Lockheed Tristar

Una instantánea del Lockheed 1011 Tristar tomada semanas antes del accidente 

 Nada extraño y particularmente interesante parecía constituir el rutinario vuelo 401 de Eastern Airlines que aquella noche del 29 de diciembre de 1972 se disponía a despegar a las 21.00 horas del Aeropuerto Kennedy de Nueva York rumbo a Miami. El avión, un Lockheed Tristar L-1011, matrícula N310EA, llevaba cuatro meses efectuando la misma ruta y contabilizaba en su haber 500 aterrizajes sin haber sufrido el más mínimo incidente. Con un poco de retraso, el comandante Bob Loft inició la maniobra de despegue y el vuelo transcurrió con toda normalidad durante las dos horas y media en que duró el trayecto hasta sobrevolar la vertical de Miami. En este momento, la tripulación comenzó con los procedimientos necesarios para el aterrizaje y los tripulantes de cabina se sentaron en sus retráctiles asientos situados al lado de cada una de las puertas. Sin embargo, a las 23.32 horas, al iniciar la maniobra de descenso después de obtener el permiso de la torre de control de Miami, el primer oficial de vuelo, Albert Stockstill y el ingeniero Don Repo se percataron de que en el cuadro de mandos que señalaba el estado del tren de aterrizaje una luz no dejaba de tintinear. En efecto, los indicadores mostraban que la rueda delantera, la del morro de la aeronave, estaba bloqueada y posiblemente no se había desplegado al tirar la tripulación la palanca hacia abajo del tren de aterrizaje. Ante esta inesperada contingencia, el capitán optó por abortar el aterrizaje y ordenó al ingeniero Don Repo que descendiera hacia el foso donde se aloja el tren de aterrizaje, una zona comúnmente denominada foso del infierno, en la jerga aeronáutica. Mientras, el comandante Bob Loft activó el piloto automático y situó el avión a dos mil pies de altitud, volando en círculo por los alrededores del Parque Nacional de Everglades, a la espera de que Repo intentara descubrir qué había ocurrido con el tren de morro. Entonces ocurrieron una serie de hechos del todo inexplicables: Al parecer, al levantarse de su puesto y desabrocharse el cinturón de seguridad, Don Repo tocó involuntariamente el selector de altitud del piloto automático, sin desactivar dicho mecanismo, circunstancia que provocó que el avión comenzara a perder altura paulatinamente. (De haber desconectado el piloto automático en su totalidad, el cuadro del avión hubiese emitido una alarma que habría avisado visual y sonoramente a la tripulación). Obviamente, el comandante informó a la torre de la incidencia causada con el tren de aterrizaje y de su decisión de volar en círculos hasta comprobar que la supuesta avería señalizada en el cuadro era ciertamente real. Al poco, Don Repo volvió del foso y tranquilizó al resto de la tripulación: El tren se había desplegado correctamente y el fallo, seguramente, procedería de algún componente electrónico, ya que la luz de incidencias seguía parpadeando. En el empeño de averiguar por qué motivo esa dichosa y molesta luz seguía avisando de una situación que Don Repo había logrado verificar como incierta, la tripulación se olvidó de atender al indicador de altitud y no se apercibió de que el avión perdía altura peligrosamente. Por si no fuera poco, los controladores de la torre se extrañaron del extraño descenso del avión y alertaron del mismo a la tripulación, aunque con una frase vaga que no hacía directa alusión al descenso. La tripulación, a la pregunta de que si todo iba bien a bordo, interpretó que el controlador se estaba refiriendo al ya mencionado problema del tren de aterrizaje y contestó afirmativamente. La escasa visibilidad nocturna sobre el área en que estaba sobrevolando la aeronave impidió que los pilotos se diesen cuenta de la baja y descendente cota que estaba adquiriendo el avión. Finalmente, las alarmas sonoras que alertaban de la proximidad de terreno pillaron desprevenida a la tripulación, no consiguiendo ésta evitar el impacto del avión contra la zona pantanosa. El choque fue brutal y 99 pasajeros y 5 tripulantes fallecieron, aunque dos más murieron días después como consecuencia de las heridas. Se estimó que muchas víctimas murieron por la inhalación de gases venenosos desprendidos por los pantanos y se especuló que incluso alguna víctima podía haber sido «rematada» por la acción de los muchos caimanes que poblaban la zona. Se determinó que un fallo en un fusible fue la causa que provocó la luz tintineante de alarma de mal funcionamiento en el tren de aterrizaje, circunstancia que a la postre distrajo a la tripulación y que provocó que el avión se precipitara inadvertidamente. El suceso conmovió a la opinión pública mundial, al ser el primer avión de fuselaje ancho que se estrellaba en los EEUU. Nadie entendía cómo pudo haber ocurrido aquello. Las conclusiones del Consejo Nacional de Seguridad en el Transporte (NTSB) fueron elocuentes: El accidente se debió a un error humano.

bob-loft     don-repo

De izquierda a derecha, Bob Loft, comandante del avión siniestrado, y Don Repo, ingeniero de vuelo

