orígenes del judaísmo

El origen del judaísmo

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En este post os vamos a desarrollar cuales fueron los orígenes del judaísmo.

Durante los años cincuenta y sesenta de nuestra era se fue gestando una confrontación general, social y religiosa que derivó en una guerra del pueblo judío contra la dominación romana, iniciada como tal en el año 66 con los disturbios acontecidos en Cesárea y Jerusalén como consecuencia de la clara provocación del gobernador romano Gessio Floro.

Tras la conquista de la Fortaleza Antonia y de la Plaza del Templo por Eleazar, posteriormente ajusticiado por los romanos, Nerón ordena al general Vespasiano y a su hijo Tito la reconquista del país, aunque la muerte de Nerón en el 68 supone que Vespasiano tenga que abandonar la zona, dejando el mando a su hijo Tito, al ser nombrado emperador por el grueso de las legiones orientales.

A principios del año 70 comenzó el asalto a la ciudad de Jerusalén, pese a que los judíos ofrecieron una feroz resistencia, casa por casa. En septiembre del mismo año, tras la quema del Templo, se toma la ciudad de Jerusalén luego de un enorme baño de sangre.

Sin embargo, un grupo de 960 judíos, en su mayoría pertenecientes a la rama de los zelotas, se habían hecho fuertes en la fortaleza de Masada y no fue hasta el año 74 cuando, tras un prolongado asedio romano, dichos rebeldes decidieron inmolarse en grupo.

Unas décadas después, entre 132 y 135, tuvo lugar una nueva rebelión acaudillada por Simón bar Kochbá (Reconocido por algunos como el Mesías de la Estrella — eso realmente significa Kochbá — de Números 24,17 ) que los romanos aplastaron de nuevo.

De resultas de esta nueva rebelión, la Jerusalén antigua fue destruida por completo y en su lugar se construyó una nueva ciudad completamente helenizada, la Colonia Aelia Capitolina. Las consecuencias de esto fueron desastrosas para los judíos: Se les prohibió, bajo pena de muerte, entrar en la ciudad (Realmente la prohibición afectaba a todo circunciso), practicar la circuncisión, celebrar el Sabbat, ordenar a los doctores de la Ley, enseñar públicamente la Torá y hacer prosélitos.

La religión judía se había convertido en una religión de diáspora en su propio país, mas aquello no significó su final. La continuidad entre el Israel teocrático y el carente de Templo fue garantizada por una de las grandes corrientes que habían existido dentro del judaísmo, el fariseísmo.

En plena primera guerra judío-romana (66-70),Yojanán ben Zakkay, representante del fariseísmo moderado y miembro del sanedrín, se avino a negociar con los romanos (Nunca fue partidario de la guerra contra Roma) y estos le permitieron abrir una escuela (Bet midras) en Yabne (Jamnia, en griego) que fue convirtiéndose en el centro de una pequeña agrupación de letrados que formaba rabinos, confeccionaba el calendario judío y que paulatinamente fue asumiendo — con la aprobación de los romanos — algunas funciones judiciales del sanedrín de Jerusalén.

Al retirarse Yojanán ben Zakkay, la dirección de Yabne pasó a manos de Gamaliel, representante de la Casa de Hillel, quien eliminó a la escuela rival dirigida por la Casa de Shammai, la cual tenía su propia interpretación de la Ley.

El jefe de la Casa de Hillel representaba entonces el judaísmo para Roma, deseosa de llegar a un modus vivendi. Esto convirtió al fariseísmo moderado (Según el espíritu de Hillel) en el judaísmo normativo por antonomasia. Comenzó entonces un proceso de uniformidad en la interpretación de la Ley de consiguiente reducción de la pluralidad de posiciones.

Después de la catástrofe nacional que supusieron las guerras judeo-romanas, a los judíos les habían quedado las Escrituras, los doctores de la Ley y las sinagogas, aunque estos tres elementos estaban llamados a adquirir un valor completamente nuevo después del hundimiento de Jerusalén y del Templo: La Escritura: Los rollos de la Torá ocuparán ahora el lugar del altar y su estudio, junto a la oración y a las buenas obras, sustituye al culto del Templo; los doctores de la Ley: Los rabinos suceden ahora a la casta sacerdotal.

La dignidad rabínica, adquirida mediante la preparación intelectual, sustituye a la hereditaria dignidad sacerdotal y levítica; la sinagoga: La casa local de reunión, oración y vida comunitaria ocupa ahora el lugar del Templo de Jerusalén. Por todo ello, podemos afirmar — citando al especialista judío-norteamericano Jacob Neusner — que el judaísmo, TAL Y COMO LO CONOCEMOS, comenzó a configurarse antes y después de la destrucción del Templo en el año 70 de nuestra era, alcanzando su plena definición en el año 600.

Con ayuda de la sinagoga y de los doctores, el fariseísmo comenzó a imponer una ordenación universal de la vida y, de este modo, la asamblea de Yabne sancionará innovaciones nacidas bastante antes que han mantenido aún vigencia legal en el judaísmo hasta nuestros días.

Por una parte, se fijó el canon de las Escrituras Sagradas en los 24 libros de la Tanak (Biblia hebrea) que también hubieron de adoptar posteriormente y hasta hoy las iglesias protestantes. Quedan fuera del mismo los siete libros deuterocanónicos (Los que sí aparecen en la traducción griega de la Biblia y que están incluidos tanto en el canon griego-ortodoxo como en el católico-romano: Baruc, Eclesiástico, Tobías, Judit, 1 y 2 Macabeos y Sabiduría).

