Me injurias sin darle importancia,
como un natural exceso de tus ingenios;
entierras mis palabras bajo losas de suficiencia
en cada instante, en cualquier momento.

Y te vas adentrando en la espesura
mientras yo cabalgo hacia playas doradas de celeste cielo

¡Joya de sensaciones mutantes!
Desenvuelta en los quebraderos de la ignominia,
faro de agonía entre tinieblas;
¿A qué propósito te enmiendas
si tu vida ya no adquiere
flores de primavera?

No por temor al reparo
te enmascaras con caretas de tristeza,
cuando mi grito no es ajeno
al desdén de tu inconsistencia.

Preso de tu ansiedad compulsiva
busco un refugio entre tempestades,
oscuros rincones del alma
donde se aletargan los amores.

Y dices guardar mi llanto
cuando atisbas el umbral de la insolencia;
¡Misteriosos recovecos de la inercia!
En los aciertos me embelesas
con melosos balbuceos que despiden la estridencia,
si la noria de tus desvelos
flota entre las nubes de mi larga ausencia.

Y te vas despojando de etiquetas pudorosas
mientras yo cabalgo hacia playas doradas de celeste cielo.