George Pehlivanian con la Orquesta Filarmónica de Eslovenia: Pehlivanian es un director nacido en Líbano, de origen armenio, que pronto emigró a los EEUU con su familia —  de niño se libró de la muerte a causa de la caída de una bomba por muy poco — país en donde desarrolló toda su carrera musical, inicialmente como violinista. Su fulgurante y prometedora trayectoria como director, un tanto auspiciada por Lorin Maazel, toma carta de naturaleza al ganar contra todo pronóstico el Concurso Internacional de Dirección de Besançon en 1991. Muy conocido en España por su colaboración con la Orquesta Nacional, no dudó en postularse como candidato a ocupar la titularidad de dicha formación en el arranque de la temporada 2002/03. Actualmente, es el director principal de la Orquesta Filarmónica de Eslovenia (Formación refundada en 1947, dentro de una sociedad musical de enorme importancia — Academia Philharmonicorum — cuyos orígenes se remontan a 1701) y habitual invitado de la Orquesta Filarmónica de Israel. De entrada diré que esta versión me parece estupenda, muy bien tratada y con un tempo que permite asimilar todo el entramado de la partitura. Precioso el segundo tema expuesto por las violas, muy bien presentado. La orquesta responde a las mil maravillas, pese a algunas deficiencias puntuales de empaste en los metales. Y un detalle que me encanta: En las maderas se escucha todo, algo muy complicado dirigiendo una pieza de estas características. El final, no obstante, creo que se expone de manera un tanto precipitada, donde los metales ahogan los espectaculares saltos en octava de violines. Notable alto, casi sobresaliente, para esta versión. ¡Bravo, maestro Pehlivanian!

Jovica Rado con la Wienerklassik Orchester: Nacido en Yugoslavia en 1990, Jovica Rado se crió en Viena dentro del seno de una familia de músicos profesionales. Recibió su formación musical en Kragujevac, Kiev y Viena, y ha dirigido en calidad de invitado a las principales formaciones rusas, entre ellas, la Filarmónica de San Petersburgo. Desde 1998 colabora asiduamente con la Wienerklassik Orchester, una agrupación fundada en ese mismo año y que presenta la peculiaridad de que todos sus componentes han estudiado en Viena. En esta versión, correcta, apreciamos unos más que extraños modos de dirigir del maestro Rado (Brazo izquierdo casi permanentemente caído y sorprendentes paradas en seco del derecho). Aparecen ciertos desajustes de dinámica sonora entre las secciones, pero la lectura general es francamente buena. La poca claridad gestual de Rado queda de manifiesto en el minuto 3.03 del vídeo: Nula indicación y entrada a destiempo de timbal. Y la situación, aunque menos perceptible, se repite en 3.39 (No «se le van» los metales de milagro). La nueva exposición del tema secundario rompe con todo lo acertado que habíamos escuchado hasta ahora (Minuto 4.20: Pérdida del equilibrio sonoro). Final aceptablemente resuelto, pese a todo, con calderón (Así viene señalado en la partitura) sobre acorde de Re mayor. Versión… de aprobado por los pelos.

Lim Kek Chiang con la Evergreen Symphony Orchestra (Taiwán): Me ha resultado del todo complicado indagar en la trayectoria del maestro chino-indonesio Lim Kek Chiang (ó Tjiang), ya que mucha de la información existente aparece en caracteres chinos. El compatriota suyo que me vende el pan todas las mañanas en la tienda de la esquina tampoco sabe mucho al respecto, aunque yo creo que no me entiende lo que le quiero preguntar. (En mi biblioteca, por otra parte, no encuentro nada sobre este director). Sabemos que es un reputado violinista y director que de 2002 a 2004 fue titular de la Orquesta Sinfónica Evergreen, formación basada en Taiwán y que fue fundada en 2001 por el grupo Evergreen y la fundación Chang Yung-Fa. El actual director titular de la orquesta es el maestro alemán Gernot Schmalfuss, antiguo primer óboe de la Filarmónica de Munich y profesor del Conservatorio de Detmold. El maestro Chiang no repara en tempo e inicia una rapidísima lectura de la obertura. El problema de acometer la interpretación de esta pieza tan velozmente y con una dinámica sonora amplificada conlleva a que ciertas partes, las transiciones, no se escuchen en absoluto. A pesar de ello, el maestro Chiang dirige con solvencia a una formación joven y en donde abunda la presencia femenina. El primer desarrollo está muy bien ejecutado, con acertados matices estupendamente indicados por el director (Aunque el timbalista no se corta lo más mínimo y en 4.15 nos regala una improvisación en forte y no en mezzoforte, como es obligado). Final bien resuelto (¡Vaya pedazo de trombón que lleva una de las profesoras!), con un ligero ritardando que decora con elegante gusto los acordes finales. Dada la juventud de la orquesta y la de sus componentes, no podemos sino calificar como de notable la versión.

