Súbito relámpago,
sin avisar te presentas
e iluminas la noche de mi morada.

La hondura de tu grito me despierta
con los temores de la infancia
y a los brillos de tu celestial sinfonía
me traes como esposa a la alborada.

Desde mi terraza te contemplo,
orgía de luminarias desatadas,
abrochando las solapas de mis miedos,
refrescando las orillas de mi alma.

Me acaba seduciendo tu conquista de los cielos
en el tortuoso devenir de la húmeda mañana.

Se enfatiza el recuerdo
de tormentas ya lejanas
en el correr de los vientos.

Cuando los amores de blanca inocencia
tomaron por rumbo la discordia,
en soledad en corazones arrinconados,
en la esquina de un adiós como leyenda.

Donde la agonía de ilusiones enfermas
se humilló a los instantes del deseo,
con arrebatos de odio enmascarado,
entre lágrimas de cruel remordimiento.

Y a la inquieta sombra de pesados nubarrones
tu inspirada silueta se me fue diluyendo…