Fotografía del suceso ocurrido en Canarias, obra de GUILLERMO LIJTMAER

 En ocasiones, todo lo relacionado con los fenómenos paranormales es fuente de controversia. Por una parte, están los grupos interesados en divulgar cuántas noticias se den de este tipo en un deseo de crear un cierto alarmismo entre la población que suele venir acompañado de la correspondiente lista de libros, dossiers y demás materia de ser susceptible de venta. Por otro lado, están los escépticos que niegan cualquier posibilidad de que suceda algo que no se atenga a la más estricta racionalidad científica a la que, en teoría, debe sustraerse cualquier fenómeno, por muy enigmático que pueda resultar a primera vista. Lo cierto es que en la tarde noche del 5 de marzo de 1979 ocurrió un suceso tan aparentemente extraño en las Islas Canarias, observado por multitud de testigos, que mientras que para algunos se trató de uno de los más extraordinarios y colectivos avistamientos OVNI de la historia de la ufología, para otros no fue sino un episodio mucho más mundano y derivado de las tecnologías militares de la época. Como suele ser habitual en esta página, nosotros sólo nos remitiremos a relatar los hechos ocurridos y las posibles explicaciones desde ambos divergentes puntos de vista. Luego, que cada cual extraiga sus propias conclusiones.

 Alrededor de las siete de la tarde de aquella jornada del 5 de marzo de 1979, numerosas personas fueron testigos de la aparición de unas extrañas formaciones nubosas multicolores que iban ensanchándose lentamente sobre el horizonte oeste. A medida que iban desapareciendo los rayos solares, aquellas formaciones parecían ir adquiriendo una mayor viveza y brillo. Una vez que el sol se hubo ocultado del todo, se observaron unas líneas zigzagueantes de color amarillo de gran intensidad luminosa que causaron tanto la admiración como el asombro de quienes en aquellos momentos las estaban contemplando desde numerosos puntos del archipiélago canario. Por un momento, aquellas misteriosas líneas se ensancharon de tal manera que adquirieron unas proporciones del todo colosales, prolongándose dicho fenómeno visual por espacio de aproximadamente más de una hora.

Misteriosas estelas: Imagen tomada de REVISTA OVNI CHILE

 Para muchos, aquel extraño fenómeno no era sino un preludio de lo que vendría a continuación. Sin embargo, para la investigación oficial, aquello no dejó de ser el efecto de la iluminación solar de los gases de combustión que desprende cualquier misil lanzado tierra-aire o agua-aire. El hecho de que se observe de noche, a ras de tierra, aumenta mucho más la espectacularidad de dicho fenómeno. Los gases y sustancias liberado por misiles y cohetes en la ionosfera, durante la correspondiente quema de etapas, producen dicha sugestiva imagen visual desde tierra. Pese a todo, resulta ciertamente interesante la declaración de un testigo de nacionalidad argentina, quien al contemplar esas extrañas formaciones estelares predijo lo que iba a suceder a continuación con todo lujo de detalles. Al parecer, dicho testigo contempló años atrás un suceso de semejantes similitudes en Venezuela. Efectivamente, los pronósticos de aquel testigo, quien abrió las propias puertas de la terraza de su domicilio a unos amigos para poder contemplar el fenómeno desde una mejor perspectiva visual, se cumplieron del todo.

 Pasadas las ocho horas de la tarde, en medio de la oscuridad propia del crepúsculo solar — aunque aún permanecían algunos fibrosos restos luminosos en el cielo — surgió desde la línea del horizonte una especie de bola de fuego que comenzó a ascender por el cielo dejando tras de sí una campana de luz que iluminó buena parte de la región de las Canarias. Al parecer, llegada a un punto de altitud indeterminado, dicha bola o lo que fuere, siguió su ascensión dejando paralizada la posterior estela en forma de campana. Todo esto ocurrió en medio del más absoluto silencio y con ciertas ráfagas de calor, según la declaración de muchos testigos presenciales. Estos coinciden plenamente en que el misterioso objeto cambió repetidamente de rumbo, colocándose en posición casi vertical y ascendiendo de esta forma hacia el espacio. El fenómeno apenas duró un minuto y dejó una luminosidad en el cielo que se fue desvaneciendo paulatinamente con el paso del tiempo.