Sir Henry Joseph Wood con la Queens Hall Orchestra: El británico Henry Wood fue el alma mater y el creador de los famosos Proms londinenses, seguramente el ciclo de conciertos más famoso del mundo en la actualidad. Organista, pianista y violinista, estudió en la Royal Academy of Music y allí amplió su formación en canto y dirección. De esta manera, en 1893 es propuesto por el gerente del Queen´s Hall para ofrecer una serie de conciertos en los parques londinenses en los que el público escuchaba a pie (Se promener, en francés) y desenfadadamente las distintas piezas… De ahí a los actuales Proms. El busto de Henry Wood se encuentra en el mítico Royal Albert Hall londinense y es engalanado de flores cada temporada durante la festiva jornada de la Última Noche de los Proms (Obligada e indispensable cita para cualquier melómano). La ejecución de esta obertura es todo un prodigio de claridad y buen hacer. Absoluta referencia. No encuentro ningún defecto a esta histórica versión y no voy a decir más. Nuestro humilde homenaje a un hombre que ayudó que la música que nos gusta saliese por fin de las elitistas salas y se hiciese popular. Encomiable e impagable labor.

Zubin Metha con la Orquesta Filarmónica de Berlín: Seamos sinceros: Metha no es santo de mi devoción. Pero de él se han dicho auténticas barbaridades que no se corresponden en absoluto con su persona (Y me las llevaré a la tumba). Es un ser afable pero reservado, poco dado a la conversación, pero correcto en sus formas. Adolece de cierto aire de divo pero todas las grandes formaciones le adoran. Rechazó mi petición de entrevista en Madrid hace 25 años pero me regaló su autógrafo y un apretón de manos. Cuatro años después, me levanté de mi asiento frente a él en el Auditorio Nacional de Música de Madrid al terminar el primer movimiento de la Octava de Bruckner con la Filarmónica de Israel, señalando silenciosamente mi disconformidad con la versión dedo índice al aire, oscilando de derecha a izquierda, mientras abandonaba el recinto. Fue mi venganza… Y fue una de las situaciones de las que más me avergüenzo como persona. Pido perdón al maestro Metha por mi asquerosa y lamentable actitud. Aquella fue una jornada para olvidar: Era el día de mi santo; al volver a casa me enteré de que el jugador de baloncesto del Real Madrid, Fernando Martín, había fallecido esa misma tarde en un accidente. Mi compañero de andanzas musicales, Alfonso, me dijo esa misma noche en un pub: –«Te has pasado, Leiter, te has pasado…»—  Bueno, vayamos con la versión: Metha sabe que la Filarmónica de Berlín es un cañón y no la quiere someter a vertiginosos arrebatos. El tempo es convincente, algo lento para algunos, pero permite una mayor claridad expositiva. El pasaje de las violas demuestra porqué esta orquesta no tiene rival. La interpretación es un tanto lineal y carece, en mi opinión, de emoción. En las primeras filas de las violas descubrimos a un «desertor» de la Filarmónica de Viena, antiguo violoncelista… Aunque la versión es correctísima desde un punto de vista meramente expositivo, creo que falta un poco de «salsa rusa» a la misma, muy ligada y con poca acentuación. Eso sí, la orquesta es un prodigio. El final es verdaderamente espectacular y nos muestra a un Metha sobrado de técnica y buen hacer. Versión de notable alto.

