El reloj de Haydn, Joseph

El reloj de Haydn escrita ente finales de 1793 y principios de 1794. Estrenada el 3 de marzo de 1794 en Londres (Cuarto concierto de la serie Haydn-Salomon)

EFECTIVOS ORQUESTALES: 2 flautas, 2 óboes, 2 clarinetes, 2 fagots, 2 trompas, 2 trompetas, timbales y sección de cuerda
Duración aproximada de la ejecución: unos 30 minutos

Por activa y por pasiva se ha afirmado que Joseph Haydn fue el creador de la sinfonía y del cuarteto de cuerda, algo que sólo es relativamente cierto en el segundo caso. Antes de Haydn se habían escrito sinfonías, no sólo en Mannheim, sino también en otros lugares, principalmente en Viena. Johann Stamitz, fundador de la escuela de Mannheim y autor de numerosas sinfonías, murió justo en el momento en que Haydn comenzaba a consagrarse en este género. También como precursores de Haydn podemos señalar a Georg Mathias Monn (1717-1750); Georg Christoph Wagenseil (1715-1777); Florian Leopold Gassmann (1729-1774); Leopold Hoffmann (1738-1793); Carlos de Ordóñez (1734-1786); Carl Ditters von Dittersdorf (1739-1799); y Jan Kritel Vanhol (1739-1813). La lista de 104 sinfonías de Haydn fue diseñada en 1907 por Eusebius Mandyczewski, a petición de la editorial Breitkopf und Hartel, pero dicha serie adolece de ciertos errores y no contiene dos obras de juventud (Conocidas ahora como sinfonías A y B). Por lo tanto, podemos afirmar que Haydn en realidad escribió 106 sinfonías y, curiosamente, no lo hizo ni al comienzo ni al final de su carrera (Su primera sinfonía data de 1759 y la última de 1795).

El reloj de Haydn

Las últimas doce sinfonías de Haydn (De la 93 a la 104) forman un grupo conocido como el de las doce sinfonías londinenses. Los dos viajes que Haydn realizó a Londres (1791-1792 y 1794-1795) oficializaron en cierta medida los cambios que desde 1780 se habían producido en la vida de Haydn y en sus relaciones con el mundo exterior. Gracias a dichos cambios, Haydn se encuentra al fin en contacto con el público nuevo de las salas de conciertos tras más de treinta años ligado al servicio cortesano de los Esterháza. Pero Haydn tuvo que superar un difícil y complicado reto: Para que estas dos estancias en Londres fuesen coronadas por el éxito y entrasen a formar parte de la historia de la música, resultó indispensable que Haydn correspondiera con una nueva música. El músico, inteligente como pocos, aceptó el desafío y triunfó plenamente. En marzo de 1792, cuando Haydn alcanzaba los 60 años de edad, Mozart acababa de morir y su influencia internacional no había llegado todavía. Contra lo que pudiera suponerse, las sinfonías londinenses están más alejadas de Mozart que muchas partituras anteriormente compuestas a 1791. Estas doce sinfonías están animadas de un frenesí, de una novedad y de una vena experimental que recuerda un tanto la propia juventud de Haydn. Todo el conjunto parece evolucionar hacia un nuevo equilibrio y supone una síntesis cada vez más lograda de elementos y sentimientos extremos: Virtuosismo orquestal, profundidad, libertad soberana de forma y coherencia a todos los niveles.

La Sinfonía nº 101 comenzó a gestarse en Austria en 1793, junto con la nº 100, y fue terminada en Londres en 1794. Pese a que fue estrenada con anterioridad a la nº 100, el segundo movimiento de esta última proviene de uno de los conciertos para dos liras escritos en 1786; es por ello que, en sentido estricto, la nº 100 fue «comenzada» antes que la 101 y de ahí su consecuente numeración. Como en algunas otras sinfonías de este período, la sinfonía nº 101 sufrió ciertas incorrecciones de impresión, a veces voluntarias, para responder a la evolución del gusto musical. En concreto, los timbales suelen ser cambiados para que resulten menos agresivos en comparación a Mozart. Estos polémicos criterios vienen siendo felizmente revocados por reconocidos intérpretes especialistas en Haydn de un tiempo a esta parte.

La versión elegida en los sucesivos enlaces a vídeos es la ejecutada por Sir Roger Norrington y la Orquesta Sinfónica de la Radio de Stuttgart. La interpretación es vivaz, chispeante, original y presenta un exquisito tratamiento, con tempi muy acelerados en comparación con versiones más clásicas y tradicionales.

DESARROLLO DE LA OBRA

PRIMER MOVIMIENTO: Adagio-Presto: La introducción, en tono menor, es bastante misteriosa y corre a cargo de cuerda y maderas. Ya en el primer compás se alude al Presto que va a seguir en base a fragmentos de escalas ascendentes en fagots, segundos violines, violoncelos y contrabajos, de manera velada, incluso fantasmagórica. El Presto, en 6/8, es un tema ligero y saltarín que da pie a una de las características de este movimiento, esto es, la de presentar las culminaciones dramáticas de manera escalonada, después de un crescendo o antes de un decrescendo. Luego de un primer tutti, el tema principal reaparece para desembocar rápidamente en un segundo tutti que modula a la dominante. Hacia el final del tutti, puede escucharse un motivo ascendente muy sencillo, de apenas tres notas, que posteriormente tendrá un gran peso y se prolongará a un motivo de cinco notas e incluso a uno de ocho. Estas prolongaciones contribuyen a proyectar el discurso hacia adelante. El desarrollo central, genialmente trabajado, está en si menor y presenta extraordinarios matices de dinámica sonora. Un nuevo tutti, de apoteósicas sensaciones, da paso a nuevas versiones del sencillo y anterior motivo de tres notas. Esta última versión es descendente y cae sobre la tónica para que reaparezca el tema principal en la flauta. Este brillantísimo movimiento es de lo mejor que compuso jamás Haydn.

