Mucho se ha escrito sobre este extraordinario compositor español muy prematuramente fallecido. Dada su increíble precocidad, parece más que probable que su inmenso potencial creativo le habría llevado a ocupar una de las más altas cimas de la música española de todos los tiempos. Aún así, Arriaga nos ha dejado un puñado de excelentes creaciones que le sitúan por derecho propio en la historia musical de España. Fue llamado el Mozart español… No obstante, nació justamente 50 años después del genial e incomparable artista de Salzburgo.

 Juan Crisóstomo Jacobo Antonio de Arriaga y Balzola nació en la bilbaína calle de Somera el 27 de enero de 1806. El padre del compositor, don Juan Simón de Arriaga y Uriézaga, había sido organista de la iglesia parroquial de Berratúa aunque posteriormente se instaló como comerciante en Bilbao. Fue el primer maestro de su hijo y también quien le acompañaba a los conciertos que se ofrecían en la Sociedad Filarmónica de Bilbao. En una casa donde se vivía muy directamente la música — un hermano de Arriaga, Juan Prudencio, llegó a ser un consumado violinista y guitarrista — el pequeño Juan demuestra grandes aptitudes para el aprendizaje de la misma hasta el punto que con 11 años de edad compone una pieza que titula Nada y Mucho, octeto al que siguió una Obertura escrita al año siguiente que actualmente se denomina Nonetto y en la que ya se advierte su gran facilidad melódica. Con trece años, y tras superar el penoso trance de la muerte de su madre, Arriaga compone la ópera Los esclavos felices que es representada con todo éxito en Bilbao el 27 de noviembre de 1793. La crítica no acierta a entender como un chiquillo que desconoce los fundamentos teóricos de la armonía es capaz de componer una obra de semejantes dimensiones. Desgraciadamente, la partitura de la ópera completa no se ha conservado — se la comieron unos ratones — y sólo se pudo reconstruir la Obertura y unos números posteriores, labor realizada por Juan de Eresal. En 1820 compone el Cuarteto Op. 17 y un Stabat Mater que le sirve como prueba de acceso al Conservatorio de París. Un año más tarde, escribe unas variaciones para violín y bajo, La húngara, que poco después transformará en cuarteto de cuerdas.

 El 26 de septiembre de 1822, con 16 años, Arriaga parte hacia París y se instala en la calle Saint Honoré. En el parisino Conservatorio que dirigía por entonces Cherubini, tiene a éste mismo como profesor de contrapunto, a François Fétis en armonía y a Guerin en violín. Arriaga demuestra todo su talento con una pieza sacra alabada por Cherubini, Et vitam venturi saeculi, escrita para ocho voces y con la que logra graduarse. Por desgracia, esta obra se ha perdido para siempre. En 1823, Arriaga publica su Primer Libro de Cuartetos compuesto por tres piezas de este género que muchos consideran la cumbre compositiva del autor. También de esa misma fecha es el motete O Salutaris Hostia. Sin embargo, entre 1824 y 1826 Arriaga compone la que posiblemente es su obra madura, la Sinfonía a gran orquesta en re menor, que fue interpretada por primera vez en 1888, 62 años después del fallecimiento del compositor. Posteriormente compone la escena lírica Erminia; Medea, aria para soprano con acompañamiento orquestal; los Tres caprichos para piano; Edipo, para tenor con acompañamiento orquestal; All´Aurora, para tenor, bajo y orquesta; y la cantata para soprano, tenor y orquesta Agar, que es considerada su última obra.

 La intensa actividad creativa de Arriaga, que alternaba con sus estudios en el Conservatorio, minaron su débil constitución física hasta el punto que tuvo que guardar cama. Lamentablemente, el compositor enferma de tuberculosis y fallece en París el 17 de enero de 1826, acompañado en todo momento de Pedro Albéniz, profesor del Conservatorio de Madrid que por entonces se encontraba en París. Su cuerpo fue enterrado en una fosa común del Cementerio Norte de Montmartre. Mucho se especuló entonces sobre que una de las causas de su muerte fue el fatigoso trabajo de contrapunto que le había impuesto Cherubini. Un baúl con el violín de Arriaga y sus partituras fue remitido a su padre en Bilbao, quien en ese momento triunfaba en los negocios y poseía dos barcos que hacían la ruta Bilbao-Bayona. El baúl fue depositado en un desván… La obra de Arriaga cayó en el más absoluto de los olvidos hasta finales del siglo XIX. Es por ello que, pese a la importancia de su obra, nunca ejerciera influencia alguna en la música española de décadas posteriores. Nuestro humilde homenaje a este prodigioso compositor español tan prematuramente fallecido.