Fritz Reiner con la Orquesta Sinfónica de Chicago: Otro cañón de orquesta. Extraordinaria, aunque muy amplificada, versión de Fritz Reiner, uno de los directores más temidos por los profesores de las orquestas. La versión es espectacular, aunque un tanto festivalera a mi gusto. Las fluctuaciones sonoras no existen para Reiner y todo se toca desde un mf hasta un fff. Pero Reiner es un consumado maestro y logra un poder de seducción como pocos en esta partitura. Final no apto para cardíacos. Impresionante exhibición orquestal. Versión de notable (Mi gato Winston es clavado al que sale en el vídeo).

Valery Gergiev con la Orquesta del Teatro Mariinski de San Petersburgo: Vamos con el «loco»: ¿Alguien sabe qué demonios indica Gergiev? ¿Alguien sabe por qué utiliza ese mondadientes a modo de batuta? Genio y figura, Gergiev es uno de esos directores que no dejan en neutralidad a nadie. Amado y odiado, el maestro ruso se ha ganado un puesto en el actual panorama de la dirección, no tanto por sus innegables méritos artísticos, sino por sus paranoicos modos de dirigir. Os digo lo que yo escucho: Irregularidad, irregularidad y más irregularidad. Pasajes asombrosos (Exposición del tema principal, minuto 0.16 del vídeo) y secuencias del todo reprochables (Exposición del segundo tema en maderas, minuto 0.42 del vídeo). Excelente el preámbulo del tema expuesto por violas, genialmente matizado. También resulta estupendo el desarrollo central, muy original y con acertadas aceleraciones. El tránsito hacia la reexposición es todo un acierto, con un Gergiev que parece estar en otra dimensión existencial. De nuevo, la segunda exposición del tema de maderas se cae un poco, a mi juicio, aunque está mejor perfilada que en la primera parte. Gergiev pisa el acelerador al final y nos ofrece una precipitada conclusión en donde sólo se escuchan los metales. ¿Valoración? Anda que no es complicado. Un notable muy raspado.

Evgeny Mravinski con la Filarmónica de Leningrado: En el mundo de la dirección orquestal existen binomios paradigmáticos: Karajan-Filarmónica de Berlín; Szell-Orquesta de Cleveland; Ormandy-Orquesta de Filadelfia… Pero, en mi opinión, el caso más ilustrativo de vinculación de un director a una agrupación orquestal es el de Mravinski con la Filarmónica de Leningrado (Hoy, San Petersburgo). Durante 50 años, Mravinski estuvo conectado día a día, minuto a minuto, con una formación a la que elevó a las más altas cotas artísticas imaginables. En los años setenta del siglo XX, al cuarteto tradicional de Berlín-Viena-Chicago-Cleveland se le sumó el «grano» de una Filarmónica de Leningrado que no parecía tener límites. Aquella orquesta, en manos del maestro Mravinski, era una máquina perfecta para elaborar todo tipo de música… Pero con los compositores de la tierra se salían, literalmente, de la mundana vida. Aquí tenemos una prueba de esa máquina de acero, capaz de ejecutar lo que le echen encima. Mravinski no lee la partitura de Glinka como un acelerado espectáculo de exhibición, sino que, con un tempo exacto, no deja que se escape ninguna nota por las brechas ocasionadas en la batalla interpretativa. Todo suena, todo se escucha. Y lo más alucinante: A esa velocidad, la claridad de la versión es luminosa y radiante a más no poder. Los compases previos a la exposición de violas son prueba para acceder a cualquier cátedra de dirección orquestal. El desarrollo es un portento expositivo, donde la sección de maderas adquiere su merecido protagonismo. Fijaos en el simple matiz del minuto 2.34 del vídeo (Ya lo intentó Kek Chiang en la versión anteriormente comentada). Es una auténtica lección de control de la dinámica sonora. Y, para certificar esto, comprobad también cómo «sube» la orquesta tres segundos después, a partir del minuto 2.37. Un verdadero prodigio. El final es apoteósico. A diferencia de otras versiones antes citadas, el aumento de dinamismo no impide que se escuche cada nota, lo que está escrito en la particella de cada uno de los profesores. Imposible equilibrio que Mravinski, tenaz como una roca, demuestra que es sí es posible. Versión de sobresaliente cum laude, de referencia absoluta. Casi imposible lograr algo mejor.