borrachos

 Si solicitabas el mando a distancia del televisor en el vecino y pequeño bar de Boni, éste te pasaba el palo de la fregona y te advertía de la cautela requerida para tal menester. Sólo así podíamos ver los partidos de fútbol del fin de semana. Vaya fauna que nos llegábamos a juntar allí las madrugadas de los sábados. Cada uno con nuestros complejos y frustraciones particulares, en un universo donde no había otra materia más etérea que el cubata de Larios y la irrespirable atmósfera del tabaco negro. No era un escenario muy apto para mujeres, por más que nos desgastásemos horas y horas tratando de desentrañar los comportamientos femeninos, con escaso éxito, por cierto. Quizás aquella carencia provocase nuestra espectral condición, porque la verdad, daba pena vernos, con esos ojos enrojecidos producto de los excesos espirituosos.

 Allí estaba Ricardo, un portento físico de musculación, con su extraña manía de creerse policía secreto, y abriendo la puerta del bar a los clientes que se atrevían a entrar. Luego decía: –» Boni, está limpio. Puede entrar» — ante la atónita mirada del cliente en cuestión y el despelote de todos los que conocíamos sus desvaríos. O el otro Ricardo, Richi, que tomaba vermuts desde las nueve de la mañana hasta las tantas de la madrugada. Juntos hicimos una escapada a Estambul y doy fe de que no probó bocado alguno en los cuatro días que duró nuestro tour. Este hombre se alimentaba de las aceitunas y limones que acompañaban a su mencionado Martini rojo. También recuerdo a Antonio, apodado «Ginantonic«, un tío con el corazón más grande que yo haya conocido. Le solía indicar a Boni que no le sirviera tanto hielo en sus eternos gin-tonics, ya que decía sentirse acatarrado y el médico le había ordenado no ingerir cosas excesivamente frías. En aquellos tiempos se quejaba de que no existiera tónica light, a diferencia de otros refrescos, mostrando su preocupación por la cantidad de azúcares de la bebida en cuestión. Cómo no recordar a John, el corresponsal de la edición irlandesa de The Times, un ser enorme, así como también enorme su capacidad de absorción etílica. Imitaba a la perfección las onomatopeyas del bajo vientre cuando, para picarle, hacíamos alusiones a la Reina Isabel, Su Graciosa Majestad. Jamás le vi discutir con nadie, entre otras cosas, porque no tenía ni idea de español… O a aquel anciano argentino que, según su versión, venía a España cuando se enfadaba con su mujer en Buenos Aires y luego nos encontramos con su foto en los periódicos, arrestado por la policía en Barajas bajo la acusación de ser un camello a sueldo de mafias del narcotráfico. No nos lo podíamos creer.

 Exceptuando a Boni, ocupado ya en otros desempeños, todos los antes citados ya no están con nosotros. Sirva esta entrada como recuerdo entrañable para unas personas que, con sus muchos defectos, jamás protagonizaron incidentes violentos y demostraron que sabían mantener las más elementales reglas de comportamiento cívico aún estando empapados en alcohol. Mi homenaje a ellos. Seguro que ya habrán conseguido embolingar a cualquier arcángel, allá por donde dicen que se encuentra el Cielo.