En el enlace al vídeo que hoy os dejo podemos escuchar el comienzo — introducción — de la Sinfonía Turangalila para piano, ondas Martenot y gran orquesta del compositor francés Olivier Messiaen. El vídeo es un excelente trabajo del autor, NewMusicXX, en el cual se van describiendo los distintos temas y motivos que aparecen en la obra. La versión que ofrecemos se corresponde con la lectura debida al director Myung-Whun Chung al frente de la Orquesta de la Ópera de la Bastilla y con Ivonne Loriod (mujer del compositor) al piano y Jeanne Loriod (cuñada del compositor) a las ondas Martenot. Esta grabación se encuentra disponible en el sello DG (Ref 431781). En este primer movimiento de la obra se presenta el llamado tema-estatua confiado a los trombones en pesadas terceras y en fortissimo. Luego le sigue un delicado motivo, el tema-flor, cantado por los clarinetes para posteriormente surgir una primera cadencia del piano. Tras la misma, un ritmo muy animado y punteado por metales y piano sobre un inquietante fondo de cuerda desemboca nuevamente en el tema-estatua de los trombones. La Sinfonía Turangalila fue un encargo del director Sergei Koussevitzki en 1945 para la Orquesta Sinfónica de Boston y fue compuesta por el autor entre julio de 1946 y noviembre de 1948. Sin embargo, la primera audición de esta obra fue debida a un jovencísimo Leonard Bernstein, también al frente de la Boston Symphony, quien la estrenó en esta misma ciudad entre el 2 y el 3 de diciembre de 1949 con Ivonne Loriod al piano y Ginette Martenot a las ondas Martenot. La presentación en Francia de esta enorme composición tuvo lugar en el Festival de Aix-en-Provence el 25 de julio de 1950 con Roger Désomière dirigiendo la Orquesta Nacional. La sinfonía consta de diez partes y el nombre, Turangalila, procede del sánscrito y significa, a la vez, canto de amor, himno a la alegría, tiempo, movimiento, ritmo, vida y muerte. Esta sinfonía es una de las cumbres compositivas de todo el siglo XX y por ello recomendamos encarecidamente su completa audición a través de la serie de vídeos del autor.

 En los momentos posteriores a la Segunda Guerra Mundial los nombres de la nueva música francesa procedían de grupos formados en los años anteriores, como Joven Francia o La Spirale, aunque en la actualidad se mantienen más a nivel de nombres individuales que como colectivos. La Spirale fue fundada en 1935 por Georges Migot y se puede citar también a Paul Le Flen como autor de cuatro sinfonías y algunas óperas. Algunos de estos iniciales participantes fundan en 1936 Joven Francia (La Jeune France), un grupo que se hizo notar mucho más. En ella estuvo activo un compositor de la importancia de André Jolivet, introductor del atonalismo en Francia y autor de Mana (1935) para piano. Esta tonalidad libre será su sello personal sin renunciar a cierto romanticismo o, en ocasiones, a un formalismo académico. Otro compositor y notable organista del grupo fue Jean-Ives Daniel-Lesur, autor de todo género de obras hoy escasamente conocidas. Yves Baudrier compuso poemas sinfónicos aunque destacó principalmente en la música cinematográfica. Pero, sin duda, el mayor compositor del grupo y uno de los mayores de la historia musical francesa fue Olivier Messiaen.

