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* Escrita durante el invierno de 1912-1913
* Estrenada en París el 29 de mayo de 1913 bajo la dirección de Pierre Monteux
* EFECTIVOS ORQUESTALES: 4 flautas, flauta piccolo, 4 óboes, corno inglés, 3 clarinetes, clarinete piccolo, clarinete bajo, 4 fagots, contrafagot, 8 trompas, 5 trompetas, 3 trombones, 2 tubas, timbales grandes, timbales pequeños, triángulo, pandereta, guiro, címbalos antiguos, címbalos convencionales, bombo, tam-tam y quinteto de cuerdas.
* Duración aproximada de la ejecución: Entre 35 y 38 minutos

 Fue en el terreno del ballet donde tal vez Stravinski escribiera las obras más representativas de su genio artístico y posiblemente las más logradas. Las catorce partituras que dedicó Stravinski a la escena pertenecen a un género bien determinado, el gran ballet sinfónico. Sin embargo, existe una gran diferencia con respecto a sus predecesoras y es que la música no está al servicio del coreógrafo sino que se impone a este con pleno derecho. La Consagración de la Primavera es la gran e inmortal obra maestra de Igor Stravinski y, posiblemente, la mejor partitura orquestal de todo el siglo XX. Pese a las influencias que pueden advertirse de otros compositores (Rimski-Korsakof, Debussy o Scriabin) supone una ruptura total con la música descriptiva de los músicos impresionistas. La música ya no evoca o describe los sentimientos o escenarios sino que figura, transponiendo al mero plano sonoro, un acto hecho música. Con La Consagración de la Primavera, el primitivismo y la barbarie irrumpieron en la música pero organizados de un modo auténticamente supremo. Es también un grito de liberación en lo más íntimo, secreto y fundamental del corazón de las personas.

 El impacto producido por La Consagración de la Primavera se debe a la novedosa condensación de todos los elementos de la escritura musical: Los recursos armónicos (Ásperos acordes superpuestos y en distintas tonalidades), los ensamblajes tímbricos (Crudos efectos acústicos con poderosas pulsaciones), la riqueza temática (Temas populares rusos en compases irregulares de cinco, siete e incluso once tiempos) y la fuerza del ritmo (Continuos cambios y saltos rítmicos, una orgía desenfrenada sobre todo al final de la obra) no tienen parangón con la música que se había compuesto anteriormente, abriendo el oído al universo sonoro del futuro. Por ello, La Consagración de la Primavera es una de las obras capitales dentro de la historiografía de la música y su influencia, pese a no haber suscitado una corriente de imitaciones, es fundamental para el posterior desarrollo de las vanguardias musicales del siglo XX.

 En 1911, tras el estreno de Petrushka — Otra de las inolvidables obras maestras del autor — Stravinski emprende la pagana aventura de componer La Consagración de la Primavera, una partitura que se vio constantemente interrumpida por diversos viajes, entre ellos uno a Bayreuth con resultados más que decepcionantes. Para la temporada de 1913, Sergei Diaghilev, el director de la compañía de los Ballets Rusos, tenía previsto representar Kovanchina, de Mussorgsky, los Jeux de Debussy, La Tragedia de Salomé de Floren Schmitt y el estreno de La Consagración de la Primavera, una fábula sobre el pagano rito del sacrificio a la diosa Primavera. El estreno de la obra, en el teatro de los Campos Elíseos de París, desencadenó el mayor escándalo que se haya visto nunca en un escenario. Ya durante los ensayos se manifestaron violentas tensiones entre Stravinski y Nijinski (El coreógrafo), así como con los músicos de la orquesta. Al levantarse el telón, los ánimos estaban más que encendidos y el público reaccionó violentamente ante una música tan «agresiva». Stravinski se retiró entre bastidores ante el cariz que estaban tomando los acontecimientos mientras que Nijinski, encaramado sobre una caja, gritaba en ruso a sus bailarines los números de la coreografía. A todo esto, un genial Pierre Monteux continuaba impertérrito dirigiendo a la orquesta, como si la cosa no fuese con él, al tiempo que Diaghilev hacía encender y apagar las luces de la sala en un desesperado intento de apaciguar el tumulto allí organizado. De los gritos, silbidos e insultos se pasó a los puñetazos, bofetadas, bastonazos y peleas cuerpo a cuerpo entre los partidarios y detractores del músico. La condesa de Pourtales, presa de un soponcio, rompió su abanico de la rabia y comenzó a gritar roja de cólera: –«¡Es la primera vez que se burlan de mí!» –. Mientras, Ravel respondía alegando que era una obra genial y Blanche, literalmente, mandaba «a freír espárragos a toda esa panda de ignorantes«. Tal tremebundo e histórico escándalo no impidió que Stravinski impusiera, tras El Pájaro de Fuego y Petrushka, su tercera y definitiva obra maestra.

