Mathilde Wesendonck en 1850

 En el enlace al vídeo que hoy os dejo, podemos escuchar una de las grandes maravillas wagnerianas, el conocido lied Im Treibhaus — En el invernadero número tres de la serie de los cinco magníficos Wesendonck Lieder de Richard Wagner. La interpretación corre a cargo de Régine Crespin acompañada por la Orquesta Nacional de la Radio Francesa dirigida por Georges Prêtre. Compuestos en 1858 y originalmente para piano y voz (Posteriormente fueron orquestados por Felix Mottl), los Wesendonck Lieder fueron concebidos como estudios para el drama musical Tristán e Isolda, posiblemente la mejor ópera de Wagner. La versión de la soprano francesa Régine Crespin es del todo convincente, técnica y llena de dramatismo, aunque quizás su timbre de voz esté un punto por debajo de otras versiones de referencia (Flagstad, Varnay, Norman…)

 Régine Crespin, de ascendencia italiana, nació en Marsella el 3 de marzo de 1927. Inició sus estudios musicales en el Conservatorio de París bajo la dirección de los profesores Jouatte y Cabanel. Tras debutar en el rol de Elsa de Lohengrin en Mulhouse, comenzó una brillantísima carrera musical que la llevó a cantar en los principales escenarios del mundo. Fue una habitual de los Festivales de Bayreuth, en los que actuó durante muchos años. Un momento culminante de su carrera supuso su actuación en el Festival de Salzburgo de 1966, donde realizó una portentosa interpretación de Brunhilde bajo la dirección de Herbert von Karajan. Posteriormente, y tras una gira mundial de despedida en 1989, dio clases de canto en el Conservatorio de París. Su gran amplitud vocal y excelentes dotes interpretativas fueron determinantes en su carrera musical. Falleció luego de una penosa enfermedad en París el 5 de julio de 2007. En la actualidad, es considerada como la mejor soprano dramática aparecida en Francia desde la Segunda Guerra Mundial.

 La naturaleza exacta de la relación entre Richard Wagner y Mathilde Wesendonck sigue siendo una de las cuestiones más estimulantes a las que se enfrentan los historiadores de la música. Generalmente, las evidencias apuntan a que Mathilde ejerció de musa y confidente de Wagner durante un breve período de la década de los años cincuenta del siglo XIX. Sin que al parecer su relación no traspasase los límites del decoro, Wagner veía en ella a todo un «objeto sexual» que le hizo inspirarse para componer cinco piezas musicales sobre textos poéticos de la propia Mathilde, algo insólito si pensamos que Wagner trabajaba en el momento de su elaboración en la partitura de Tristán e Isolda. De hecho, hay estrechos vínculos entre las dos obras, tanto por su contenido filosófico como musical. Las canciones del ciclo están totalmente imbuidas de la pasión subyugante de Tristán e Isolda y, en realidad, fueron concebidas como meros estudios para la misma. Sea como fuere, Wagner nos dejó una auténtica obra maestra en forma de lied con este ciclo de los cinco Wesendonck lieder. Ahí os dejo la letra y su traducción.

Hochgewölbte Blätterkronen,
Baldachine von Smaragd,
Kinder ihr aus fernen Zonen,
Saget mir, warum ihr klagt?
Schweigend neiget ihr die Zweige,
Malet Zeichen in die Luft,
Und der Leiden stummer Zeuge
Steiget aufwärts, süßer Duft.
Weit in sehnendem Verlangen
Breitet ihr die Arme aus,
Und umschlinget wahnbefangen
Öder Leere nicht’gen Graus.
Wohl, ich weiß es, arme Pflanze;
Ein Geschicke teilen wir,
Ob umstrahlt von Licht und Glanze,
Unsre Heimat ist nicht hier!
Und wie froh die Sonne scheidet
Von des Tages leerem Schein,
Hüllet der, der wahrhaft leidet,
Sich in Schweigens Dunkel ein.
Stille wird’s, ein säuselnd Weben
Füllet bang den dunklen Raum:
Schwere Tropfen seh ich schweben
An der Blätter grünem Saum.

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Coronas de follaje en altas arcadas,
baldaquines de esmeralda,
vosotros, hijos de lejanas religiones,
decidme ¿por qué os lamentáis?
Inclináis en silencio vuestras ramas,
dibujáis signos en el aire
y, como mudo testigo de vuestras penas,
se exhala un dulce perfume.
Grandes, en vuestro ardiente deseo,
abrís vuestros brazos
para estrechar vanamente
el horror espantoso del vacío.
Sé muy bien, pobres plantas,
que compartimos un igual destino.
Aunque viviésemos entre una luz radiante
nuestro hogar no está aquí.
Al igual que el sol gozoso, que abandona
el vacío esplendor del día,
aquel que verdaderamente sufre
se envuelve con el obscuro manto del silencio.
Todo se calma. Un susurro ansioso
llena la estancia obscura.
Estoy viendo cómo pesadas gotas se hinchan
en los verdes bordes de las hojas.