Lo que tienes que saber de Maurizio Pollini
Indice de contenido
Considerado por crítica y público como uno de los grandes pianistas de la actualidad, Maurizio Pollini se ha destacado por ser un intérprete versátil cuyo rigor técnico y brillantez se ponen al servicio de cualquier partitura objeto de su estudio. Sus actuaciones, muy reducidas con el paso de los años, despiertan a la vez un enorme entusiasmo y una notable desconfianza entre los círculos musicalmente más ortodoxos.
Pero Pollini, lejos de considerar algunas críticas que le atribuyen una presumible frialdad interpretativa en aras de un extraordinario despliegue técnico, aplica un enorme rigor a la hora de elegir su repertorio. Su honestidad, merced a una actitud profunda y del todo coherente, está libre de toda duda. Tal vez siguiendo la estela de su compatriota Toscanini, para Pollini la música ha de liberarse de cualquier aditamento subjetivo en tanto que la propia partitura, correctamente interpretada, encierra todos los verdaderos atributos musicales.
Biografía de Maurizio Pollini
Maurizio Pollini nació el 5 de enero de 1942 en Milán dentro de una familia acomodada en donde el padre, arquitecto de profesión, sentía una verdadera devoción por la música. Imbuido por ese ambiente, el pequeño Maurizio recibe clases de piano desde los cinco años por parte de profesores particulares quienes, ante los enormes progresos demostrados por el chico, le alientan a ingresar en el Conservatorio de Milán. Sin embargo, Pollini nunca estudió piano en ningún centro o institución aunque sus profesores fueron docentes del Conservatorio que le impartieron clases de forma estrictamente privada. Tales fueron los casos de Carlo Donati y Carlo Vidusso, docentes del Conservatorio que se encargaron de perfeccionar el estilo de un Pollini que ya en 1953 ofreció su primer recital en la capital lombarda.
Cuatro años más tarde, Pollini interpreta los Estudios de Chopin en un concierto ofrecido en Milán que provoca el admirado y unánime consenso de la crítica musical milanesa ante el enorme despliegue de virtuosismo en un joven de apenas quince años de edad. Ese mismo año Pollini ingresa en el Conservatorio de Milán para estudiar composición y dirección orquestal a la par que prosigue con sus recitales.
En 1957 obtiene el segundo puesto en el Concurso Internacional de Ginebra en una edición en donde quedó desierto el primer premio. Dos años más tarde logra el primer premio del Concurso Ettore Pozzoli y recibe un diploma honorífico del Conservatorio, institución en la que nunca figuró como alumno de piano, por su trayectoria de joven prodigio. Pero fue en 1960 cuando Pollini daría el salto definitivo en su carrera al conquistar, con sólo dieciocho años, el prestigioso Concurso Chopin de Varsovia. Artur Rubinstein, que formaba parte del jurado, lanzó una frase lapidaria:
–«Toca ya mejor que todos nosotros»—
Tras ser unánimemente proclamado vencedor del concurso, Pollini se halló ante la gloria de haber triunfado a sus dieciocho años en el torneo pianístico más prestigioso y difícil del mundo. Sin embargo, Pollini demostró una madurez impropia de un joven de su edad y, tras realizar una completísima gira durante el año posterior que le llevó por los principales auditorios del mundo, decidió retirarse a reflexionar y estudiar repertorio. Mucho de ello tuvo que ver también la pobre actuación — sin duda ejecutada con evidentes síntomas de fatiga — que ofreció en Milán en 1962.
Tras aquel triste recital, Pollini puso fin a sus contratos y decidió retirarse aunque no abandonó del todo los escenarios. Tres años después, en 1965, un renovado Pollini se reincorpora a los circuitos musicales con un repertorio ampliado y perfectamente estudiado. La crítica se rinde ante el derroche técnico del artista y sus grabaciones de obras de Chopin y Beethoven resultan absolutamente primorosas. Desde siempre comprometido con causas políticas y sociales — nunca negó explícitamente su militancia en el Partido Comunista Italiano — Pollini se destacó desde los primeros años de la década de los setenta por organizar conciertos en fábricas para los obreros, siempre en compañía de su paisano y gran amigo, el director Claudio Abbado.
