24 de noviembre de 1956: Unos minutos después de la medianoche, la aeronave Douglas DC-6B perteneciente a las Linee Aeree Italiane (LAI), con matrícula I-LEAD y número de serie 45075/731, carretea por la pista de rodadura del aeropuerto parisino de Orly en un vuelo con destino final Nueva York, vía Shannon, Irlanda. El avión, procedente de Roma, transporta un total de 25 pasajeros más 10 tripulantes, incluidos los pilotos. El tiempo es brumoso, con una visibilidad de 2.2 metros, cielo raso con tope de altura a 240 metros y viento de 6 nudos de componente noroeste, con una temperatura de -2 grados centígrados. A las 00.11 horas, el aparato inicia la carrera de despegue por la pista número 26 de Orly y 15 segundos más tarde pierde altura de forma repentina. La aeronave se estrella junto a una casa situada a 600 metros del final de pista y se incendia. Según el Informe ICAO número 8, circular 54-AN/49, la causa del accidente es todo un misterio pese a que se encontraron una serie de obstáculos sin señalizar en el sendero de despegue que tal vez pudieron dificultar la maniobra. Tan sólo sobrevive un pasajero entre las 35 personas que ocupaban el avión. Una de las 34 víctimas mortales es el joven director de orquesta italiano Guido Cantelli. Contaba sólo con 36 años de edad.

Guido Cantelli nació el 27 de abril de 1920 en Novara, región piamontesa situada al noroeste de Milán, en el seno de una familia en donde el padre ejercía como director de una banda musical del ejército italiano. Con una gran predisposición para la música, el padre confió a Guido al maestro de coro y organista Felice Fasola, con quien estudió canto, piano y órgano, para más tarde ponerse bajo la tutela de Mario Paolo Delachi. Éste preparó el ingreso de Cantelli en el Conservatorio de Milán en 1939, institución en donde fue pupilo de los profesores Giorgio Federico Ghedini y Antonino Votto. En 1943 Cantelli obtuvo su diploma de estudios y unas semanas después debutó como director en el Teatro Coccia. Sin embargo, Cantelli fue movilizado ese mismo año por el Ejército Italiano con consecuencias desastrosas: Su negativa a luchar de lado de los fascistas provocó que fuera confinado a un campo de concentración en la costa báltica polaca. Con todo, Cantelli pudo escapar de allí mediante unos documentos falsificados y regresó a Novara para trabajar como empleado de banca bajo una identidad también falsa. Finalizada la Segunda Guerra Mundial, Cantelli — cuya salud se había deteriorado mucho como consecuencia de los años de guerra — contrae matrimonio con Iris Bilucaglia y ambos parten para Milán, ciudad en donde el convaleciente director logra dirigir a la Orquesta de La Scala durante una sesión de verano con un triunfo del todo clamoroso. Ello provocó que desde entonces fuese requerido para actuar como director invitado por casi la totalidad de las formaciones italianas. En 1948, y luego de dirigir un concierto sinfónico en la remozada sala de La Scala, Cantelli fue llamado por el mítico Toscanini para dirigir como invitado a la Orquesta Sinfónica de la NBC.

En diciembre de 1948 Cantelli partió para los EEUU para debutar con enorme éxito a mediados de enero de 1949 con un programa que incluía obras de Haydn y Hindemith. Tras dirigir los cuatro conciertos inicialmente previstos con la Orquesta Sinfónica de la NBC, Cantelli fue también requerido para ofrecer un concierto al frente de la Orquesta de Filadelfia que resultó un inolvidable acontecimiento. Desde ese momento, su figura como director fue ya del todo conocida y admirada en los círculos musicales internacionales. De vuelta a Europa en 1950, Cantelli dirigió la Orquesta de La Scala durante una gira por Inglaterra — la primera de dicha formación tras la guerra — obteniendo un éxito sin precedentes de crítica y público. Un año más tarde inició una fructífera colaboración con la London Philharmonia que se tradujo en un buen puñado de excelentes grabaciones discográficas. Ya en 1952, Cantelli se convirtió en uno de los directores más requeridos por la Orquesta Filarmónica de Nueva York y durante los años siguientes centró en buena medida su ámbito de actuación en tierras americanas, dirigiendo a las principales formaciones norteamericanas y colaborando con los solistas de mayor renombre internacional. En 1956, Cantelli decidió volver al mundo de la ópera con una magistral representación de Così fan tutte en la Piccola Scala que, según la opinión de muchos especialistas, forma parte de la leyenda discográfica (es el único registro operístico que se conserva de Cantelli). Tras una serie de conciertos ofrecidos con la Orquesta de La Scala y una exitosa gira realizada por Sudáfrica en octubre de 1956, Cantelli fue nombrado director permanente del Teatro de La Scala de Milán el 16 de noviembre (con sólo 36 años de edad, algo realmente insólito y que dice mucho de su talento). Una semana más tarde, Cantelli se dispuso viajar hasta Nueva York para dirigir una serie de conciertos al frente de la Filarmónica (de hecho, era considerado de facto el más que probable sucesor de Mitropoulos en la New York Philharmonic). Unos minutos después de las 00.00 horas del día 24 de noviembre, Cantelli falleció en las pistas del aeropuerto parisino de Orly al accidentarse el avión que le trasladaba a Nueva York. A Toscanini, el mítico director italiano que fallecería un par de meses después y que había señalado a Cantelli como su más directo sucesor, le ocultaron el trágico suceso y murió sin saberlo (en un acto del todo piadoso).