 Como enlace para seguir la audición os pongo la versión, dividida en tres vídeos, de Valery Gergiev al frente de la Orquesta Sinfónica de Londres.

DESARROLLO DE LA OBRA

  La Consagración de la Primavera se subdivide en dos partes que son, El Beso de la Tierra y El Gran Sacrificio. Cada una de estas partes está constituida por una serie de juegos rituales y encantamientos que han de desembocar respectivamente en La Danza de la Tierra y en La Danza Sagrada

 La introducción, muy extensa, está confiada mayoritariamente a los instrumentos de viento, comenzando por un tema en el registro agudo del fagot al que le sigue una progresiva entrada de la paleta orquestal que desemboca en una serie de lazos cerrados. Después de la reexposición del tema surge la Danza de los Adolescentes, con pesados y repetitivos acordes en la cuerda y acentos sincopados. La melodía de la trompa, simple, va pasando a los demás atriles. Seguidamente, viene el Juego del Rapto, alegre y vital, en tono mayor, y cuya principal línea argumental está constituida por enérgicas señales de llamada. Llega entonces el momento de las Rondas Primaverales, lentas y misteriosas, que paulatinamente alcanzarán una gran densidad orquestal y armónica, con un punto final de alegre animación. Es el turno, a continuación, de la gran escena del Juego de las Ciudades Rivales con dos temas opuestos: Uno en línea quebrada de trompas desde los primeros compases y otro en oboes y clarinetes, sobre cuatro notas conjuntas que confieren una mágica atmósfera. La primera parte del ballet concluye con dos breves pero intensas escenas: El Cortejo del Sabio, solemne, con insistentes repeticiones en los metales, y la Danza de la Tierra, donde luego de una fanfarria surge un motivo enterrado en cuerdas y trompas que se va propagando a toda la orquesta y termina abruptamente.

 La segunda parte comienza con una hechizada introducción de cuerdas divididas y un violín solo en su registro agudo. Ese mismo grado de misterio se prolongará en la escena de los Círculos Misteriosos de los Adolescentes, con una ampliación de los distintos temas rituales. De pronto, un repentino crescendo y acelerando hacen estallar el motivo de la Glorificación de la Elegida que da paso, con gran austeridad en su coral de metales, a la Escena de los Antepasados. Se producen unos inquietos arabescos y glissandi en flauta y corno inglés que reaparecerán al medio y al final. La trompeta, con un tema estridente y obsesivo, prepara la entrada de la Danza Sagrada. Es uno de los mejores y más conseguidos párrafos de la partitura, con unos trombones que envían señales en grados cromáticos descendentes. A ello se le suma un motivo popular y ritual hasta alcanzar el más alto grado de tensión en esta Danza de la Muerte. Un silbido ascendente de las flautas y un último choque sellan el sacrificio final.

VERSIONES RECOMENDADAS

Pierre Monteux con la Sinfónica de Boston. RCA. Visceral, fiel, precisa, de referencia absoluta.
Igor Markevich con la Orquesta Philharmonia. (Dos distintas versiones). TESTAMENT. Electrizante, creada plano a plano.
Yoel Levi con la Sinfónica de Atlanta. TELARC. Emocionante y con una toma de sonido excelente.
Pierre Boulez con la Orquesta de Cleveland. SONY. Meticulosa, objetiva, analítica y científica.
Leonard Bernstein con la Filarmónica de Nueva York. SONY. Vivaz y explosiva, la alternativa a Boulez.
Esa-Pekka Salonen con la Orquesta Philharmonia. SONY. Dinámica, con un imponente sonido.
Claudio Abbado con la Sinfónica de Londres. DG. Versión firme muy bien cimentada. Por momentos, estupenda.

 Por contra, no acaban de convencerme del todo las versiones de Antal Dorati con la Sinfónica de Detroit. DECCA. (Muy plana, aunque aceptablemente construida) y de Simon Rattle con la Orquesta City of Birmingham. EMI. (Poderosa, pero dinámicamente desafortunada). Sobre la versión de Herbert von Karajan con la Filarmónica de Berlín. DG,  tengo mis reservas. Por supuesto, esto no es sino una valoración subjetiva sin ninguna pretensión vinculante al respecto.