En 1972 realizó una declaración pública en contra de los bombardeos estadounidenses en Vietnam y en ese mismo año dedicó una serie de conciertos y actos contra las dictaduras iberoamericanas. Comprometido también con la música de su tiempo, Pollini ha sido un destacado intérprete de obras de compositores italianos como Nono o Dallapiccola, quienes le han dedicado numerosas creaciones. En 1976, Pollini y su esposa Marilisa sufrieron un espectacular accidente de circulación que a poco no acaba con la vida de ambos. Afortunadamente, el artista pudo recuperarse tras haber padecido unas lesiones en la espalda. Ya a partir de la década de los ochenta Pollini amplió sus actividades como director de orquesta, labor que finalmente abandonó por considerarla incompatible con la carrera de pianista.
Galardonado con prestigiosos premios, como el Ernst von Siemens, el Premium Imperiale y el Grammy, Pollini ha venido espaciando sus actuaciones durante los últimos años y hoy en día es unánimemente considerado como uno de los mejores pianistas del mundo.
El aspecto que más destaca en la forma de tocar el piano de Pollini es el empleo de una técnica abrumadora que, sin embargo, no oculta la facultad de recrear una intensidad lírica del todo asombrosa. Pollini es un pianista aún cuestionado en ciertos sectores de la crítica — especialmente duras fueron las opiniones del influyente Harold C. Schoenberg, crítico del New York Times — por una presunta frialdad interpretativa que dista mucho de ser realmente así. Para Pollini, la fidelidad a la partitura es innegociable y desde ahí se va edificando la compleja arquitectura sonora de la obra a interpretar.
La expresividad y el buen gusto residen precisamente ahí, lejos de consideraciones subjetivas que pueden empañar la verdadera naturaleza de la obra a ejecutar. A nadie se le puede escapar que Pollini es uno de los mejores intérpretes de Chopin, un músico que precisamente destaca por el alto componente emotivo de sus composiciones. Por otro lado, las lecturas beethovenianas de Pollini presentan una sobriedad del todo imprescindible para acceder a la más pura verdad de la música del genial sordo de Bonn.
Para Pollini, Beethoven no debe ejecutarse bajo unos presupuestos dulces o excesivamente blandos, sino con toda la violencia requerida en los frecuentes cambios dinámicos tan típicos de su música. Sus lecturas de las sonatas beethovenianas evidencian un acusado distanciamiento de la tradición interpretativa romántica y proponen un acercamiento mucho más cerebral y objetivo.
El grueso del repertorio de Pollini se puede dividir en dos bloques: Por una parte, el representado por la tradición pianística clásica y romántica que arranca con Mozart y prosigue con Beethoven, Schubert, Chopin y Schumann hasta llegar a Brahms. Por otro lado, el representado por las composiciones modernistas que van desde los autores de la Escuela de Viena — Schoenberg y Webern — hasta lo más novedoso de la música contemporánea, ámbito este último en el que Pollini se ha erigido como el mayor especialista de su tiempo. No hay recital suyo en el que no se programe alguna pieza de música contemporánea.
Pero existen también ciertos compositores cuya música ha sido abordada por el pianista milanés, como Bach, cuya grabación de El clave bien temperado fue alabada por la crítica y tapó la boca de quienes consideraban que Pollini no era capaz de enfrentarse con el repertorio barroco. Caso similar es el de Debussy y Prokofiev, autores que Pollini interpreta poniendo todo el énfasis en las complicadas situaciones técnicas que sus obras presentan y que son un reto para cualquier pianista. Su versión de las escenas de Petrushka de Stravinski adaptadas al piano son de absoluta referencia y muchos pianistas se han negado a ejecutarlas por considerar insalvables sus dificultades técnicas.
Llegados a este punto es preciso recordar que Pollini es de los pocos pianistas capaces de tocar en concierto la integral de los Estudios de Chopin, algo que ni pianistas de la talla de Horowitz o Benedetti-Michelangeli (gran amigo de Pollini) pudieron realizar (Rubinstein afirmó en una ocasión que tan sólo una vez había ejecutado bien algunos de esos Estudios mientras que con otros nunca lo llegó a intentar). Toda esa técnica desplegada por Pollini responde a un duro trabajo personal en el que invierte no menos de cuatro horas cada día. Con todo, el pianista milanés no recomienda sobrepasar este tiempo dedicado a los ejercicios so pena de caer en una obsesión que puede resultar del todo contraproducente.
