Sant Climent de Taüll

* Fresco
* Ábside central de cuatro metros de diámetro
* Realizado en el siglo XII
* Ubicado en el Museo Nacional de Arte de Cataluña, Barcelona

 A finales del siglo XI llegaron a Cataluña grupos de artistas de corriente ítalo-bizantina que dejaron sus trabajos en amplias zonas en donde las autoridades eclesiásticas y políticas favorecieron la cultura y el desarrollo artístico. En toda la cornisa catalana se estaban desarrollando construcciones y reconstrucciones de muchos templos, de ahí el carácter itinerante de muchos artistas cuyas obras anónimas son todo un exponente de originalidad, personalidad y carácter. Los artistas seguían la técnica de pintar al fresco las masas de colores y las figuras principales. A continuación, remataban al temple y creaban los elementos lineales con negro. Se adaptaban perfectamente a los espacios, ya fueran bóvedas, arcos, frisos o columnas. El estilo era hierático y se repetía continuamente. El modelado se obtenía mediante los matices tonales y la división de franjas, los plegados de los ropajes, etc. Son artistas que demuestran un gran dominio del dibujo; será precisamente el dibujo lo que va a permitir distinguir unos maestros de otros. La pintura románica catalana más representativa se encuentra en los murales de las iglesias del Valle del Boí, sin olvidar la importancia que tiene la pintura en tabla y de algunos frontales de altar conservados. El ejemplo más antiguo conservado en este valle pertenece a la iglesia de Sant Joan de Boí con un tema que discurre sobre la lapidación de San Esteban. Posteriormente, ya en la segunda mitad del siglo XII, aparecieron otros maestros con una clara influencia bizantina, entre los que sobresale el conocido como Maestro de Mur, autor de las pinturas del ábside de la iglesia de Santa María de Castell de Mur. Pero, sin lugar a dudas, las pinturas murales de las iglesias de Taüll fueron las más importantes no ya sólo del entorno catalán, sino de prácticamente toda Europa.

 Tanto Santa María de Taüll como Sant Climent de Taüll son obras de dos grandes maestros que alargaban sistemáticamente las figuras, estilizaban los rasgos faciales hasta convertirlos en un grafismo, buscaban un vivo realismo y además poseían colores de excelente calidad. Estas dos decoraciones murales fueron trasladadas al Museo Nacional de Arte de Cataluña para protegerlas y conservarlas adecuadamente. En su lugar, fueron dispuestas en el ábside de la iglesia unas reproducciones idénticas y exactas. Aunque los artistas son anónimos, el maestro que pintó el ábside central de la iglesia de Sant Climent de Taüll es mundialmente reconocido en la actualidad como Maestro de Taüll, un pintor muy bien formado y que reconocía la iconografía de la época. Por otra parte, el pintor de los absidiolos de dicha iglesia es de mucha menor categoría. El Maestro de Taüll está considerado como el más importante de los pintores románicos de toda Europa. En 1123, el obispo Ramón de Roda consagró la iglesia de Sant Climent de Taüll y parece más que probable que entrara en contacto con este maestro, encargándole la decoración de la misma. Dentro de sus características más notables destaca la portentosa manera que tenía el maestro para articular los espacios, dibujando los rostros de las figuras con un conseguido equilibrio entre realismo y estilización. Se ha llegado a pensar que el artista se trajo consigo desde Italia tanto las herramientas como los materiales necesarios para su trabajo.

 La semicúpula del ábside central de la iglesia de Sant Climent de Taüll estaba adornada con su tradicional Pantocrátor o Maiestas Domini, en el que Cristo aparece con toda su majestad rodeado de los cuatro evangelistas. En esta asombrosa composición, la gran figura de Cristo está sentada, con su mano derecha alzada en un inequívoco gesto de bendición mientras que la izquierda sujeta un libro en el que están escritas las palabras: Ego sum lux mundi (Yo soy la luz del mundo). Los pies reposan sobre un hemisferio decorado con hojas de acanto, una alusión al mundo terrenal y al arco iris del Libro de las Revelaciones. Los cuatro evangelistas están representados por ángeles alados: Mateo sostiene su evangelio y Juan acuna un águila; Por otra parte, tanto Marcos como Lucas aparecen plasmados como figuras de medio cuerpo y están acompañados por los animales que les simbolizan, un león y un toro, respectivamente. Un serafín apocalíptico — la más alta jerarquía de los ángeles — monta guardia a cada lado de la composición, llevando las alas cubiertas por una infinidad de ojos. En el registro inferior, el más dañado, aparecen la Virgen María y los apóstoles Tomás, Bartolomé, Juan, Santiago y Felipe. Pese a la contrastada impronta bizantina de la composición, la cualidad dramática del tema, sumada a los ropajes ondulados y al dinamismo compositivo, hacen suponer que el pintor conocía los frescos franceses contemporáneos. Este mural forma parte, por derecho propio, de las más grandes obras maestras medievales.