En el enlace al vídeo que hoy os dejo podemos escuchar una fantástica versión del famosísimo Brindis de la zarzuela-ópera Marina del compositor Emilio Arrieta. La interpretación corre a cargo de los solistas David Menéndez y Alejandro Roy acompañados de la Orquesta Sinfónica de RTVE dirigida por el maestro Enrique García Asensio. Una grabación completa de esta zarzuela-ópera ha sido registrada por Víctor Pablo Pérez al frente de la Orquesta Sinfónica de Tenerife y la grabación se encuentra disponible en el sello NAIVE (ref 5120). Estrenada el 21 de septiembre de 1855 en el Teatro del Circo de Madrid, Marina fue concebida como una zarzuela en dos actos bajo libreto de Francisco Camprodón. El recibimiento del público fue del todo frío y discreto, siendo la zarzuela retirada del cartel con apenas diez representaciones. Pasados 16 años, un conocido tenor de la época, Enrico Tamberlick, propuso cantar dicha obra en el Teatro Real. Aprovechando que el libretista original, Camprodón, ya había fallecido, Arrieta ordenó la transformación de Marina en una ópera y para ello confió la adaptación del libreto a Ramón Carrión. Con la añadidura de nuevas piezas y la eliminación de ciertos números, Marina pasó a tener tres actos y toda la obra fue pulida de nuevo por Arrieta. Reestrenada el 16 de marzo de 1871 en el Teatro Real de Madrid, la ópera tuvo un éxito clamoroso y supuso el mayor triunfo de su autor a lo largo de toda su vida. Pese a todo, hoy en día Marina apenas se representa.

La verdadera batalla que se plantearon los compositores españoles a mitad del siglo XIX fue la consecución de una ópera nacional. Pasado el romanticismo revolucionario en el que la ópera española seguían los modelos italianos e incluso se servían de esa lengua, los compositores desearon lograr una ópera nacional con texto y argumentos españoles. A pesar de que esta aspiración fuera una constante entre los músicos de España nunca se lograría su realización. Por un lado, la burguesía española, poco numerosa, estaba demasiado atada a las tradiciones teatrales italianas. Por el otro, los grandes coliseos musicales como el Teatro Real de Madrid o el Liceu de Barcelona se constituían como templos del arte italiano donde lo español no tenía cabida, o bien la tenía en escasa medida y peores condiciones. De esta manera, los compositores españoles se refugiaron en mayor medida en un género considerado menor como es el de la zarzuela. (Un crítico de la época, Antonio Peña y Goñi, sostuvo que no había problema alguno con la ópera española, pues ésta existía y se llamaba zarzuela. El verdadero problema fue que los músicos no lo tuvieron tan meridianamente claro…). Aquella nueva zarzuela remodelada, que ya no tenía nada que ver con la de los siglos XVII y XVIII, cada vez fue incorporando con mayor empeño temas locales y melodías y ritmos nacionales. Era mucho más barata de montaje que la ópera y algunos papeles podían ser asumidos por actores que aparte de tal condición también sabían cantar. De igual manera, las orquestas eran más modestas y las puestas en escena mucho menos complicadas que en una ópera. Por otra parte, la zarzuela se dirigía a un sector de público muy amplio — y en parte popular — y de ello resultaba el medio de vida de los compositores, situación que Ruperto Chapí mejoró al crear en 1893 la Sociedad General de Autores de España (SGAE), una organización que tuvo como objeto la regulación de los derechos de los compositores y el registro de sus obras para evitar plagios. Antes de ello, los editores compraban directamente la obra al artista por muy poco dinero y se convertían en sus propietarios, con lo que el compositor dejaba de tener control alguno sobre su producción. La zarzuela se remodeló completamente desde la segunda mitad del siglo XIX y a ello contribuyó el arrollador éxito que en 1849 obtuvo Colegialas y soldados del madrileño Rafael Hernando. Pese a que su trabajo se encuentra hoy olvidado, Hernando participó en 1851 en la sociedad creada por Barbieri, Gaztambide, Inzenga y Oudrid para explotar el teatro Variedades, en cuyo escenario se asentó definitivamente el género. Aparte de los mencionados, los más importantes compositores de esa generación de zarzuelistas fueron Francisco Asenjo Barbieri (1823-1894) y Pascual Juan Emilio Arrieta (1823-1894). (Texto tomado en préstamo de la entrada dedicada a Ruperto Chapí y publicada el 6 de agosto de 2010).

Pascual Juan Emilio Arrieta Corera nació el 21 de octubre de 1823 en Puente la Reina, Navarra, en el seno de una familia de labradores. Huérfano desde niño, Arrieta se trasladó con su hermana hasta Madrid e ingresó en el Conservatorio para más tarde, entre 1839 y 1845, acceder al Conservatorio de Milán, merced a una beca concedida por el conde de Litta, y pasar a ser alumno de composición de Vaccai, llegando a estrenar incluso su primera ópera. De vuelta a España en 1846, Arrieta es nombrado profesor de canto de Isabel II y tres años más tarde profesor de la corte, estrenando una ópera en el Teatro Real de Madrid bajo la protección de la reina. En 1857, Arrieta fue nombrado profesor de composición del Conservatorio de Madrid, institución de la que sería su director desde 1868 hasta su muerte. Ese mismo año, con la caída de la reina Isabel II, Arrieta se mostró muy poco agradecido con los favores que ésta le había brindado y, ni corto ni perezoso, escribió el himno Abajo los borbones. Entre los más destacados alumnos que Arrieta tuvo bajo su tutela se encontraban Chapí y Bretón. Nombrado miembro de la Academia de Bellas Artes de San Fernando y poseedor de la Gran Cruz de Isabel de la Católica, finalmente Arrieta falleció el 11 de febrero de 1894 en Madrid.

Compositor iniciado en sus principios a la creación de óperas merced a su formación italiana, Emilio Arrieta fue poco a poco sintiéndose seducido por la zarzuela merced a los éxitos de Gaztambide y Barbieri, abandonando el género operístico para dedicarse en exclusiva a la zarzuela. A pesar de no formar parte del primer grupo de renovadores de la zarzuela, Arrieta pronto se unió a ellos contándose entre los más importantes. Aunque su estilo es ciertamente conservador, sus melodías son muy frescas y fluidas, estando conectadas con un estilo italiano que Arrieta jamás abandonó. Sirva desde aquí nuestro humilde homenaje a su figura.