Pollini es un celoso guardián de su vida privada y apenas concede entrevistas o realiza declaraciones si éstas no tienen un carácter reivindicativo. Conseguir no ya una entrevista, sino un simple autógrafo suyo es tarea del todo imposible como bien pudo comprobar quien esto escribe allá por los años ochenta en Madrid. Con todo, pude apreciar una de las mejores interpretaciones de la Appassionata que he escuchado en toda mi vida. Admirador de Rubinstein, Horowitz y Arrau, posiblemente el pianista más influyente en su carrera haya sido Arturo Benedetti-Michelangeli, un intérprete con quien ha sido siempre comparado pese a que los planteamientos pianísticos de ambos músicos no se asemejan más que superficialmente. En materia de dirección orquestal es obvio que Pollini muestre sus mayores simpatías por su amigo Claudio Abbado, aunque también guarda muy buenos recuerdos de sus colaboraciones con el doctor Böhm.
De entre la producción discográfica de Maurizio Pollini
Podemos mencionar las siguientes grabaciones (advertimos que los distintos enlaces que vienen a continuación no tienen porqué corresponderse necesariamente con la versión citada pero sí con la obra mencionada): El clave bien temperado de Bach (DG 136370); los 2 Conciertos para piano de Bartok, acompañado de la Orquesta Sinfónica de Chicago dirigida por Claudio Abbado (DG 874702); los 5 Conciertos para piano de Beethoven junto a la Orquesta Filarmónica de Berlín dirigida por Claudio Abbado (DG 439770); selección de Sonatas de Beethoven (DG 449740); Fantasía Coral de Beethoven, junto a la Filarmónica de Viena dirigida por Claudio Abbado (DG 469549); Variaciones sobre un tema de Diabelli de Beethoven (DG 459645); Sonata para piano nº2 de Pierre Boulez (DG 447431); los 2 Conciertos para piano de Brahms, junto a la Filarmónica de Berlín dirigida por Claudio Abbado (DG 457837); Concierto para piano nº1 de Chopin, junto a la Philharmonia Orchestra dirigida por Paul Kletzki (EMI 31780); selección de Baladas, Preludios, Mazurkas, Nocturnos, Estudios, Sonatas, Polonesas y Scherzos de Chopin (DG 431221 y 413794); Preludios (I) de Debussy (DG 445187); L´isle joyeuse de Debussy (DG 445187); 12 Estudios de Debussy (DG 423678); Sonata en Si de Liszt (DG 427322); Masse de Manzoni, junto a la Filarmónica de Berlín dirigida por Giuseppe Sinopoli (DG 423307); selección de Conciertos para piano de Mozart, junto a la Filarmónica de Viena dirigida por Karl Böhm (DG 413793); Como una ola de fuerza y luz de Nono, junto a la Sinfónica de la Radiodifusión Bávara dirigida por Claudio Abbado (DG 471362); Sonata nº7 de Prokofiev (DG 447431); 3 Piezas para piano de Schoenberg (DG 423249); 6 piezas para piano de Schoenberg (DG 423249); Suite para piano de Schoenberg (DG 423249); selección de Sonatas de Schubert (DG 419229); Fantasía Wanderer de Schubert (DG 447451); Concierto para piano de Schumann, junto a la Filarmónica de Berlín dirigida por Claudio Abbado (DG 427771); Estudios sinfónicos de Schumann (DG 410916); Kreisleriana de Schumann (DG 471370); Sonata nº1 para piano de Schumann (DG 463676); Petroushka – tres movimientos — para piano de Stravinski (DG 447431); y, finalmente, Variaciones, Op. 27, de Webern (DG 471361).
Nuestro humilde homenaje a este portentoso pianista.