SEGUNDO MOVIMIENTO: Andante: En Sol mayor, este célebre andante es el que da nombre a la sinfonía (El reloj de Haydn). A un ritmo pendular de fagots, segundos violines, violoncelos y contrabajos, se superpone una agradable melodía en primeros violines. La primera sección tripartita, en modo mayor y paulatinamente enriquecida en instrumentación, se ve continuada por una segunda en tono menor de enorme energía. Los ritmos con puntillo, originados en mayor medida por el ritmo pendular, y los valores en fusa se suceden y se mezclan. A continuación sigue una tercera sección, en modo mayor, que no es sino una variante de la primera aunque en ella se escucha el ritmo pendular en fagot y flauta, a dos octavas de distancia la una del otro, bajo la melodía del violín. El genio de Haydn es bien patente aquí, con la peculiaridad de que el ritmo ya no sostiene a la melodía sino que la encuadra. Tras un silencio, comienza una cuarta sección en Si bemol mayor con ritmo en segundos violines y luego en violoncelos y contrabajos. Después de una breve transición, la melodía irrumpe en fortissimo en Sol mayor, variada y sostenida por toda la orquesta con el ritmo aplicado en clarinetes, fagots, trompas y cuerda grave. La melodía reaparece por última vez, siempre en fortissimo, pero en registro agudo de trompetas y con gran protagonismo de timbales. El final vuelve al matiz de piano. (Al parecer, Haydn suprimió dos acordes en forte que estaban en el original). Esta sutil página es todo un tratado de orquestación.

TERCER MOVIMIENTO: Allegretto: (Nos hemos vistos obligados aquí a insertar la versión de Antal Dorati, ya que el vídeo de Norrington ha «desaparecido»). Sobrepasa en longitud a todos los de otras sinfonías de Haydn, con 80 compases: 20 hasta la doble barra de repetición; 20 de desarrollo central; 32 de reexposición y 8 de conclusión. La cuerda marca el ritmo en la tónica para luego sostener un tema de la flauta. En el sexto compás, cuando la flauta alcanza el Sol agudo, el acompañamiento no cambia. Esto provoca una disonancia que los asustados editores se apresuraron a corregir. Pero Haydn, que sabía perfectamente lo que estaba haciendo, volvió a «corregir» por sí mismo el enunciado de la flauta. De esta manera, podemos escuchar en el trio una orquesta que «toca mal», a la manera de una broma musical de Mozart, con unas trompas que incluso se «adelantan» seis compases en entrar… Ingenioso y peculiar movimiento.

CUARTO MOVIMIENTO: Vivace: Presenta la forma de un rondó-sonata con tres estrofas, de la que la segunda está en tono menor. Pero además la tercera estrofa no se parece en nada a la primera. La parte central, violenta escena en tono menor, culmina de una manera tan inédita como extraña: El esperado retorno del tema inicial no está ni siquiera abreviado, sino que pura y simplemente se escamotea… Y se sustituye por un silencio en calderón. ¡Ahí queda eso! Viene a continuación un fugado en pianissimo, con exclusividad de cuerda, que se extiende durante treinta compases antes del retorno progresivo de los instrumentos de viento. El movimiento, y la sinfonía, culminan con una gran apoteosis orquestal, llena de virtuosismo.

VERSIONES RECOMENDADAS

  1. Leonard Bernstein con la Filarmónica de Nueva York. SONY (Espléndida lectura de un consumado especialista. Pulida como diamante. De absoluta referencia)
  2. Sir Neville Marriner con la Academy of St. Martin-in-the-Fields. PHILIPS (Clara, dinámica y muy bien trabajada)
  3. Antal Dorati con la Philharmonia Hungárica. DECCA (Algo irregular. Dorati merece de cualquier manera estar aquí por su integral de los años setenta, verdadero tesoro de la historia de la fonografía)
  4. Sir Thomas Beecham con la Royal Philharmonic. EMI (Grandioso Beecham. Versión ajustada y simpática. De lujo)
  5. Eugen Jochum con la Filarmónica de Londres. DG (Efervescente y briosa. Geniales tempi)
  6. Otto Klemperer con la Orquesta Philharmonia. EMI (Puede resultar algo lenta. Pero su concepción es admirable)
  7. Nikolaus Harnoncourt con el Concertgebouw. TELDEC (Discutible, pero llena de sabiduría. Original y precisa)
  8. Frans Brüggen con la Orquesta del Siglo XVIII. PHILIPS (Instrumentos originales. Buena pero mejorable en chispa)
  9. Roger Norrington con la Sinfónica de la Radio de Stuttgart. SWR MUSIC (La versión de los enlaces. Vivaz y chispeante. Gran tratamiento)

Por contra, no acaban de satisfacerme las versiones de Sir Georg Solti con la Filarmónica de Londres. DECCA (Ampulosa, poco cuidadosa en dinámica sonora) y la de Herbert von Karajan con la Filarmónica de Berlín. DG (Edulcorada, con tendencia al puro romanticismo. Lectura arcaica). Por supuesto, éstas no son sino meras apreciaciones subjetivas sin ninguna pretensión vinculante.