 Pero lo realmente extraordinario de este suceso tuvo lugar desde el preciso instante en que la NTSB publicó sus conclusiones. Tan sólo unos meses después del accidente, una serie de extraños e insólitos rumores comenzaron a circular entre los trabajadores de la compañía Eastern Airlines: Comandantes, primeros oficiales, auxiliares, mecánicos e incluso algunos pasajeros de aviones que cubrían la misma ruta que la del avión siniestrado juraban haber visto a Bob Loft y Don Repo — el comandante e ingeniero de vuelo, ambos fallecidos en el accidente — entre el pasaje, en lo que parecían ser unas fantasmagóricas imágenes tridimensionales. Una azafata superviviente del fatídico siniestro afirmó que muchos de sus compañeros de tripulación le habían confesado haber visto al ingeniero Don Repo en varias ocasiones y que, en una de ellas, advirtió al comandante de un malfuncionamiento en el avión que, por paradójico que pueda resultar, resultó del todo cierto. Las figuras desaparecían posteriormente como por arte de magia. En otra ocasión, durante un recuento de pasajeros, una azafata advirtió que había un pasajero de más en primera clase. Al ir a informar al comandante, éste a poco se desmaya al reconocer a su antiguo y fallecido compañero Bob Loft. La figura también se difuminó en un santiamén. Más enigmático resultó aún lo ocurrido durante un vuelo de Eastern que hacía la ruta inversa, esto es, de Miami a Nueva York. Una tripulante se apercibió que un hombre vestido con el uniforme de la compañía se encontraba sentado en la zona de turista. La azafata, sorprendida por tal contingencia, acudió hasta este piloto que a buen seguro regresaba de cubrir algún trayecto y le invitó a que pasara a primera clase. Aquel hombre, pálido y de aspecto enfermizo, no contestó a ninguna de las preguntas que le hizo la azafata, mostrándose en todo momento como absorto. Alarmada, la mujer llamó al comandante y éste se quedó de piedra al reconocer a su antiguo y fallecido compañero Don Repo. De igual manera, la figura desapareció al momento. En los diarios de abordo de la compañía se registraron hasta veinte incidentes o «apariciones» tridimensionales que pasaban desapercibidas hasta que eran reconocidas, momento en el que desaparecían (El simpático y divertido «espíritu» de Don Repo llegó a materializarse incluso en la zona de cocinas de un avión). La compañía tuvo que tomar cartas en el asunto ante los continuos rumores de apariciones que empezaban a atemorizar a su cartera de clientes y prohibió cualquier declaración al respecto de todo el personal a su servicio. Sin embargo, unos días después, una mujer que trabajaba en labores de mantenimiento de la aeronave vio la fantasmagórica silueta de Repo y levantó acta del insólito suceso. Fue entonces cuando Eastern tomó una salomónica decisión.

Tripulación del vuelo 401

Impresionante documento: La foto fue rescatada de una cámara en la única maleta de la tripulación que quedó intacta. Todas las sonrientes jóvenes que aparecen en esta foto, tomada instantes previos al despegue del avión, fallecieron en el accidente a excepción de la mujer situada a la derecha del todo en la fila superior, Mercedes Ruiz, tripulante que intentó cambiar en vano el vuelo a última hora y que fue la única que sobrevivió. La instantánea se tomó para tener un recuerdo debido a que, como consecuencia de algunos cambios ya aprobados, la experimentada tripulación habría de separarse tras haber trabajado más de un mes en equipo. Mercedes Ruiz afirmó en aquellos momentos: –«Chicas, vamos a hacernos la última foto juntas…» —  Acertó de pleno.

 Hasta ese momento, pocos sabían que Eastern había logrado recuperar algunas de las piezas del avión accidentado que, siendo posteriormente  reparadas, llegaron a ser ensambladas en otros aviones del mismo modelo. Algunos componentes del avión son extraordinariamente costosos y en ocasiones, tras un accidente y la conclusión de las investigaciones, las piezas menos dañadas o susceptibles de ser reparadas se aprovechan para sustituir a otras que están siendo revisadas o igualmente reparadas en otros aviones del mismo modelo. La operación supone un cuantioso ahorro de dinero para cualquier compañía y el procedimiento se ajusta perfectamente a los cauces legales. Pues bien, se descubrió que todos los incidentes registrados en los libros de abordo habían tenido lugar en aviones que habían recibido piezas del siniestrado vuelo 401… Es más: Unos episodios igualmente extraños y de tintes paranormales habían sido registrados en un L-1011 Tristar de la compañía TWA. Se comprobó que esa aeronave también había sido receptora de alguna pieza del malogrado avión de Eastern. Fue entonces cuando Eastern Airlines tomó la polémica decisión desmontar de su flota — y de la de todos los aviones que habían sido alquilados o cedidos, como el mencionado caso de TWA — las piezas pertenecientes al maléfico vuelo 401. Aquella decisión, de gran calado técnico y económico, trascendió del todo por haber sido inédita hasta el presente. Pero lo más importante fue que, desde ese instante, no se tuvo constancia alguna de posteriores «apariciones». La contrastada solvencia de algunos testimonios — pilotos, auxiliares, mecánicos, etc… — no invita a pensar que todo esta serie de enigmáticos sucesos haya sido una pura invención.