NOTA: Durante el tiempo transcurrido entre la redacción y la publicación de esta entrada, el portal de vídeos YOUTUBE ha suprimido más del 50% de los enlaces que conforman la misma. Pedimos disculpas por ello y aprovechamos para NO RECOMENDAR la compra de ningún disco de este autor editado por el sello Deutsche Grammophon por la intolerante disposición de ambos ante cualquier ejemplo de manifestación artística que sólo tiene como objetivo la difusión cultural.
Artur Rubinstein afirmó en alguna entrevista concedida en los años 70, que su manera de tocar el piano resultaba diametralmente opuesta al estilo de los más jóvenes, lo cual no significaba descalificarlos sino más bien reconocerlos. «Tocan increíblemente bien», decía.
Lo mencionas en la entrada y así lo reconoció el gran pianista polaco respecto de su jovencísimo colega Maurizio Pollini.
Es por ello que en mi humilde concepto, Maurizio Pollini es una de las escasísimas leyendas vivientes de la Música que aún nos restan de un pasado que se me antoja glorioso. Lo manifiesto de esa manera porque en muchos casos no comprendo el lenguaje de los músicos de la actualidad, y no quiero decir con ello que ya sea yo viejo. Me pasa como al mencionado Rubinstein -uno de mis pianistas más admirados- quien manifestaba la misma incomprensión del lenguaje musical de los jóvenes en aquel entonces. Igual me sucede a mí, apegado como soy a una cierta «tradición», en virtud de la cual sigo creyendo que todo tiempo pasado fue mejor.
Al margen de muchos aspectos de la vida de Pollini, de los cuales discrepo radicalmente, considero que es un pianista digno de admiración y de veneración. Es dueño de una sobriedad absoluta frente a su intrumento -como lo fuera Alexis Weissenberg- y ello constituye un ingrediente esencial a la hora de ejecutar la lectura de las más grandes partituras. Su postura la dirige al teclado mismo, y el resultado es el que todos conocen. Habrá críticas, muy normales después de todo, pero por lo general sus lecturas son merecedoras de sonoros aplausos.
Este aspecto de la sobriedad no me parece superfluo de ninguna manera: basta observar a Rubinstein, Horowitz, Arrau, Casadesus, Weissenberg y un largo etc. para comprobar que su seriedad va de la mano con su calidad interpretativa. Y estoy nombrando a los pianistas más sobresalientes!
De ahí que me incomode un poco ver a Glenn Gould, quien además de gesticular demasiado, parece proferir sonidos guturales con cada acorde, lo que estropea un poco la audición.
Pollini sin duda destaca dentro de los grandes del piano. Una grabación suya junto al Dr. Böhm, del Concierto para Piano y Orquesta n° 1 de Beethoven, es a mi juicio, indispensable y de absoluta referencia.
Me sumo pues, incondicional y totalmente a este homenaje a una de las leyendas vivientes del piano.
Abrazos Leiter.
Coincido en lo esencial contigo en lo relativo a tu apreciación sobre Pollini y a la lista de los pianistas que mencionas, todos unos auténticos fueras de serie. Sin embargo, hubo un pianista al que no citas y que posiblemente es a quien yo más he admirado nunca merced a sus grabaciones. Se trata de Artur Schnabel. Me parece un prodigio este intérprete, un tipo que aunaba musicalidad y técnica (como Rubinstein) a partes iguales. Nunca he escuchado nada de Schnabel que me haya decepcionado.