También quedaron fuera los llamados pseudoepigráficos (Que no han sido recogidos tampoco por ninguna confesión mayoritaria: Henoc, Sibilas, Testamento de los Doce Patriarcas…).

En Yabne también quedó fijado el texto-tipo de la Biblia hebrea, válido hasta hoy, cuya pronunciación fue determinante en la Edad Media mediante la añadidura de vocales al texto consonántico.

De otra parte, se regularon también las oraciones para la sinagoga y para el individuo: Dos oraciones principales hasta hoy; por la mañana y al anochecer, el Shemá Israel (¡Escucha, Israel!); a media tarde, la Shemone Esre (Las Dieciocho bendiciones); la duodécima oración de éstas contiene los minim (Maldición de los disidentes) y los nosrim (Maldición de los judeo-cristianos).

En una época posterior se crearon los piyyutim (Oraciones complementarias para el culto sinagogal).

Tras la destrucción de Jerusalén, muchos doctores de la Ley huyeron principalmente a Babilonia, que tenía una economía floreciente, y en donde aún perduraban viejos lazos con esa tierra. Allí se desarrolló la inusitada actividad intelectual de un judaísmo que seguía siendo palestino pero fuertemente salpicado por la cultura helenista.

En consonancia con el modelo palestino, ya en el siglo III se consiguió educar a esta población judía desplazada a Babilonia según las observaciones farisaicas y se llegaron a crear escuelas superiores rabínicas (Sura y Nahardea/Pumbedita) que pronto superaron en importancia a las palestinas.

Babilonia ganó así lo que Palestina había perdido, la primacía política, espiritual y cultural. La preponderancia de Babilonia se puso de manifiesto en la tradición postbíblica y en el nacimiento de la ortopraxis.

Para los fariseos, siempre había sido importante la opinión de que junto a la Ley escrita existió una Ley (Torá) oral, desconocida en los primeros tiempos, que transmitía las interpretaciones de la Torá escrita junto con las diversas opiniones rabínicas al respecto.

Estas transmisiones de antepasados fueron filtrándose oralmente, aunque cada vez fue aumentando el número de transmisores especializados que las aprendían de memoria. Más tarde, comenzaron a ser escritas, primero en privado y luego de forma oficial.

Este proceso de comentario de la Torá, de complejidad creciente y de enorme amplitud, se extendió a lo largo de medio milenio y tuvo dos fases protagonizadas respectivamente por la Misná y el Talmud.

Oraciones del Judaísmo, mismá

Hacia el año 200 de nuestra era, el patriarca Yehuda ha-Nasi compiló una selección normativa de a Torá oral — la Misná (Repetición o doctrina, en hebreo) — que abarcaba la Halaká, esto es, toda la ley religiosa de la tradición oral.

Desconocemos si Yehuda ha-Nasi pretendió crear una colección de fuentes de tradición oral, un manual para la enseñanza o bien un código legal propiamente dicho para los tribunales.

50 ó 100 años más tarde, la Misná se había convertido en el código de derecho vinculante para todo el rabinato. Actualmente, la Misná — escrita en hebreo — contiene 63 tratados reunidos por secciones temáticas, comprendiendo cinco o seis generaciones de unos 260 doctores de la Ley.

Según la opinión ortodoxa, esta Torá oral tiene el mismo valor que la Torá bíblica, ya que fue revelada también en el Sinaí. (Opinión desconocida antes de la destrucción del Templo…).

Desde un punto de vista crítico, está Torá oral carece de uniformidad, percibiéndose la mano de muchas generaciones y detectándose huellas de revisiones practicadas por doctores de la Ley o intérpretes con posterioridad al año 200.

Oraciones del Judaísmo, talmud

Durante los tres siglos siguientes, también la Misná será objeto de comentarios en los dos centros de actividad intelectual judía, Palestina y Babilonia. Estos comentarios se realizaron mediante la Gemará (Añadidura, en hebreo) redactada, en ocasiones, en dialectos arameos.

El conjunto formado por Misná y Gemará constituye, pues, el Talmud (Estudio o doctrina, en hebreo), que es un gigantesco comentario de la Misná en la medida en que sus tratados son importantes tras la destrucción del templo. Existen dos versiones bastante diferentes del Talmud:

1- El Talmud palestinense o jerosolimitano, que comenta tan sólo 39 tratados de la Misná. Poco ordenado y con frecuencia contradictorio, estuvo concluido a principios del siglo V.

2- El Talmud Babilónico, que si bien comenta sólo 37 tratados de la Misná, es amplísimo (Ocupa unas 6.000 páginas tamaño folio) y se terminó en el siglo VIII, imponiéndose en todo el judaísmo.

En el Talmud se distinguen dos géneros:

La Halaká (Camino a seguir, en hebreo), ley religiosa con las normativas legales que obligan en lo religioso y en lo civil; y la Haggadá (Narración, predicación, en hebreo), relatos, leyendas, parábolas, datos astronómicos, medicinales, anatómicos, etc…

De esta manera, el Talmud es una especie de informe enciclopédico en el que se registran muchas opiniones contrapuestas acerca de la Ley y un número muy variado de temas sobre los que se discutió durante siglos.

El Talmud babilónico constituye hasta hoy el fundamento normativo para todas las decisiones religioso-legales del judaísmo rabínico.

En contrapartida al cristianismo, el judaísmo no conoció dogmas, catecismos o exámenes de fe. Lo que realmente le preocupa al judaísmo ortodoxo es la ortopraxis, esto es, la vida recta bajo la Torá. Aunque, si bien a la hora de enfrentarse a los disidentes puede ser no menos dogmático, catequizante e incluso excluyente que el cristianismo, la identidad judía se concreta menos en los contenidos de fe que en la realización práctica de ésta.