informan de que hasta cuatro objetos distintos fueron vistos por el personal de tierra del Aeropuerto de Manises instantes posteriores a que el avión envuelto en el incidente hubiera efectuado el aterrizaje. En 1994, 15 años después, el expediente del Ejército del Aire sobre este incidente fue desclasificado y se supo que, efectivamente, un caza Mirage F-1 con base en Los Llanos había realizado una labor de interceptación durante casi una hora y media de vuelo. El caza avistó el objetó y procedió a su persecución, circunstancia que por motivos del todo inexplicables, resultó infructuosa. A medida que se aproximaba al objeto, éste parecía entonces acelerar su velocidad dentro de unos márgenes que no están a la altura de la capacidad de resistencia física humana. El capitán encargado de realizar aquella misión, Fernando Cámara, afirmó por radio que aquel objeto cambiaba de rumbo, velocidad e incluso color de manera verdaderamente asombrosa. El capitán comprobó como, por momentos, su sistema radar estaba en objetivo de ataque (Target) por parte de la nave no identificada, esto es, que el caza estaba en el punto de mira del objeto no identificado. Finalmente, y tras perseguir al objeto sobre las provincias de Valencia, Teruel y Zaragoza, la nave cambió de rumbo y partió para la zona del Norte de África, por lo que el caza, sin apenas combustible, tuvo que desistir en la interceptación y se vio obligado a regresar a la base.

 Las posteriores conclusiones a las que llegó la conocida como Fundación Anomalía para tratar de explicar racionalmente el suceso — se dijo que esas luces no eran sino las llamaradas de combustión de la cercana refinería de Escombreras — fueron calificadas de «insulto precisamente a la racionalidad que tratan de encontrar» por la tripulación de la aeronave y también por el piloto del caza interceptador, quienes en todo momento manifestaron que aquello que vieron era un «objeto manejado por seres inteligentes». Además, con cierta ironía, añadieron que los radares militares no detectan «nubes o columnas de fuego, sino objetos materiales». En este enlace podéis escuchar la cinta con las conversaciones mantenidas entre el avión y el Centro de Control y en este otro, un interesante reportaje ofrecido por la cadena televisiva española CUATRO, en donde 25 años después hablan en primera persona algunos protagonistas directos de aquel extraño episodio. Juzgad vosotros mismos.