Mi abrazo, Iván
LEITER
La sonrisa del doctor Böhm…
La imagen que se ve en el video me emociona mucho: se ve como, justo al empezar el concerto, el anciano doctor, conocido por su carácter conflictivo, cruza su mirada con la del todavía joven pianista enviándole su sonrisa más amistosa y cómplice. Es que en realidad la emoción fue totalmente compartida: para el herr Professor poder trabajar con Pollini a los 83 años fue todo un regalo de la vida y un inmenso placer, el de hacer música juntos. Hablando ahora del pianista: la sonrisa del Generalmusikdirector es un reconocimiento por parte de la tradición…si, Mauricio, eres uno de los nuestros.El clasisismo alemán es una gran escuela,bajo la luz y la protección permenente de Goethe.Pocos, muy pocos venidos de fuera han podido entrar en este club…Pollini si. Es, ante todo, asunto de intuición. La cultura es,de por sí, necesaria pero con esta intuición hay que nacer y Mauricio anda sobrado,intuye la forma perfecta y sabe proyectarla con infinito respecto. Y a ver: confundir esta intuición con la frialdad del modernismo musical es no saber de lo que uno habla. Nunca Pollini ha sido frío, es, simplemente, de los griegos que han vuelto a nacer. Quizás, a veces, demasiado apoliniano,y el concerto Emperador con Böhm es así, demasiado apoliniano, pero esto tampoco es frialdad.Amo a los clásicos, a los que possen esta intuición magistral de la forma perfecta y saben reconocerse entre ellos. Rubinstein, que adoro,vino a Madrid en los años 30. Había leido Bodas de Sangre y se había enamorado por el espiritu de Lorca,hijo de campesinos de la vega de Granada que, bajo una formidable intuición clásica, había hecho renacer a Grecia. Se plantó en la casa de los Morla donde Federico pasaba muchas de sus noches improvisando cosas divinas y dijo: no me iré de esta ciudad sin conocer a este hombre.Se quedó la noche entera esperando, sentado en un sillón, mientras una decena de amigos iban a buscar al poeta. . Federico, este día, tenía depresión, y se había ido a no se sabe donde,quizás mejor no saberlo, así que ni apareció y el encuentro tuvo que esperar unos años más. Porque cuento esto? Porque la cultura es universal y los hombres de tradición lo saben, o lo sabían.Se reconocían entre ellos y cruzaban miradas y sonrisas.Pertenecían a un mundo cuyas referencias han desaparecido. Mauricio Pollini: mi reconocimiento más profundo.
http://www.youtube.com/watch?v=zlQtr3P-_Ow
Mira Leiter lo curioso: sí había pensado en Schnabel; ignoro porqué no lo cité pero lo tenía en mente. De hecho estoy a punto de hacerme con la totalidad de las Sonatas para Piano de Beethoven en interpretación de Schnabel. Sobresaliente pianista.
Si el Dr. Böhm me hubiera sonreido a mí, lo habría considerado un premio para mi vida. Prefiero infinidad de veces la sonrisa de Böhm que la de una torpe y sintética miss universo…
Qué vengan los felinos!
Abrazos.
Schnabel era inmenso…Magnifico pianista ! Y tengo este pequeño pecado mortal,sin masoquismo ninguno….como judío de sangre,con una familia materna muy traumatizada por la guerra, y también con mi amor tan profundo por el schubert de Rudolf Serkin,que fue racialmente atacado por ella,»debería» odiar a Elly Ney.Y sin embargo le perdono lo que muchos piensan imperdonable.No tengo ningun problema con estas cosas…Lo que hace Elly Ney con la musica de Beethoven es de antología asoluta,y creo que con esta mística tan peculiar que tenía cualquier error es posible en medio del genero humano. Tenía la música y Beethoven tan sacralizados que confundió al tio Adolf con la Señora pastora de las almas.Es tremendo,ciertamente…estas cartas ridiculas en las cuales le hablaba de su sensibilidad y de la música pidiendole que la escuchara…pero su piano tenía un lenguaje insuperable de grandeza mística y a mi me faltaría una piedra angular de la visión beethoveniana si no tuviera lo poco que nos queda de Elly Ney, inmensa artista perdida en los errores de su tiempo.
Me sorprende que se pueda tildar a Pollini de frío. Acabo de verle interpretando a Beethoven, Mozart y Chopin. Me temo que quienes así lo consideran confunden la sobriedad con la frialdad. Me ha llamado mucho la atención esa sobriedad contrapuesta con esa expresividad exquisita en el desarrollo de la obra. ¿Frío?, unas narices. Los que eso dicen parecen ver pero no escuchan.
Por cierto que la sonrisa que le dedica Böhm en ese video es todo un regalo de precioso valor. Es casi la de un padre para con su hijo. Emociona.