 Olivier Messiaen nació en Avignon el 10 de diciembre de 1908 en el seno de una familia muy culta en donde el padre ejercía como profesor y traductor de inglés mientras que la madre era poetisa. En casa había un viejo piano en el que el pequeño Olivier comenzó a tocar de oídas y con sólo ocho años compuso su primera obra. Durante la Primera Guerra Mundial el padre fue movilizado y la familia se instaló en Grenoble. Allí, el joven Olivier se destaca como un gran lector y admirador de Shakespeare y no parece que la música sea su destino elegido. Concluida la guerra en 1918, la familia se traslada de nuevo durante una breve temporada a Nantes y allí Messiaen recibe sus primeras clases musicales por parte del maestro Jehan de Gibon. Con un nuevo traslado familiar a París, Messiaen ingresó en el Conservatorio de la capital francesa y allí estuvo estudiando todas las materias posibles — armonía, contrapunto, historia, órgano, orquestación, percusión… — durante un período de once años, hasta 1930. Un año después, con 22 años cumplidos, Messiaen se convierte en el organista más joven de Francia al hacerse cargo de dicho puesto en la iglesia de la Trinidad de París. En 1936 tuvo lugar el primer concierto público del grupo La Jeune France, al que Messiaen pertenecía, y en donde el compositor presentó su Himno al Santo Sacramento. Durante los dos años siguientes Messiaen compone dos ciclos de canciones y tuvo a su único hijo, Pascal, fruto de un primer matrimonio contraído en 1932 con la violinista Claire Delbos. Al estallar la Segunda Guerra Mundial, Messiaen fue movilizado e intervino en la contienda como enfermero. Caído preso de los alemanes, el compositor fue trasladado a un campo de concentración en Görlitz, hoy territorio polaco. Allí, y basándose en los instrumentos musicales que podía disponer, compuso una de sus más grandes obras maestras, el Cuarteto para el fin de los tiempos, estrenado en el mismo campo ante un público de 5.000 prisioneros el 15 de enero de 1941 (pese a todo, existen nuevas teorías al respecto sobre las circunstancias en que se compuso esta obra). Finalizada la guerra, Messiaen regresó a París y se hizo cargo de la cátedra de armonía del Conservatorio. En estas fechas escribe un tratado teórico y conoce a Ivonne Loriod, una alumna que acabará convirtiéndose en su segunda esposa en 1962 (a finales de los años cuarenta Claire Delbos hubo de ser hospitalizada e internada, falleciendo tras quince años de agonía en 1959). Tras el estreno norteamericano de la Sinfonía Turangalila en 1948, la fama de Messiaen como compositor comenzó a extenderse por todo el mundo y a partir de la década de los cincuenta ven la luz otras importantes obras, como Catalogue d´oiseaux, Le réveil des oiseaux y Oiseaux exotiques, creaciones que ponen de manifiesto el interés del autor por la ornitología. Tras completar algunos encargos del Ministerio de Cultura Francés, Messiaen fue nombrado en 1966 profesor de composición en el Conservatorio de París y dos años más tarde miembro del Instituto de Francia. Un año antes, en 1965, Messiaen comenzó el que sin duda fue uno de sus proyectos de mayor envergadura, el oratorio La Transfiguración de Nuestro Señor Jesucristo, obra que terminaría en 1969. En 1971 recibe el encargo de una ópera, San Francisco de Asís, una obra monumental que tardaría en completar durante más de ocho años y que finalmente fue estrenada en 1983. Este fue uno de los motivos por el que Messiaen abandonó la actividad docente en 1978. En 1988, y con motivo de los actos de su octogésimo cumpleaños, Messiaen fue homenajeado por todo el mundo y se publicó una colección discográfica de 17 CD´s enteramente dedicada a su obra. Finalmente, y mientras se encontraba componiendo un concierto para cuatro instrumentos, Messiaen falleció el 27 de abril de 1992 en Clichy, en las cercanías de París.

 Olivier Messiaen fue uno de los personajes más paradójicos de la historia de la música. Fue de igual manera un radical y un tradicionalista convencido, pese a que nunca vio contradicción en adoptar estas actitudes tan aparentemente contrapuestas. Católico enfervorizado, Messiaen quiso dar la máxima expresión a sus creencias religiosas desarrollando un estilo nuevo y radical. Influenciado por Wagner y especialmente por Debussy, Messiaen inventó muchos métodos para desvincularse de la medición del tiempo en la música en vistas a ofrecer una muestra de la eternidad en el Paraíso. Entre ellos se encuentran los modos rítmicos aprendidos de fuentes hindús, el uso de formas con patrón y repetitivas, y la imitación del canto de los pájaros. Su música puede resultar difícil y fascinante a partes iguales, requiriendo de un tiempo para poder apreciarla en toda su dimensión. Pero Messiaen es también uno de los compositores modernos con el que más fácil resulta tomar asiento y disfrutar de él. Ciertamente, el sonido puro de su música es fecundo, suntuoso e infinitamente variado. Un sonido, en suma, creado para llevar a los oyentes muy lejos en el plano mental. Sirva desde aquí nuestro humilde homenaje a la figura de este excepcional compositor.