De padre cubano y madre cántabra, Enrique Granados nació el 27 de julio de 1867 en Lleida, en donde el padre ejercía como oficial del ejército. De esta manera, ya de niño recibe sus primeras lecciones musicales a cargo de don José Junceda, director de la banda militar. La progresión del pequeño Enrique fue tan considerable, sobre todo en el aspecto pianístico, que ya con la familia destinada en Barcelona, Granados ingresa en la Escolanía de la Merced y se pone bajo la tutoría musical de Francesc Xavier Jurnet. También toma clases particulares de perfeccionamiento técnico en la academia de música dirigida por Joan Baptista Pujol, en donde también se inició en la composición merced al eminente Felipe Pedrell. Por si no fuese poco con esta inestimable formación de altura, Granados recibe también el patrocinio económico del famoso doctor Andreu. Con trece años, Granados logra un premio de piano y actúa en diversas salas de Barcelona a la par que continúa con sus estudios. En 1886 obtiene su primer gran éxito como concertista de piano y desde esta fecha inicia su actividad como reputado pianista, toda vez que vio frustrado su ingreso en el Conservatorio de París por motivos de salud. De cualquier forma, en la capital francesa conoce a Ricardo Viñes, el pianista español de mayor proyección internacional en aquellos momentos, quien consigue que sea admitido en las clases de su colega Charles de Bériot. En 1889, Granados retorna a Barcelona y se entrega a la composición y a  la enseñanza. De esta época son sus Danzas españolas y también su matrimonio con Amparo Gal. En 1895, y luego de una fase un tanto apartada, decide volver a la actividad pública y viaja a Madrid, en donde estrena su ópera María del Carmen. Sin embargo, su principal virtud como músico adquiere mayor fuerza en lo relativo a su condición de pianista, en donde desata la admiración mundial por sus sentidas interpretaciones de Chopin y Schumann, especialmente. Ya en 1901 funda la Academia Granados, foco artístico de capital importancia para el desarrollo de la moderna escuela pianística española, que fue dirigida por su alumno Frank Marshall y cuya línea se prolongó con figuras de la talla de Alicia de Larrocha o Rosa Sabater. En 1909, Granados colabora asiduamente con un conjunto de cámara formado por Pau Casals y Jacques Thibaud, consiguiendo una enorme reputación en los círculos musicales europeos. En 1911 estrena en el Palau de la Música Catalana su Suite Goyescas a la par que sus Tonadillas triunfaban en París. Su carrera como concertista se incrementa con numerosos de recitales por toda Europa, consiguiendo destacarse como uno de los pianistas más solicitados del continente.

 En 1914, la declaración de la Primera Guerra Mundial le sorprende de gira por Suiza al tiempo que preparaba la ópera Goyescas, basada en las mismas páginas escritas para la suite de piano. Dicha ópera debía haber sido estrenada en París, pero el comienzo de la Guerra frustró aquella pretensión. Es entonces cuando Granados recibe la oferta de presentar la ópera en Nueva York y allí que acude, pese a su fóbico miedo a los viajes por barco. La ópera fue extraordinariamente bien acogida en el Metropolitan de Nueva York, en donde se prolongaron los conciertos y homenajes al compositor. El matrimonio Granados pensó en regresar a España a bordo de un buque español; pero la casualidad, en forma de invitación formal del presidente norteamericano Wilson para actuar en la Casa Blanca, retrasó el viaje. Aquello resultó una verdadera fatalidad: Al volver de los EEUU días más tarde, la pareja transborda en Liverpool y toma el ferry Sussex para finalizar su viaje rumbo a España. En plena travesía por el Canal de la Mancha, el buque es torpedeado por un submarino alemán el 24 de marzo de 1916. Ya a salvo en un bote, el compositor observa horrorizado como su mujer se debate entre las aguas. No se lo piensa dos veces y se arroja al mar dispuesto a salvarla. Ambos fallecen ahogados. La noticia conmociona al mundo y el propio rey Alfonso XIII organiza una suscripción internacional para su familia. Granados, ese magnífico compositor de profunda huella romántica, murió también de una manera no menos noble y romántica. Su cuerpo, junto con el de su mujer, aún sigue reposando en el fondo marino.

 Dentro del panorama musical español, Enrique Granados apareció como una figura apasionante, romántica y en cuya obra se propone continuar el modelo musical de sus admirados Chopin y Schumann. Sus obras de piano más ligeras fueron tan populares que mucha gente las conocía pese a no haber oído nunca hablar de su autor. Pese a sus afinidades con Albéniz, la música de Granados es mucho más refinada de lo que esto puede sugerir y presenta una sensibilidad y una sutileza que recuerdan más a Chopin. Sin sacrificar el carácter español de su melodismo, sus composiciones se adentran en un mundo de sentimientos meridianamente íntimos. Se puede afirmar que Granados representa la quintaesencia del modernismo español por excelencia. Su temprana muerte impidió que explotara al máximo su potencial creativo. Dentro de su obra podemos destacar las óperas Goyescas y María del Carmen, de un total de seis compuestas; las famosas y multiversionadas 12 Danzas españolas; la suite para piano Goyescas;  y la serie de canciones conocida como Tonadillas. Nuestro humilde homenaje a este sensacional músico.