Vayamos por partes: Lo que afirma Zarza es una verdad de esas que no admite discusión. Yo siempre me he mostrado como un incondicional seguidor de la tradición interpretativa romántica alemana. Pero de un tiempo a esta parte me ha dado por escuchar a Toscanini, a los grandes franceses como Monteux o Martinon, y, en general, por la otra tradición, la objetivista. Y me ocurre lo mismo que con Pollini. La buena y correcta ejecución LITERAL de las partituras hace que la música brille por sí misma sin aditamentos. Yo soy un devoto de Celibidache pero por eso no dejo de admirar cada día más a Toscanini. Son estilos radicalmente distintos pero del todo compatibles para mí. Y, ciertamente, y que me perdone el Gato, Toscanini me seduce cada día más. Algo muy parecido me ocurre con Pollini. ¿Frío?. No, veraz.
De los creadores e intérpretes sólo me interesa su obra. Sus circunstancias políticas sólo las comento por la importancia histórica en el desarrollo de sus trayectorias. Me resultaría imposible hablar de Karajan sin aludir al nazismo o a Shostakovich sin mencionar a Stalin, ya que es indudable que sus carreras se vieron muy influenciadas por los condicionantes políticos de su época. Y ahí me quedo. Elly Ney me pareció siempre tan excelente artista como persona de muy dudosa catadura moral. Karajan lo mismo. Pero no por eso voy a dejar de escuchar su obra. Yo escucho incluso hasta discos de Oswald Kabasta. Me importa el ARTISTA por encima de todo. ¿Dejaría de apreciar a Joaquín Turina por ser un reconocido franquista? Jamás. Como tampoco habría de renunciar a Prokofiev por ser tan condescendiente con Stalin en algunas etapas de su vida.
La sonrisa del doctor Böhm es la síntesis de la más ortodoxa tradición con la incipiente juventud. Böhm sabía de música como muy pocos y tuvo muy claro que Pollini era el futuro.
Y Schnabel… Fijaos, acabo de escuchar una versión suya del Concierto 20 de Mozart acompañado por Susskind y… ¡Algo sencillamente espectacular! No sé si me estaré haciendo viejo antes de tiempo, pero a mí cada día me importan menos los intérpretes actuales. Con artistas como Schnabel, Furtwängler, Erich Kleiber, Böhm, Cortot, Pierre Fournier, Wunderlich, Ansermet, Walter, Backhaus…¿Quién es el listo que me puede sorprender abriendo de nuevo la puerta de Aladino?
No sé, hoy estoy un poco intolerante, tal vez…
Mis abrazos, buena gente
LEITER
Yo he dicho en otro comentario que he cerrado la puerta hace mucho tiempo; tal afirmación tiene que ver con esa sobriedad de la que venimos hablando a propósito de Maurizio Pollini, y que muchos confunden con frialdad.
Coherencia, la llamaría yo.
Es por eso que al igual que Leiter, soy muy escéptico con «la nueva generación musical», de gran talento sí, pero incapaz de una realización comparable a los Músicos de un pasado no tan remoto como pudiera parecer. Es así como he entendido y manifestado lo que que considero «leyenda viviente» en el caso de Pollini. Él está dotado de esa mística de «los de siempre»; tal cosa se manifiesta en esa sobriedad que muchos rechazan como «anticuada frialdad».
Y ya que se ha mencionado a Toscanini, cuenta una anécdota que el Maestro italiano fue tildado de «anticuado» y «frío» en los años 40 y 50, con ocasión de sus opiniones acerca de ciertas «novedades» musicales, que Él consideraba acertadamente como ofensivas al oído musical auténtico. Alguien retrucó que aquellos que así pensaban de Don Arturo, harían muy bien si recordaran a ese joven pionero que ya había sido Él a finales del siglo XIX cuando se dedicó a interpretar Música que era nueva en ese tiempo: Wagner, Debussy, Ravel…
Anticuado? Frío? NO. Auténtico y sobrio.
Coincido con sus comentarios queridos Cofrades. Un lujo.
Abrazos a todos.
PD. Pero por Dios Leiter! Mira cómo se puso «nuestro» Gatito por haber hablado de Toscanini:
http://youtu.be/CMohPGvOl_c
Qué modales! Qué vengan los felinos!