Secuencia fotográfica del suceso: Imágenes tomadas de TARINGA.NET

 Dos años después de producirse este suceso, la asociación norteamericana GSW de Phoenix hizo público un informe en el que se aseguraba que este supuesto OVNI no era sino el lanzamiento de un misil Polaris desde un submarino de la OTAN. En el año 2001, la Revista de Aeronáutica y Astronáutica del Ministerio de Defensa español publica un artículo firmado por Ricardo Campo Pérez y Vicente Juan Ballester Olmos sobre este episodio acontecido en Canarias y otros similares. En este escrito, basado en un informe sobre lanzamientos balísticos y orbitales efectuados por el ejército de los EEUU, se afirma que aquel 25 de marzo de 1979 se llevaron a cabo hasta cuatro lanzamientos de cohetes durante unos ejercicios secretos efectuados desde el Atlántico Norte desde un submarino. La localización exacta del mismo es materia reservada del ejército norteamericano. Según el escrito, los dos primeros lanzamientos, todavía con luz solar, habrían provocado la aparición de esos luminosos filamentos del principio. Y los dos posteriores, ya caída la noche, el fenómeno visual de la bola de fuego seguida por una estela de campana. Las horas de lanzamiento de cada uno de los cohetes concuerdan perfectamente con la aparición de dichos fenómenos. El escrito acaba concluyendo que lo que pudo ser observado en Canarias aquella noche de marzo de 1979 no fue sino el lanzamiento de un misil Poseidón.

Instantánea de un misil Poseidón lanzado en 1997 en Arizona. Las semejanzas resultan evidentes

 La polémica está servida y los defensores de la tesis de que aquello era un OVNI se ven un tanto acorralados ante las pruebas más que evidentes que demuestran que aquello no se trataba ni mucho menos de un fenómeno desconocido. Sin embargo, a la hora de presentar este informe, no se duda en calificar de «pseudo-historiadores que tratan de infundir misterios de pacotilla en innumerables libracos» a aquellos ufólogos que se habían interesado por el asunto y que habían llevado a cabo sus propias y presumiblemente discutibles investigaciones. Esto parece un exceso verbal gratuito y un tanto desproporcionado por parte de quien trata de difundir la más estricta racionalidad del episodio, lo cual no hace sino sospechar también de sus propias tesis, por muy fundadas que puedan parecer a primera vista.

 Con el transcurrir del tiempo, se hacen públicas las conversaciones mantenidas entre las tripulaciones de cinco aeronaves comerciales que avistaron el fenómeno y el Centro de Control Aéreo de Canarias. Todos concuerdan en los extraños cambios de rumbo y altitud que el extraño objeto dibuja en su trayectoria. Conforme a las descripciones, nadie se arriesga a afirmar que aquello sea un cohete militar, aunque en ningún momento se emplea la palabra OVNI. Realizadas pertinentes consultas con especialistas en base a las distintas y numerosas instantáneas tomadas del fenómeno, aquellos insisten en que aquello no tiene nada que ver con fenómeno meteorológico alguno. No es menos cierto que determinados ufólogos, ante el informe del CEI (Centro de Estudios Interplanetarios, una institución que trata de resolver científicamente el asunto OVNI) en el que se afirma que aquello no fue sino el lanzamiento de un misil mar-aire — con gran aportación de datos — no dudan en calificar a sus miembros de «ufólogos de salón» e incluso de «repelentes investigadores», en otra clara muestra de falta de respeto hacia unas investigaciones en absoluto desdeñables. La guerra está servida.

 Lo realmente curioso de todo este asunto es que, en 1987, el diario EL PAÍS publicó un reportaje avalado por una comisión investigadora del Ejército del Aire Español en el que se venía a decir que aquello que pudieron fotografiar tantos testigos fue en realidad el lanzamiento de… ¡Dos misiles intercontinentales lanzados por un submarino soviético cuyas trayectorias seguían la dirección a Siberia! Al parecer, la primera investigación que afirmaba que el fenómeno era un misil norteamericano Polaris se vino del todo abajo… Por cierto, el Alto Estado Mayor de la Armada Rusa niega en todo momento que ninguno de sus buques o submarinos estuviese en aguas de las Islas Canarias en la fecha establecida. Para acabar de «arreglarlo» todo, el 2 de marzo de 1999, el diario CANARIAS 7 se hace eco de las revelaciones ofrecidas por la FUNDACIÓN ANOMALÍA en boca de su miembro, Vicente Juan Ballester Olmos, en donde se dice que aquello fue el lanzamiento de misiles estadounidenses desde submarinos norteamericanos localizados en el Atlántico Norte…

 Sea como fuere, el asunto está envuelto en un halo tan contradictoriamente misterioso que aunque, a primera vista nos decantemos por la hipótesis de un misil terrestre, no han de cerrarse las puertas a cualquier otra investigación.