Si bien el estilo de dirección de Cantelli recordaba en mucho al de los años más jóvenes de Toscanini, no es menos cierto que su capacidad musical era demasiado poderosa y fuerte como para ser considerado un simple reflejo de su maestro. Cantelli fue también un defensor a ultranza de la fidelidad a la partitura, dando de lado a las interpretaciones subjetivas tan de boga en aquellos años. Sin embargo, Cantelli supo dotar a sus lecturas — en mucha mayor medida que Toscanini — de una sensación de exquisito tacto musical y belleza sonora, algo que sin duda tomó prestado del oficio de Furtwängler. Por ello, se considera que Cantelli supo aunar como nadie la conciencia objetiva de Toscanini con el profundo sentimiento del mítico maestro germano. También de una manera similar a los métodos empleados por Toscanini, Cantelli gustaba de ser meticuloso e infatigable durante los ensayos. En una ocasión se clavó la punta de la batuta sobre la palma de su mano izquierda (al parecer, la orquesta estaba un tanto despistada ese día y no parecía atender mucho a sus explicaciones) y, luego de ser curado y vendado, reanudó el ensayo logrando la máxima atención de la orquesta, lo que dio pie a una leyenda que venía a decir que él mismo se había herido con la batuta para provocar la atención de la formación orquestal. Modesto y reservado en su vida privada, Cantelli era no obstante temido por los ingenieros de los estudios de grabación por sus continuas interrupciones en la búsqueda de la mayor perfección posible (sus momentáneos arrebatos de ira cuando las cosas no salían bien llegaron a ser muy comentados). Poseedor de una extraordinaria memoria, no sólo prescindía de la partitura en los conciertos sino también en los ensayos. A juicio de muchos especialistas, las grabaciones discográficas realizadas en estudio de Cantelli no logran reflejar del todo su incandescencia como director en vivo. Por otra parte, toda la crítica coincide en que, de no haber fallecido a los 36 años de edad, Cantelli hubiera sido una de las más grandes figuras de la dirección orquestal de todo el siglo XX (y de hecho lo fue durante su breve trayectoria artística). No es entonces de extrañar que un tipo tan egocéntrico como Toscanini afirmara que «es la primera vez en mi carrera que me he encontrado con un joven tan talentoso. Llegará lejos, muy lejos…»

De entre la producción discográfica debida a Guido Cantelli podemos mencionar las siguientes grabaciones (advertimos que los distintos enlaces que vienen a continuación no tienen porqué corresponderse necesariamente con la versión citada pero sí con la obra mencionada): Conciertos para piano nº1 y 5 de Beethoven, junto a Rudolf Serkin y dirigiendo la Filarmónica de Nueva York (MUSIC & ARTS 1170); Marcha Rakoczy de Berlioz dirigiendo la Sinfónica de la NBC (GUILD 2328); Sinfonías nº1 y 3 de Brahms dirigiendo la Philharmonia Orchestra (TESTAMENT 1012 y 1173); El salón México de Copland dirigiendo la Sinfónica de la NBC (URANIA 419); Sinfonía en Re de Franck dirigiendo la Sinfónica de la NBC (TESTAMENT 2194); Sinfonía nº4 de Mendelssohn dirigiendo la Philharmonia Orchestra (TESTAMENT 1034); Introducción y marcha funebre de Milhaud dirigiendo la Sinfónica de la NBC (TESTAMENT 1317); Sinfonía nº29 de Mozart dirigiendo la Sinfónica de la NBC (TESTAMENT 1336); Requiem de Mozart, junto a Prandelli, Siepi, Tebaldi y Barbieri, y dirigiendo la Orquesta de La Scala (FONO ENTERPRISE 1056); Così fan tutte de Mozart, junto a Schwarzkopf, Sciutti, Panerai y Alva, y dirigiendo la Orquesta de La Scala (OPERA D´ORO 1208); La valse de Ravel dirigiendo la Sinfónica de la NBC (TESTAMENT 1336); Suite nº2 de Dafnis y Cloé de Ravel dirigiendo la Philharmonia Orchestra (TESTAMENT 1017); Sinfonía nº8 de Schubert dirigiendo la Philharmonia Orchestra (EMI 74801); Sinfonía nº4 de Schumann dirigiendo la Philharmonia Orchestra (EMI 74801); Requiem deVerdi, junto a Tucker, Hines, Turner y Nelli, y dirigiendo la Filarmónica de Nueva York (ARCHIPEL 273); Las cuatro estaciones de Vivaldi, junto con Mischa Mishakov y dirigiendo la Sinfónica de la NBC (TESTAMENT 1317); y, finalmente, Idilio de Sigfrido de Wagner dirigiendo la Philharmonia Orchestra (TESTAMENT 1012). Nuestro humilde homenaje a este fabuloso director de orquesta.